Elecciones en Francia
Le Pen se lanza a la conquista de Matignon
La líder de la ultraderecha aspira a aglutinar en las legislativas de junio el malestar de los franceses contra Macron para convertirse en primera ministra
Solo ha transcurrido una semana desde la segunda vuelta de las presidenciales en Francia y ya todos piensan en una sola cosa, las legislativas, la «tercera vuelta». El 12 y 19 de junio, los franceses volverán a las urnas para elegir a los 577 diputados de la Asamblea Nacional, lo que pudiera definir también quién ocupará la silla de primer ministro en Matignon, en una eventual cohabitación con el reelegido Emmanuel Macron.
Con esta idea en mente, los extremos políticos se preparan ferozmente para esa contienda electoral: tanto Jean-Luc Mélenchon, ex candidato de la extrema izquierda y líder de Francia Insumisa (FI), como Marine Le Pen, representante de la extrema derecha y de Reagrupación Nacional (RN), ya están encendiendo motores y calculando posibles alianzas para ganar el mayor número posible de escaños. Si alguno de los dos lograra una mayoría en la Asamblea, Macron estaría en la obligación de nombrarlo jefe de Gobierno.
Le Pen ya ha confirmado que se lanzará a las elecciones legislativas. Y lo hará como candidata por el departamento de Pas de Calais, donde en 2017 obtuvo un aplastante 58,6 % de los votos frente a un candidato del partido de Macron, La República en Marcha. También alcanzó un 57,4% en la segunda vuelta presidencial. En Pas de Calais, Le Pen es recibida como en casa.
Y precisamente, desde esa región, los testimonios de decepción no faltan. Josiane, enfermera de 52 años, se confiesa preocupada –y molesta– por el triunfo de Macron: «Sí, el ganó… ¿pero qué ganó? Un pueblo dividido y sin una verdadera convicción por su presidente. Es triste ganar así. Me preocupa que extienda la edad de la jubilación hasta los 65 años. Marine no habría hecho eso. Marine habría detenido la inflación en los precios de los productos básicos. Habría ayudado a la gente. Sí, tengo pensado volver a votar por ella en junio», asegura la enfermera.
No es de extrañar esta opinión. Josiane vive en Bruay-la-Buissière, localidad de Pas de Calais donde Le Pen consiguió casi un 70% en segunda vuelta. Más allá de las preocupaciones por la inmigración ilegal en uno de los departamentos que más la sufre –ya que es parte de la ruta de migrantes que atraviesan el Canal de la Mancha hacia Reino Unido– los vecinos se inclinaron hacia Le Pen principalmente por su promesas sobre el poder adquisitivo. La candidata de ultraderecha había incluido en su programa de campaña la congelación de 100 productos básicos de la cesta de la compra, incluyendo el controvertido combustible que en los últimos meses se ha visto disparado por las nubes por la guerra de Ucrania.
Lo mismo ocurre en la isla de Córcega, donde triunfó la líder ultraderechista en la segunda vuelta de las presidenciales con el 58% de los votos, nada menos que 16 puntos por encima de Macron.
La estrategia de la candidata de ultraderecha de poner el poder adquisitivo en el corazón de la campaña terminó por conquistar a una isla donde el desempleo alcanza el 6.3% y el índice de pobreza el 18,5%, tres puntos más que en el resto de Francia.
«Yo no voté por el presidente de los ricos. Claro que no», sostiene Marie Bartoli, una mujer de 39 años que atiende una posada turística en Piana, un pequeño pueblo del sur de Córcega. «Yo quiero prosperidad, pero no solo en París, sino en toda Francia. Y por supuesto, en Córcega también. Macron no va a hacer nada por nosotros. Su trabajo es hacer más ricos a los de París», lamenta. «Creo que hay que ponerle a Marine Le Pen al lado para que tome buenas decisiones. Sí, eso sería interesante: una cohabitación de Macron y Le Pen. Ahí sí estaría obligado a escuchar al pueblo», remata Marie.
En el sur, los votantes también lamentan la derrota de Le Pen en las presidenciales. En la ciudad de Fréjus, región del Var, la candidata de RN obtuvo nada menos que el 56,72% de los votos en la segunda vuelta de hace una semana, pero allí el tema de inmigración sí que tuvo incidencia en los resultados. Es lo que expresa Jean-François, de 42 años, un gerente medio en una constructora, que rechaza la cantidad de ayudas sociales que reciben los extranjeros en Francia: «Es triste saber que muchos franceses que han trabajado toda su vida por su familia y por su país no reciben ni mil euros de pensión… y, al mismo tiempo, los que llegan del extranjero ya tienen derecho a unos 300 euros de ayuda y les dan una subvención para vivienda». «¿Crees que es justo eso? Yo creo que Marine Le Pen tiene razón cuando dice que las ayudas sociales deben ser solo para los franceses», zanja convencido.
A esta opinión se suman varias quejas: el número de hijos que los migrantes traen consigo y que quedan como carga económica para el Estado francés, el aumento de la criminalidad en las ciudades puerto como Marsella y Niza y la pérdida de la «identidad francesa» cuando los velos, el árabe y el Corán inundan regiones enteras y desdibujan la cotidianidad tradicional de Francia.
Los simpatizantes de Marine Le Pen ven ya las elecciones legislativas de junio como una nueva oportunidad de dar a la candidata el poder de cambiar las cosas, desafiando al macronismo, al que siguen tildando de arrogante y demasiado parisino. Al mismo tiempo, vuelven a sentir una nueva esperanza –después de la derrota del pasado domingo– proyectándose en una mejora económica que les permita llegar tranquilos a fin de mes.
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