Defensa
Europa se enfrenta a su «rearme» ante el desprecio de Trump al vínculo transatlántico
El giro geoestratégico de EE UU deja a los socios comunitarios ante el reto de seguir protegiendo solos a Ucrania y su soberanía e integridad
Hace tres años, los cancillerías europeas se levantaron sobresaltadas al conocer la invasión de Ucrania por parte de las tropas de Vladimir Putin. Fue una sorpresa relativa, ya que en las últimas semanas los servicios secretos estadounidenses habían avisado de una concentración de efectivos inusual en las fronteras del país y el propio presidente ucraniano Volodímir Zelenski había implorado la entrada de Ucrania en la OTAN para quedar protegido por el famoso artículo 5 del Tratado de Washington, la cláusula de defensa colectiva.
“Pensé que teníamos una enorme responsabilidad en ayudar a Ucrania a resistir la agresión, y que había que hacer todo lo posible en su favor. En ese momento no estuve seguro de que fuéramos capaces, pero afortunadamente así fue. Seguramente Occidente tardó en darse cuenta, o minusvaloró por lo menos, la evolución negativa de Putin tanto en su política interior (retroceso democrático) como con relación a sus vecinos. La respuesta a la primera agresión, en 2014, que conllevó la anexión de Crimea violando todos los principios del Derecho Internacional, fue sin duda demasiado blanda”, aseguró el máximo representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell a la Razón, en uno de sus últimas entrevistas antes de abandonar el cargo el pasado 1 de diciembre.
Efectivamente, la invasión de Ucrania obligó a la Unión Europea a dar un salto geopolítico sin precedentes y romper muchos tabúes. Aparte de las sucesivas rondas de sanciones, Bruselas se adentró en un terreno desconocido al, por primera vez, utilizar dinero común europeo en armar a un país. El chantaje energético ruso también obligó a buscar proveedores alternativos de gas. Uno de los países más perjudicados ha sido Alemania que ha debido desengancharse de los hidrocarburos rusos a toda velocidad, lo que ha dañado enormemente a la tradicional locomotora europea y ha demostrado que la estrategia de apaciguar a Putin a través del mayores lazos económicos estaba destinada al fracaso.
Además, los Veintisiete también reaccionaron de manera muy diferente a cómo lo habían hecho durante la crisis de refugiados siria en 2015. Desempolvaron una directiva, inicialmente pensada para conflictos como los Balcanes, que permite una acogida temporal a todos los refugiados de la guerra sin tener que estar sometidos a los procesos de asilo habituales.
Asimismo, la Unión Europea también otorgó a Ucrania en tiempo récord el estatus de país candidato a la Unión Europea, lo que soliviantó a los países de los Balcanes Occidentales que habían estado esperando durante décadas.
Pero este empuje inicial se ha visto lastrado en los últimos años por los retrasos y la dudas en la provisión de armamento. Nadie estaba preparado- tampoco EEUU- para una guerra de estas características con elementos del siglo XX- masiva utilización de artillería y municiones- y del XXI (drones y alta tecnología). Los países europeos han debido vaciar sus arsenales para auxiliar a Ucrania y se han dividido entre aquellos que pedían mayor contundencia y los que temen que ciertos pasos conduzcan a un conflicto directo entre la OTAN y Rusia.
Alemania ha sido uno de los países más prudentes. A pesar de que acabó cediendo sus famosos tanques Leopard, se ha seguido oponiendo a enviar sus misiles de largo alcance Taurus y tampoco permite que el ejército ucraniano puede responder con sus armas contra objetivos militares en territorio ruso. Solo permite repeler los ataques. Además, Ucrania se ha quejado una una otra vez de que necesita más defensas antiaéreas y que no están llegando con la suficiente rapidez.
A todo esto se suman las grietas creciente entre los Estados miembros. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha estado torpedeando la aprobación de nuevos paquetes de sanciones y también el envío de armamento y ve la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca como una oportunidad de terminar la guerra cuanto antes.
Este lunes el colegio de comisarios se desplazará hasta Ucrania para conmemorar el tercer aniversario de la invasión y las cancillerías europeas darán luz verde al decimosexto paquete de sanciones que busca poner coto a la flota fantasma rusa que está ayudando al Kremlin a esquivar las sanciones. Pero aunque la Unión Europea mantiene su compromiso de seguir auxiliando a Kiev, la posibilidad de que Rusia y Estados Unidos acaben pactando una paz humillante para Ucrania a espaldas de los Veintisiete parece cada vez más probable. La Unión Europea sigue exigiendo una silla en la mesa de negociaciones. No solo se dirime el futuro de Ucrania sino también el papel del club comunitario en el tablero del siglo XXI.