Entrevista

Una heroína entre las bombas: «Los rusos me torturaban para que confesara crímenes que no había cometido»

La paramédico ucraniana Yuliia "Taira" Paievska: detenida durante tres meses en una cárcel de Putin, relata a LA RAZÓN la dureza de la guerra contra Rusia

Yuliia Paievska, conocida como Taira, una célebre médica.
Yuliia Paievska, conocida como Taira, una célebre médica.Agencia AP

Su historia es única, valiente y esperanzadora. Yuliia “Taira” Paievska, paramédica fundadora del cuerpo de ambulancias voluntarias Ángeles de Taira, se ha convertido en una de las caras más visibles de la guerra de Ucrania. Capturada por las tropas rusas y encarcelada durante más de tres meses sufriendo torturas en condiciones inhumanas, su supervivencia se traduce hoy en día en ejemplo de coraje y sacrificio para millones de personas en todo el mundo.

“Si no hubiera sido por la insistencia y la resistencia de la sociedad, estoy segura de que no estaría viva ahora mismo”, explica convencida desde Washington en una entrevista exclusiva para LA RAZÓN. El Departamento de Estado y la Casa Blanca le acaban de otorgar uno de los premios “Mujeres Internacionales de Coraje” en reconocimiento a su labor de atención y asistencia médica a heridos de guerra, civiles y militares, de ambos bandos del conflicto.

“Es un momento agridulce: estoy muy agradecida y abrumada por esta atmósfera, sintiendo que hago algo útil para el mundo, pero a la vez estoy muy triste porque en los últimos días han muerto muchos de mis amigos a manos de agresores rusos en primera línea de guerra”.

El granito de arena de Taira en esta guerra han sido las ambulancias de evacuación voluntarias no armadas Ángeles de Taira, creadas originalmente en 2015, que han servido desde que dio comienzo la invasión rusa en febrero de 2024 “para evacuar a civiles y militares del frente de batalla o aquellos que lo necesitan”. Así, se les facilita instalaciones de cuidado médico y, mientras se desplazan por las zonas de conflicto, les ofrecen asistencia médica. “Todo el material y las cosas técnicas, coches y ambulancias, fueron destruidos en Mariupol, pero la gente sobrevivió. Así que ahora estas personas están en otras unidades de las fuerzas ucranianas y siguen haciendo su trabajo desde ahí”.

Taira reconoce con humildad que no se considera una persona excepcional: “Éste no es mi premio personal, sino para todas las mujeres ucranianas. Todas ellas son mujeres fuertes y están resistiendo al enemigo en esta agresión rusa. Todas estamos unidas y hacemos todo lo necesario. Algunas en primera línea del Ejército, otras detrás. Pero todas juntas, a pesar de la lengua y la nacionalidad. Todas somos ucranianas y todas tenemos una meta en común”, explica en una conversación privada, facilitada por el equipo de prensa de la Administración Biden. Y añade, con esperanza y convicción: “Ganaremos lo antes posible y nuestros territorios serán liberados”.

Al preguntarle por detalles de su experiencia en cautividad, enseguida se resiste a contestar. “Me gustaría rechazar la pregunta porque, si describo específicamente mi tortura y sufrimientos, podría tomarse en apoyo a los que todavía están allí ahora en cárceles rusas”, justifica con angustia.

Pero, antes de poder reaccionar, decide retomar la palabra: “Tenemos mucha gente detenida por ninguna razón. Completamente ilegal. No hay ley ahí, absolutamente nada. Denegados de asistencia médica, ni medidas de higiene, ni cepillo ni pasta de dientes… nada. Las condiciones de cautividad son muy muy difíciles”, recuerda todavía con dolor.

Durante los tres meses y un día que duró su encarcelamiento, sólo pudo ducharse una vez. “No te dan ropa limpia para cambiarte, con lo que llevas puesto es con lo que te quedas”. Le requisaron las pertenencias personales, incluyendo la medicina que necesita. Para la tiroides, una pastilla diaria sin la que no puede funcionar con normalidad y, para el asma, un inhalador sin el cual tiene dificultades para respirar. “Cuando lo necesitaba, tenía que llamar a la puerta para pedir que me lo dieran. A veces tardaban diez minutos, a veces una hora”.

