Terremoto en México
El minuto y 30 segundos que cambió la metrópoli
El colapso de al menos 40 edificios en la capital azteca provocó una nube de polvo y cemento que dejó un rastro de caos y de solidaridad colectiva
El colapso de al menos 40 edificios en la capital azteca provocó una nube de polvo y cemento que dejó un rastro de caos y de solidaridad colectiva.
Las colonias capitalinas de Roma y Condesa donde, habitualmente, reinan las terrazas, los extranjeros y los grandes parques han sufrido un duro golpe que les será difícil superar. Las características de su subsuelo convierten a estos barrios cosmopolitas en perfectas víctimas de los movimientos tectónicos. Los residentes son conscientes, pero su encanto supera los miedos a un posible temblor. Después de haber escuchado un simulacro anunciado contra seísmos, a eso de las 11 de la mañana, nadie apostaba porque la casualidad fuera tan traicionera. En 1985 Ana María, tenía tan sólo un año recién cumplido cuando viviósu primer terremoto.
Residía en la colonia Roma, una de las zonas más afectadas por elseísmo entonces y ahora. Su madre las sujetó a ella y a su hermana gemela hasta que la tierra dejó de moverse debajo del marco de la puerta. Ayer intentaba salir de su casa, pero no alcanzaba a meter la llave en la cerradura. «Normalmente, cuarenta segundos antes de un sismo suele sonar la alarma, algo que el martes no sucedió, de ahí que pillara a mucha gente desprevenida», explica Ana María.
La sacudida fue mucho más intensa que la vivida 10 días antes en el considerado como terremoto más potente del último siglo en México. El bloqueo y el pánico llegan nada más salir del edificio. Una nube de polvo amenaza con entrar en casa, esa nube es producto del colapso de un edificio que se viene encima y cuyos cascotes revientan los coches aparcados en el parking. No hay nada más aterrador que ese sonido que anuncia cómo un gigante de hormigón se parte por la mitad mientras el suelo tiembla de lado a lado. Cuando todo se calma y el polvo se asienta, son los gritos y las alarmas de los coches las que conquistan el ambiente. Superado el bloqueo solo queda correr y salir, da igual que estés en pijama o que dejes todo lo que tienes atrás. Ana María y su compañera de piso, por ejemplo, tienen una mochila de emergencia preparada. Después toca escapar saltando por encima de los escombros confiando en que un cascote no se cruce en tu trayectoria.
En la calle la situación es de pánico y eso es mucho decir para una sociedad acostumbrada a vivir temblores. Como indica Emmanuel, de 35 años, «estamos acostumbrados a seísmos de 6 o 7 grados, por lo menos una vez al año. Obviamente el 19-S del martes no tiene comparación con el del 85, por ejemplo, la luz se reestableció en 12 horas en mi zona». Paulina grita por haber dejado un familiar atrás. Ella pudo escapar desde un sexto piso, pero no llevarse consigo a su madre inválida y ahora ve como su piso ha desaparecido colapsado por el séptimo. El aroma es de una mezcla de gas y polvo, y la banda sonora son ambulancias, gritos de «aléjense» o «no enciendan cigarros que hay fugas de gas». Uno tiende a pensar que ha sido el único afectado, pero solo con girar la esquina puede verle la cara a la devastación. Muchedumbres corriendo despavoridas por miedo a una explosión de gas, gente ensangretada y cubierta de polvo, como si el barrio hubiera sufrido un bombardeo.
Aquí la gente deja todo por ayudar al prójimo. Estudiantes de enfermería, voluntarios de la cruz roja o improvisados, todas las manos son bienvenidas para montar una cadena humana de reparto de alimentos o para donar, en cuestión de minutos, ropa y productos de primera necesidad a los damnificados. "Sentí la necesidad de salir a ayudar, en eso también nos hemos vuelto expertos los mexicanos", reconoce Ana María, que ve cómo la sociedad se ha volcado para atender a los heridos. Curiosamente, esta joven de 33 años realizó ayer el mismo trayecto que su madre tuvo que hacer para localizar a su tío en el centro médico hace ya 32 años. "Me conmocionó pasar por el parque que se hizo como homenaje, a la unidad Independencia, un enorme edificio de pisos que se derrumbó en 1985", confiesa la joven.
En esta ocasión, en Ciudad de México no se han derrumbado tantos inmuebles como entonces, se ha aprendido a mejorar las estructuras y las construcciones. "También los servicios de emergencia y rescate están ahora muy coordinados y son más expertos", añade Ana María. Emmanuel recuerda que en 1985 "tenían que caminar una cuadra y hacer fila para que nos repartieran agua en cubetas". Muchas cañerías y tuberías se rompieron o se llenaron de escombros. "Ahora hay agua embotellada, algo que entonces no circulaba", manifiesta la joven mexicana.
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