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El Ejército abandona a Buteflika

El general Gaid Salah, el jefe del Estado Mayor de Argelia, reclama la destitución del presidente en virtud del artículo 102 de la Constitución, que prevé la inhabilitación por incapacidad para ejercer sus funciones.

La Razón
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El general Gaid Salah, el jefe del Estado Mayor de Argelia, reclama la destitución del presidente en virtud del artículo 102 de la Constitución, que prevé la inhabilitación por incapacidad para ejercer sus funciones.

El jefe del Ejército de Argelia, Ahmed Gaid Salah, pidió ayer que se inicien los trámites para destituir al presidente Abdelaziz Buteflika después de considerar razonables las peticiones que el pueblo argelino lleva expresando desde hace más de un mes en las protestas más concurridas que ha vivido el país en las últimas décadas. Con este objetivo, el líder de las filas castrenses sugirió que se aplique el artículo 102 de la Constitución del país, que prevé la posibilidad de forzar la vacancia de la Presidencia de la República en caso de que el jefe de Estado sea incapaz de asumir las funciones de su puesto.

«Es necesario, incluso imperativo, adoptar una solución para salir de la crisis, que responda a las demandas legítimas del pueblo argelino y que garantice el respeto de las disposiciones de la Constitución y el mantenimiento de la soberanía del Estado. Una solución capaz de generar consenso de todas las visiones y de obtener la unanimidad de todas las partes, a saber, la solución estipulada por la Constitución en su artículo 102», señaló Salah en su discurso. Según el artículo 102, cuya implementación ha sido exigida en repetidas ocasiones por la fragmentada oposición, si el presidente se encuentra incapacitado para realizar su labor debido a una enfermedad «grave y duradera» se debería decretar el «estado de incapacidad» y buscarle sustituto.

Para ello, el Consejo Constitucional deberá verificar primero dicha invalidez, y pedir a continuación al Parlamento que decrete el estado de incapacidad y designe al presidente del Consejo de la Nación como jefe de Estado interino, un cargo que asumiría por un máximo de 45 días el actual presidente del Senado, Abdelkader Bensalah. Si tras este período el estado de incapacidad continúa, Bensalah permanecería en el cargo un máximo de 90 días adicionales, durante los cuales deberían celebrarse unas elecciones presidenciales en las que él no podría presentarse.

Desde que sufrió un derrame cerebral en 2013, Buteflika solo ha aparecido en público en contadas ocasiones y sin dar discursos, por lo que muchos argelinos no lo ven capacitado para asumir las responsabilidades de su cargo y asumen que quien controla las riendas del Estado es en realidad su círculo más cercano. La última vez que el «rais» apareció en televisión fue en marzo, después de llegar al país procedente de Suiza, donde había estado ingresado las dos semanas. Su estado de salud, visiblemente degradado, generó de nuevo rumores sobre el tiempo de vida que le queda realmente a Buteflika. La humillación acumulada por los argelinos debido a las artimañas del régimen para mantener en el puesto a un Buteflika moribundo fue el detonante de la masiva ola de manifestaciones en el país.

En un intento desesperado por apaciguarlas, Buteflika informó el 11 de marzo a través de una carta que renunciaba a optar a un quinto mandato presidencial, un cargo que formalmente ocupa desde 1999, y que anulaba los comicios presidenciales del 18 de abril. Asimismo, el «rais» prometió el inicio de una transición política que debería culminar con la redacción de una nueva Constitución y un presidente.

A pesar de sus intentos, los argelinos interpretaron la vaga «hoja de ruta» de Buteflika como una estratagema urdida por el régimen con el fin de ganar tiempo para encontrar a un sucesor que genere consenso entre todas sus familias y evitar los cambios estructurales que exigen las calles del país. Reflejo de su estrepitoso fracaso, el dúo formado por Noureddine Bedoui y Ramtane Lamamra, apuntalados respectivamente primer ministro y viceprimer ministro por Buteflika con la misión de formar un nuevo Gobierno y pilotar la primera fase de la transición, ha sido incapaz hasta la fecha de fichar a nadie para su Ejecutivo.

En vistas de que el campo de Buteflika es el caballo perdedor de la carrera, partidos y organizaciones que tradicionalmente le habían apoyado le han ido abandonando y dando su apoyo al movimiento popular. Entre los casos más notorios se encuentra la propia formación del octogenario, el Frente de Liberación Nacional, así como la patronal y el sindicato oficialista, y la organización de veteranos de la guerra de liberación nacional.

Salah, por su parte, ya había flirteado en anteriores ocasiones con el movimiento popular que ha protagonizado las protestas en el país, pero su movimiento de ayer constituye el golpe más duro propinado hasta el momento a Buteflika, debido tanto a la importancia del Ejército en Argelia como a la estrecha relación que les unía a ambos. La entrada en escena del Ejército era vista por muchos como una cuestión de tiempo, y aunque la maniobra de Salah no deja entrever aún sus intenciones, se teme que su intromisión sea el inicio de una contrarrevolución.

«En Argelia, el Gobierno civil siempre ha administrado, pero han sido los militares quienes han mandado», explica a LA RAZÓN Yasmina Allouche, periodista argelina e investigadora del centro TRT World. «Una interferencia por parte del Ejército sería vista como un obstáculo para la democratización del país y una razón para que la gente sea apartada de los márgenes de la esfera política», continúa.