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El Estado Islámico abre pasillos en Siria e Irak para que lleguen miles de inmigrantes a Europa

La milicia yihadista ha logrado organizar un éxodo desconocido desde la Segunda Guerra Mundial

Imagen de la detención de los autores del asesinato múltiple
Imagen de la detención de los autores del asesinato múltiplelarazon

El Daesh (el Estado Islámico o EI) utiliza la inmigración ilegal como elemento de desestabilización de Libia, donde ya lo ha logrado, y de Europa, a través de Italia. Mediante un detallado plan, que incluía la concentración de decenas de miles de personas que huían de las atrocidades que cometen los yihadistas, y las bandas que se les han unido en sus países de origen, y la alianza (más bien sometimiento) con las mafias que trafican con seres humanos han generado un problema que, cada día que pasa, tiene una solución más complicada. La concentración de los inmigrantes en la costa ha sido relativamente sencilla, ya que el que huye busca pasillos territoriales para poder hacerlo. El EI les abrió el camino y los concentró donde quería. Los terroristas han logrado organizar una emigración no conocida desde la II Guerra Mundial y lo han hecho en el contexto de un conflicto bélico, en este caso subversivo. De los tres tipos de guerra, la convencional, la atómica y la subversiva, el EI, una vez conquistada una importante zona territorial en Irak y Siria, practica esta última, con variantes que al común de los mortales le parecían inimaginables, pero que forman parte del «manual». Importantes personalidades mundiales, con el Papa Francisco a la cabeza, han hablado de que estamos ante una auténtica «guerra» y algunos, al oírlo, se quedan perplejos. Guste o no guste es verdad, con todas las consecuencias que ello conlleva.

Los estrategas del EI utilizan todos los movimientos tácticos para tratar de alcanzar sus fines estratégicos del logro de un califato mundial en el que impondrán la sharia, la ley islámica en su interpretación más rigorista. Y uno de esos movimientos, primordial para los secuaces de Abu Bakr al Bagdadi, es el de la desestabilización. Cuando se logra descomponer el orden del enemigo, se tienen ganados muchos puntos hacia la victoria final. La inmigración ilegal, de decenas de miles de personas que pueden llegar, o no, a las costas de Europa desde las de Libia, constituye un tremendo factor de de–sestabilización, desde el punto de vista humano, ante todo, económico, político, de desprestigio del enemigo, etcétera.

Era un tanto demasiado precioso al que no iban a renunciar los yihadistas, y no lo han hecho. Lo que resulta más preocupante es que consideran que ya han dado los pasos previos para consolidar el movimiento táctico y no se ocultan. El Estado Islámico lleva mucho tiempo implantando campamentos de entrenamiento en Libia, un país con tal conflicto interno que se ha convertido en un estado fallido. Lo empezaron haciendo en silencio, como corresponde a los subversivos, pero ahora no esconden la existencia de dichos campamentos. Tenían, en un principio, como misión el entrenamiento de terroristas, pero también la presencia en importantes zonas de Libia, con una finalidad no conocida pero que el paso del tiempo ha revelado. En las últimas de sus publicaciones internas, se reconoce abiertamente que los autores del asesinato de 20 turistas en el Museo Bardo de Túnez se entrenaron en la otrora dictadura de Gadafi; y un cabecilla emergente de la organización criminal, Abu Muqatil, admite que ha estado en esos campos. Revela que son algo así como cabezas de puente para la toma de Europa, que empezará, según él, por Roma y seguirá por París.

Sabe Mouqatil, como su jefe Al Bagdadi o su portavoz Aldani, que ese objetivo no lo pueden lograr en una guerra abierta o convencional, sino con los métodos del conflicto subversivo. Tras estudiar la situación, interiorizaron que tenían un factor de ataque en sus manos, probablemente más fuerte que un cuerpo de Ejército.

La inmigración ilegal, un asunto que era, al menos para unos criminales como ellos, relativamente sencillo. En las zonas en las que implantan el terror, la polación civil, como es lógico, tiende a huir. Si, como se ha hecho, se les abre un pasillo, o, al menos, no se les impide el paso, lo utilizarán y así se fueron concentrando en el norte Libia. Para completar el plan siniestro, era necesario desestabilizar al máximo un país ya de por sí inseguro y sin orden interno, algo sencillo para los que no dudan en utilizar cualquier método y que, además, en este caso, han contado con el formidable concurso de las mafias de la inmigración que trafican con seres humanos. Es fácil imaginar la actitud de los capos de estas organizaciones delictivas ante la llegada del Daesh y el tiempo que tardaron en rendirles sumisión absoluta. Al Bagdadi había montado en pocos meses todo el entramado necesario para utilizar la inmigración con el objetivo de lograr sus fines de desestabilización. Decenas de miles de seres humanos de diversas nacionalidades, que ni siquiera tenían que manejar, porque de ello se ocupaban las mafias, barcos, da igual en qué estado, porque, por dramático que suene, lo crucial no es llegar a las costas italianas, sino crear el problema a Europa, a la que se presenta en el mundo de los musulmanes como la tierra de los «cruzados» (cristianos) que desprecian a los seguidores de Alá y su Profeta. El resultado era y es el apetecido. Desestabilización del norte de Libia, como primer paso para hacerlo en el norte de África, aunque hay países en los que les va a costar más el intento (Marruecos, Argelia, Egipto...) e introducción de un problema que lleva camino de convertirse en algo difícilmente superable, en Europa a través de Italia. Tal y como adelantó LA RAZÓN, los barcos que se encuentran en mejores condiciones de navegabilidad son utilizados por el Estado Islámico para infiltrar a sus terroristas en el continente, ya que lograrán atravesar sin mayores problemas el Canal de Sicilia, para acometer después las misiones encomendadas.

Según expertos consultados por este periódico, éstos son, en esencia, los factores más relevantes de uno de los movimientos tácticos de la guerra subversiva lanzada por la milicia yihadista. «Hasta que los que se tienen que convencer de ello no interioricen que es una guerra, no escaramuzas de una banda terrorista, el conflicto lleva camino de perderse. Y en estos casos tiene difícil capacidad de contraofensiva. Con los subversivos hay que ir siempre por delante», subrayan.

Odio religioso a bordo

La Policía de Palermo (Sicilia) detuvo la semana pasada a 15 supervivientes subsaharianos de confesión musulmana, acusados de homicidio por odio religioso. Según la Prefectura italiana, tiraron al mar a al menos doce cristianos durante su travesía desde las costas del norte africano. Un hecho sin precedentes. Los testimonios de algunos supervivientes coincidieron en que discutieron por motivos religiosos y, tras una reyerta, los lanzaron al mar.