Túnez
La inmolación de un periodista convulsiona Túnez
Antes de morir, Abderrazak Rezgui llamó a los jóvenes a retomar la revolución de ocho años atrás
Antes de morir, Abderrazak Rezgui llamó a los jóvenes a retomar la revolución de ocho años atrás.
Cerca de una veintena de personas fueron arrestadas en Túnez ayer en la segunda jornada de enfrentamientos contra las Fuerzas de Seguridad tras la inmolación el lunes de un periodista como protesta por la precariedad social y económica en el país. Los datos fueron facilitados ayer por el portavoz del Ministerio del Interior, Sofiene Zaag. Según recoge la agencia Efe, trece personas fueron detenidas en la ciudad de Kasserine, próxima a la frontera con Argelia, y otras cinco en la región de Tebourba, a 30 kilómetros del norte de la capital, durante las manifestaciones nocturnas del martes.
El pasado lunes, Abderrazak Rezgui, un cámara de 32 años que trabajaba en una cadena privada de televisión, murió a causa de las heridas sufridas al inmolarse en la plaza pública de la ciudad de Kasserine con la intención de denunciar la degradación de las condiciones de vida, principalmente de los jóvenes desempleados. La Policía judicial abrió al día siguiente una investigación para aclarar las causas de su muerte en la que varias personas han sido interrogadas y podrían enfrentarse a los cargos de asesinato y no asistencia de persona en peligro.
Antes de pasar al acto, Rezgui compartió un vídeo en directo en las redes sociales en el que explicó que con su acción pretendía iniciar una revolución como la que se desató hace ocho años tras el suicidio del joven Mohamad Bouazizi en la localidad vecina de Sidi bou Sid. Aquella acción desencadenó una marea de protestas sociales en las zonas rurales de Túnez que pronto se propagó a la capital y que obligó a abandonar el país al dictador Zineelabidine Ben Ali en lo que fue el estallido de las denominadas «primaveras árabes». En su mensaje, el periodista denunció la marginación y la precaria situación social que sufre la región, una de las más pobres y deprimidas del interior de Túnez. «He decidido hoy poner en marcha una revolución. Quien quiera apoyarme será bienvenido. Voy a protestar solo, voy a inmolarme y si al menos una sola persona logra un puesto de trabajo gracias a mí, estaré satisfecho», declaró frente a la cámara.
Asimismo invitó a los jóvenes de Kasserine a salir a la calle para reclamar sus derechos tras ocho años de «promesas incumplidas» formuladas durante la llamada «revolución del Jazmín». «Reclamad vuestro derecho, protestad, quemad neumáticos... El Estado no quiere movimientos pacíficos», fueron las últimas palabras de su alegato.
Por su parte, el Sindicato Nacional de Periodistas Tunecinos (SNJT) amenazó con una huelga general y acusó al Estado de «contribuir a transformar el sector mediático en un foco de dinero sucio que sirve a intereses particulares, sin control y sin respeto por las leyes y la normativa laboral».
Pese a que su transición política es aún el único éxito que queda de las «primaveras árabes», Túnez sigue sumido en una grave crisis económica y social sostenida en los mismos problemas que llevaron a la revolución: el desempleo, que asciende al 35% entre los jóvenes, y la corrupción, endémica en el país. La falta de una verdadera revolución económica llevó al Gobierno a pedir un préstamos por valor de 2.500 millones de euros al FMI a cambio de una serie de políticas de austeridad.
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