EE UU
¿Fin del «affaire» tecno-político en el Despacho Oval?
El cortejo entre Donald Trump e Elon Musk pone a prueba a la democracia estadounidense por el conflicto de intereses que arrastra el hombre más rico del mundo
Las palabras indignadas en X de la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, evidencian el rechazo absoluto de la Administración hacia la información publicada el miércoles que aseguraba el fin del «affaire» tecno-político entre el presidente, Donald Trump, y el Robespierre de los recortes gubernamentales, el jefe del Departamento de Eficiencia, Elon Musk. El presidente «ha comunicado a su círculo íntimo y a miembros de su Gabinete que dejará el puesto en las próximas semanas», indicaba «Politico». La noticia hizo estallar las redes sociales. ¿Acababa de explotar la olla a presión de superegos en el Despacho Oval? ¿El estatus quo se estaba plantando ante las injerencias del hombre más rico del mundo politiqueando en Washington sin haber sido elegido?
El sudafricano corrió a negar la información. «Es falsa», comentó en la publicación de la responsable de prensa. Solo la respuesta obtuvo más de 24 millones de visitas. Por su parte, «Politico» aseguró que «el presidente sigue satisfecho con Elon Musk y su iniciativa para la Eficiencia del Departamento de Gobierno, pero ambos han decidido en los últimos días que pronto será el momento de que regrese a sus negocios y asuma un papel secundario, según tres personas cercanas a Donald Trump que pidieron el anonimato».
Su amistad se ha caracterizado por una evolución tan extrema como la propia naturaleza del DOGE, el acrónimo en inglés para el Departamento que Elon Musk dirige. Empezó en el desencuentro y ahora vive en una constante adulación sin remisión. Un apoyo aparentemente ciego, aunque Trump cuenta con el as en la manga de que se estima que el surafricano debería dejar el cargo cuando sus 130 días como «empleado especial del Gobierno» federal de Estados Unidos concluyan en mayo. Si todo se tuerce, eso le protegerá las espaldas. Pero ¿cómo de fuerte es su vínculo?
La transformación de Musk
La relación entre el presidente y el propietario de Tesla y Space X no siempre fue buena. De hecho, en 2016, Elon Musk era uno de sus opositores. «Creo firmemente que no es la persona adecuada. No parece tener el carácter que refleje bien a Estados Unidos», llegó a decir al canal CNBC. Sin embargo, con el magnate en el poder, el surafricano dio un giro copernicano y en junio de 2017 firmó una primera alianza al entrar en el Consejo Asesor Económico de Trump. El choque no tardó en llegar cuando este retiró al país del Acuerdo Climático de París. El empresario, por entonces adalid de la energía renovable, fue tajante: «Me voy del consejo presidencial. El cambio climático es real. Abandonar París no es bueno ni para Estados Unidos ni para el mundo», escribió en Twitter, que todavía no era de su propiedad.
Tuvieron que pasar cinco años hasta que Trump hiciese un nuevo gesto público para acercar posturas. El expresidente estaba tocado políticamente tras los eventos del 6 de enero en el Capitolio, y sus casos judiciales empezaban a rodearle. La rama de olivo fue un caramelo empapado en elogios. «
En 2022, poco después de comprar Twitter por 44.000 millones, Musk reestableció la cuenta de Trump en la red social, que había sido cancelada tras la insurrección en Washington. Las posturas empezaron a acercarse y el surafricano nacido durante la época del Apartheid empezó a abrazar las tesis más extremas de su nuevo amigo. Especialmente, la lucha contra la inmigración ilegal. «Necesitamos un muro y exigir a las personas que presenten alguna prueba para solicitar asilo y poder entrar, ya que todo el mundo lo está haciendo», tuiteó en septiembre de 2023.
Controversias aparte, por entonces Musk todavía se presentaba como una superestrella que soñaba con ir a Marte, llevar internet a todo el planeta y revolucionar el transporte urbano con los coches eléctricos. Gozaba de popularidad global y Estados Unidos lo aupaba como uno de los suyos gracias a su genio. En marzo de 2024, incluso llegó a anunciar que no contribuiría financieramente en ninguna campaña presidencial. Sin embargo, un hecho lo cambió todo: el intento de asesinato de Donald Trump durante el mitin en Butler (Pensilvania).
