Reino Unido
Fin de una era: Johnson dimite tras tres años turbulentos
En un breve discurso a las puertas de Downing Street asegura que empieza ya el proceso para elegir a un nuevo primer ministro, tras sufrir una oleada de renuncias internas sin precedentes
Boris Johnson siempre quiso ser como su gran héroe, Winston Churchill, pero de alguna manera acabó pareciéndose más a Lord Palmerston el mandatario británico del Siglo XIX al que Karl Marx llegó a llamar “un bromista extremadamente feliz” que “se congracia con todos”. “Cuando no puede dominar un tema, sabe cómo jugar con él”, recalcó. El problema es que en el siglo XXI eso no era suficiente. El alcance del Gobierno se ha ampliado mucho más allá de lo que cualquiera de los hombres imaginaba posible, y un primer ministro moderno es responsable de una maquinaria burocrática que toca casi todos los aspectos de la vida de setenta millones de personas. Y aunque toda su vida Johnson se había estado preparando para interpretar ese papel, en el mismo acto de asegurarlo, lo perdió para siempre. Fracasó. Las mismas mentiras que le llevaron a lo más alto -porque está demostrado que la campaña del Brexit estuvo plagada de falsedades- han acabado firmando su sentencia política.
Poco más de dos años y medio después de ganar una mayoría absoluta histórica, la ambición rubia se vio ayer obligada a presentar su dimisión. Tras más de 50 dimisiones en el Gobierno en tan solo tres días, su situación se había vuelto insostenible. Las mentiras vertidas sobre el escándalo de abusos de la persona que había elegido como responsable de disciplina del Partido Conservador fueron la gota que colmó el vaso para un liderazgo que había quedado ya tremendamente cuestionado por el Partygate. En la moción de confianza del mes pasado, el 41 % de sus filas había votado ya en su contra.
El excéntrico político se había atrincherado en Downing Street insistiendo en que las elecciones de diciembre de 2019 le daban un claro mandato para seguir al frente. Se había planteado, incluso, convocar comicios adelantados. Pero el ultimátum provino de sus propias filas. Una última oportunidad de salir de manera digna o, de lo contrario, enfrentar la humillación de una nueva moción de confianza en la que apenas habría tenido un puñado de votos. Finalmente, decidió aceptar la derrota.
“La razón por la que he luchado tanto en los últimos días para seguir con este mandato no era solo porque quisiera hacerlo, sino porque sentía que era mi trabajo, mi deber, mi obligación para con vosotros: seguir haciendo lo que prometimos en 2019″, aseguraba en el discurso de despedida que ofreció ante la emblemática puerta del Número 10 con la que había soñado toda su vida. Todo su equipo y su mujer Carrie, sosteniendo en brazos a su hija, salieron a aplaudirle. Aunque en la calle se escuchaban gritos de manifestantes que le llamaban “mentiroso”. “Me voy triste de dejar el mejor trabajo del mundo -aseguraba- pero amigos, nadie en política es, ni siquiera remotamente, imprescindible”. “Lamento no haber tenido éxito en esas discusiones, y por supuesto es doloroso no poder llevar a cabo yo mismo tantas ideas y proyectos”, agregó.
En ese momento, lanzó su mayor dardo hacia sus compañeros de partido, un comentario que de inmediato levantó ampollas: “Como hemos visto, el instinto de rebaño en Westminster es fuerte”.
Johnson dimite como líder del Partido Conservador, pero se queda como primer ministro hasta otoño, cuando sus filas elijan un sucesor que automáticamente se mudará a Downing Street sin necesidad de elecciones. Es un proceso formal para evitar que el Gobierno se quede huérfano durante las próximas semanas. Ocurrió lo mismo tras la dimisión de David Cameron y Theresa May. Sin embargo, Johnson se ha convertido ya en una figura tan tóxica que son muchos los que piden que sea otra persona quien se quede como primer ministro interino. Sencillamente, no se fían de él y temen que en otoño vuelva a realizar uno de sus órdagos para crear una nueva crisis institucional.
Durante la reunión que celebró ayer con su Gabinete, Johnson se comprometió a “no poner en marcha nuevas políticas” ni a “imponer cambios de rumbo”. En cualquier caso, eso no es suficiente para algunos como el ex premier conservador John Major, que ayer envió una carta a Graham Brady, el presidente del Comité 1922 que reúne a los tories sin cartera, para pedir su salida. “Por el bien del país, el Sr. Johnson no puede permanecer en Downing Street, cuando no es capaz de mantener la confianza de la Cámara de los Comunes, más tiempo del necesario para asegurar una suave transición de Gobierno”, recalcó.
Por su parte, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, anunció su intención de presentar una moción de censura para echar a Johnson, en el caso de que los conservadores le permitan mantenerse como primer ministro hasta el otoño. “Debe irse ya mismo. No puede aferrarse al puesto durante meses”, matizaba.
El proceso para elegir un nuevo jefe puede tardar semanas o meses. Pero sea quien sea el sucesor hereda una situación extremadamente compleja: una inflación descontrolada que puede superar el 11 %, el renovado desafío independentista escocés, que promete celebrar un nuevo plebiscito de secesión, con o sin permiso de Londres, en 2023 y la polémica respecto al Protocolo de Irlanda del Norte. Johnson había presentado en las últimas semanas una ley con la que estaba dispuesto a modificar unilateralmente el pacto del Brexit alegando que los nuevos controles aduaneros estaba poniendo en riesgo la paz en el Ulster, en definitiva, quería violar un tratado internacional. De no cambiar ahora el rumbo, se podría terminar con una guerra comercial con la UE.
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