Historia

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La habitación 306 del Motel Lorraine

Una bala segó su vida el 4 de abril de 1968 en Memphis. James Earl Ray se declaró culpable, aunque las incógnitas rodean al asesinato.

James Earl Ray disparó al reverendo King a las seis de la tarde del 4 de abril de 1968. Sobrevivió una hora
James Earl Ray disparó al reverendo King a las seis de la tarde del 4 de abril de 1968. Sobrevivió una horalarazon

Una bala segó su vida el 4 de abril de 1968 en Memphis. James Earl Ray se declaró culpable, aunque las incógnitas rodean al asesinato.

El Motel Lorraine, situado en el número 450 de la calle Mulberry de Memphis (Teneesee), es desde 1990 el Museo Nacional de los Derechos Civiles. La entrada cuesta 15 dólares para los adultos y 12 para los niños. En su tienda se pueden comprar desde camisetas con el rostro del reverendo King o la leyenda «I am a man» hasta tazas, gorras, bolsas o llaveros en cuyo cuero se ha estampado el número de la habitación donde Martin Luther King fue asesinado. Hoy, esa habitación, cuyas cortinas descorridas permiten mirar el interior, es el mayor atractivo para quien visita el centro. En la barandilla frente a la 306, en el segundo piso, cuelga una corona de flores para que nadie olvide que fue ahí donde el reverendo que enarboló la bandera de la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos cayó un 4 de abril de 1968 abatido por una bala. El pastor y sus hombres de confianza habían acudido a Memphis para participar en una manifestación para equiparar los sueldos de los basureros. Martin Luther King tenía 39 años y le rondaba la idea de que cualquier día podía ser el último. Así lo dijo en su sermón al noche antes de su muerte: había subido a la colina más alta y visto la Tierra Prometida, pero quizá no podría llegar a ella junto a sus fieles. Fue un discurso premonitorio. La mañana del 4 de abril, primavera ya, el tiempo se antojaba antipático, más otoñal. Compartía la 306 con uno de sus fieles, el reverendo Ralph Abernathy. No durmió bien porque le dolía la espalda. A las seis de la tarde salió a respirar al balcón y le pidió al músico Ben Branch que tocara para él «Take My Hand, Precious Lord». Dicen que fueron sus últimas palabras. Después se escuchó un disparo y el reverendo cayó herido mortalmente al suelo. La bala le entró por la mejilla derecha, le destrozó la mandíbula y le alcanzó la médula espinal. Una hora y tres minutos después falleció y Estados Unidos, de norte a sur y de este a oeste ardió.

Delitos de poca monta

El autor material del disparo fue James Earl Ray, un ex convicto fugado apostado en el cuarto de baño de una habitación cercana desde donde tenía excelente visión para no errar el tiro. Y no lo hizo. Le bastó una bala para cambiar el rumbo de la historia. Procedía de una familia con escasos recursos y había frecuentado la cárcel por robos y delitos de poca monta. Dicen que por su cabeza rondaba la idea de pasar a la posterior idad como un héroe, alguien protagonista de una hazaña. Desde el momento del asesinato se convirtió en el hombre más buscado. Huyó a Canadá con pasaporte falso, visitó Lisboa con el objetivo de embarcar rumbo a África hasta que cayó en el aeropuerto londinense de Heathrow en junio. Sin embargo, las incógnitas sobre si actuó solo o el asesinato fue fruto de una conspiración permanecen abiertas cincuenta años después.

Ray se declaró culpable al ser arrestado, pues era la única manera de no ser condenado a la pena capital. Le esperaban 99 años en prisión. Tiempo después aseguró que le obligaron a testificar su culpabilidad y que aunque él compró el rifle en una tienda en Airport Highway (sus huellas estaban en el arma y en los binoculares que dejó tras su precipitada marcha) se lo dio a un tal Raoul Pereira, integrante de una organización supremacista de Missouri que le había ofrecido 50.000 dólares por la cabeza del reverendo. Todo esto quedaría reflejado en un libro que publicó desde prisión a principios de los 90. La familia de King incluso se entrevistó con él (su hijo menor, Dexter, el más parecido físicamente a su padre, creyó en su inocencia después de verle entre reja, gesto muy criticado) y creyó que no trabajó solo sino que detrás había una conspiración perfectamente organizada en la que la mafia, el ejército, el FBI y la CIA (que le espiaba al considerarle un conspirador comunista peligroso) no habrían sido ajenos a un persdonaje incómodo como era el de King. A esto se añaden los jugosos testimonios en forma de libro del abogado de Ray, William Pepper. Todo apunta a que James Earl Ray se convirtió en el chivo expiatorio y murió entre rejas debido a una dolencia hepática en abril, maldito mes, de1998.