Tras el intento de magnicidio, Musk dio un nuevo giro de 180 grados y anunció su respaldo al candidato republicano. Acabó contribuyendo con 290 millones de dólares para su campaña y puso a su servicio el algoritmo de X. La alianza estaba forjada. Pero faltaba el arte del trato en público. Llegó al mes siguiente, cuando ambos aparecieron juntos en un vídeo charlando y Musk le sugirió al candidato establecer «una comisión dedicada a la eficiencia gubernamental». Más aún, el CEO de Tesla se ofreció a dirigirla. «Estoy dispuesto a servir», publicó en X. El hombre más rico del mundo quería entrar en política en la oficina más poderosa de la Tierra: la Casa Blanca.
Musk se lanzó sin contemplaciones. Llegaron los mítines, las apariciones públicas, inundar las redes sociales con consignas pro-MAGA, e iniciativas de dudosa reputación democrática como donar un millón de dólares cada día a un votante republicano. La coronación del surafricano se escenificó en la fiesta electoral en Mar-a-Lago (Florida). Días después de la victoria, fue nombrado codirector del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Los dos meses posteriores a las elecciones presidenciales los pasó en una casa a pocos metros de la residencia del presidente, según «The New York Times».
Tras la inauguración presidencial, Musk no tardó en hacerse demasiado presente en el corazón político del país; algo que sigue enfureciendo a muchos altos funcionarios y políticos de ambas bancadas. El hombre que soñaba con llevar a América a Marte incluso ha sido acusado de tener ambiciones presidenciales sin haber sido elegido, o ser ciudadano, hecho que lo excluye del cargo. Trump tuvo que salir al paso. «No, no va a asumir la presidencia. Eso no va a suceder», llegó a declarar el hombre más rico del mundo.
Desde su llegada a la Casa Blanca, el circo de encuentros esperpénticos solo ha reforzado la imagen altiva del surafricano paseándose con una gorra negra de MAGA, dispuesto a utilizar la sierra que le regaló el presidente argentino, Javier Milei, para hacer los mayores recortes de la historia estadounidense. En ello está: USAID, Voice of America, becas para estudiantes, programas de diversidad y ayudas sociales, entre otros, han caído bajo las cuchillas. No serán los únicos.
Musk como villano
Como cara pública de la guillotina económica, el dueño de Tesla se ha granjeado el recelo y el odio de muchos. Desde que se incorporó al Gobierno su popularidad está en caída libre, y con ella sus negocios. Algunos de sus detractores han pasado a la acción vendiendo o vandalizando sus vehículos, así como los cargadores de electricidad. Varios concesionarios han sido quemados. «Las acciones se han reducido prácticamente a la mitad. Es muy preocupante», admitió recientemente a Fox News. El lunes pasado, cayeron un 1,7% adicional después de perder más del 34% de su valor este año.
Diversos analistas aseguran que meter a Musk en los pasillos del Pentágono también ha sido un grave error. Tanto económico como de inteligencia. Aunque, según la filosofía del presidente, resumida en «El arte del trato» (1987), su apuesta por un ser tan histriónico es parte de su forma de gobernar. La llama «hipérbole veraz» y la define como «una forma de exageración muy efectiva para la promoción», que se lleva a cabo a través de «la bravuconería». El objetivo: «Juego con las fantasías de la gente. Puede que la gente no siempre piense a lo grande, pero aun así puede emocionarse mucho con quienes sí lo hacen. Por eso, un poco de hipérbole nunca viene mal. La gente quiere creer que algo es lo más grande, lo más grandioso y lo más espectacular».
Si el «affaire» tecno-político con Musk está llegando a su fin, pocos son los demócratas que desean que termine con un simple adiós. El runrún de que una confrontación grave e irreconciliable podría ser el principio del fin del movimiento MAGA está en el aire. Por otro lado, en caso de que la relación explote, el neoyorquino también cuenta con una respuesta en su libro, en realidad escrito por el periodista Tony Schwartz. «Sobre la mala prensa: desde una perspectiva puramente empresarial, las ventajas de que se escriba sobre uno superan con creces a las desventajas. Lo curioso es que incluso una noticia crítica, que puede resultar hiriente a nivel personal, puede ser muy valiosa para tu negocio». Con o sin el mil millonario surafricano, la presidencia aislacionista de Trump seguirá adelante.