Le impidieron todo contacto con el mundo exterior. “No podía preguntar nada. Ni por la guerra, ni por unidades militares. Me hacían preguntas totalmente estúpidas delante de la cámara”, añade. Y “también tienen material de tortura” que utilizaron con saña contra Taira cuando “querían que hablara a cámara y confesara crímenes que no había cometido”, explica sin querer recordar más detalles. “Me resistí y me castigaron, recibí más y más tortura”, añade.

Aunque durante esos meses, desde el 16 de marzo hasta el 17 de junio de 2022, Taira no estuvo sola. Junto a ella, otras 21 mujeres ucranianas compartieron la minúscula celda de 3 x 6 metros siendo prisioneras de las fuerzas rusas. Pero sí fue la única de todas ellas liberada después, a cambio de un hombre ruso al que no pudo distinguir sin sus gafas. También se las habían requisado junto a sus pertenencias.

Antes de ser capturada, Taira había arriesgado su vida grabando desgarradoras imágenes desde una cámara de vídeo corporal. La paramédica ucraniana registró las atrocidades de los militares rusos en el campo de batalla en lo que un inicio, antes de estallar el conflicto, iba a servir para un documental de Netflix y entregó el material en una pequeña tarjeta de datos a la agencia Associated Press, que su equipo de corresponsales pudo sacar de Mariupol escondida en un tampón, al ser los últimos en abandonar la zona totalmente destruida y cruzando, para ello, hasta 15 posiciones de control de ruso.

Haberse ocupado de soldados ucranianos y rusos por igual durante su labor de atención médica en el área más afectada por el conflicto bélico, también le salvó la vida. Tras la creciente presión social por su retención, las fuerzas rusas decidieron liberarla.

Dejando, muy a su pesar, a muchos otros atrás. “Desafortunadamente, esto sigue pasando. Hay personas capturadas desde hace un año. Voluntarios que no han podido ser intercambiados por ninguna ley internacional. Alegan que la gente es nazi o algo así y les niegan liberarlos”, denuncia con rabia, añadiendo: “Mantienen en cautividad a gente que son médicos, personal sanitario, civiles, niños… A los niños se los llevan a Rusia, aunque sus padres sigan vivos. Se están llevando a nuestros niños”, sin saber a dónde exactamente ni por qué.

Y, a pesar de la desgracia, alza la voz para explicarle al mundo desde Washington que “la sociedad ucraniana está unida frente a tan fuerte enemigo. Y ahora mismo estoy intentando hacerle saber al mundo entero qué está pasando en realidad allí y decirles a todos lo valiente que es mi gente y lo grandes que son nuestros soldados”, resalta con orgullo y admiración.

Una admiración que traslada a modo de agradecimiento: “No vamos a pedir que vengan a Ucrania y luchen en nuestras filas, de nuestro lado - si alguien quiere hacerlo, que lo haga -, podemos hacerlo solos. Pero si nos pueden ayudar con asistencia médica, curando a nuestros heridos, ayudándonos con armas, organizando después de la guerra la fase de recuperación de nuestro país… estaremos muy agradecidos. Estamos muy agradecidos por lo que están haciendo por nosotros”.

Otra decena de mujeres ejemplares procedentes todo el mundo han sido galardonadas, junto a Yuliia “Taira” Paievska, en una ceremonia organizada tradicionalmente por el Departamento de Estado, que en su 17 edición la primera dama Jill Biden también se ha implicado como anfitriona, entregando los premios por primera vez en la Casa Blanca, haciéndolos coincidir con el Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de mazo.

Ahora, ya de vuelta en Ucrania tras recibir el reconocimiento en la capital estadounidense, la premiada tiene previsto seguir haciendo exactamente lo mismo: “Todo lo que he hecho en esta guerra: mi trabajo en el frente, atendiendo a los heridos”.