Independencia de Reino Unido

El nacionalismo escocés, al asalto de Westminster

El partido liderado por Sturgeon, el SNP, podría pasar de seis a 56 escaños, lo que determinaría el nuevo Gobierno británico

Nicola Sturgeon, líder nacionalista, en un acto de campaña en un colegio en Edimburgo
Nicola Sturgeon, líder nacionalista, en un acto de campaña en un colegio en Edimburgolarazon

Cuando el pasado mes de septiembre el Partido Nacionalista Escocés (SNP, por sus siglas inglés) no logró su sueño independentista y su entonces líder, Alex Salmond, tuvo que dimitir –después de que el 55 por ciento del electorado apostara por la unión en un histórico referéndum–, muchos vaticinaron que la formación necesitaría años para recuperarse políticamente. Pero nada más lejos de la realidad.

El partido, ahora a las riendas de Nicola Sturgeon, ha conseguido todo el protagonismo ante las elecciones generales que Reino Unido celebra el próximo 7 de mayo. El número de afiliados ha pasado de los 25.000 a los más de 100.000 y, según las últimas encuestas, podrían conseguir más de 56 de los 59 escaños reservados para Escocia en la Cámara de los Comunes. En los comicios de 2010, tan sólo se hicieron con seis asientos en Westminster. ¿Cómo se explica este fenómeno? Y lo que es más importante: ¿Qué implicaciones tiene para garantizar de nuevo la unión? Según el analista político de la BBC Nick Eardley, «durante la intensa campaña para el plebiscito, se involucró muchísima gente y aunque finalmente el resultado rechazó la separación, el electorado quedó desde entonces muy implicado».

A pesar de que el Partido Nacionalista Escocés se presenta sólo a nivel regional –es decir, sólo los que están registrados en una circunscripción escocesa pueden votar por él–, a día de hoy, ni conservadores ni laboristas cuentan con posibilidades de alcanzar mayoría absoluta. Lo que significa que los nacionalistas se convierten en jugador clave para las negociaciones postelectorales. «Algunos politólogos ya han sugerido que el partido podría incluso sostener el equilibrio de poder», señala Eardley.

De momento, ya se han descartado algunas opciones. Sturgeon ha adelantado que no llegará a ningún tipo de acuerdo con el actual primer ministro, David Cameron, para mantener a los conservadores en Downing Street. Y a los laboristas les ha advertido de que no les ayudará a gobernar si Ed Miliband no cesa en su apoyo a la renovación del programa de disuasión nuclear británico, conocido como «Trident». En este sentido, el actual ministro de Defensa, el «tory» Michael Fallon, inició una gran polémica esta semana al sostener que el líder de la oposición está «tan desesperado por llegar al poder» que «malvenderá» el sistema de defensa nuclear para asegurarse el apoyo de los independentistas.

En cualquier caso, si finalmente Miliband se convierte en el nuevo «premier», los nacionalistas no estarían interesados en una coalición, sino más bien en ofrecer su apoyo puntual a las leyes que consideren más importantes. A los conservadores, les ha faltado tiempo para advertir de que esto obligará a los laboristas a radicalizar aún más su discurso y su política.

El norte de la frontera siempre había sido hasta ahora un bastión de la izquierda. No en vano, en las últimas elecciones generales, celebradas hace cinco años, los laboristas se hicieron con 41 escaños. Y aunque a priori el auge nacionalista podría verse como un punto a su favor, tal y como ha advertido el líder laborista escocés, Jim Murphy, «cuantos más asientos consiga el SNP en el Parlamento, más posibilidades tienen los conservadores de alcanzar una segunda legislatura». Esto es debido a las singularidades del complejo sistema electoral uninominal mayoritario que rige en el país, donde se favorece la formación de grandes mayorías a costa de ser muy poco representativo.

Con un gobierno «tory» o laborista, la realidad es que a partir del próximo mes de mayo, el SNP va a tener más poder que nunca en la historia parlamentaria británica. Y aunque Sturgeon ha prometido que será una «fuerza progresista comprometida a reformar el sistema para todo Reino Unido, no sólo los escoceses», es evidente que la formación no va a renunciar a sus raíces. En este sentido, la ministra principal escocesa va a luchar por repatriar más competencias al Parlamento de Edimburgo.

¿Otro referéndum?

Por otra parte, aunque ha prometido que votar por el SNP para estas generales no significará votar por la independencia, sí ha dejado la puerta abierta a la celebración de un nuevo referéndum. Para los comicios regionales de 2016, el partido quiere incluirlo de nuevo en su manifiesto programático.

En el último debate televisado, cuando el presentador le recordó que el propio Alex Salmond había dicho que «no volvería a haber un referéndum en una generación», Sturgeon se mostró de lo más esquiva: «Si la gente de Escocia no vota al partido que promete un referéndum, entonces no habrá un referéndum». Tras la respuesta, el público abucheó a Sturgeon ante las cámaras.