Política

Crisis política en Italia

La izquierda cainita acaba con diez meses convulsos

Letta fue designado «a dedo» por Napolitano, superó una moción, pero ha sido traicionado por su círculo íntimo

La Razón
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En Italia no hace falta ganar unas elecciones para convertirse en jefe de Gobierno. Basta tener perfil de hombre de Estado capaz de salvar el país cuando éste parece derrumbarse, como ocurrió con Mario Monti en noviembre de 2012. También puedes ser el «número dos» del candidato que se presenta a unos comicios sin ser luego capaz de formar un Ejecutivo y te toca a ti sustituir al jefe cuando éste se ve obligado a dimitir. Es el caso que protagonizó Enrico Letta hace menos de un año. Y se puede además llegar a ser primer ministro por medio de los juegos de poder, la lucha de egos y los navajazos a los compañeros. Esta última ha sido la estrategia de Matteo Renzi, secretario general del Partido Democrático (PD) y, desde ayer, «premier in péctore» tras fulminar a Letta en la reunión de la comisión ejecutiva que celebró esta formación izquierdista.

Renzi, de 38 años y sin experiencia política nacional (ni siquiera tiene un escaño en el Parlamento), no puede decir que tiene el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Sólo cuenta en su haber con el respaldo del 67,55% de los casi 2,8 millones de personas que participaron en las elecciones primarias que el PD celebró el pasado mes de diciembre. Es decir, con 1.895.332 votos va a gobernar, si nada se tuerce, sobre los 61 millones de italianos. No es escaso el botín obtenido por el alcalde de Florencia, que esperaba su momento desde que Pierluigi Bersani, quien le derrotó en las primaras de diciembre de 2012, se estrellara hace un año en su intento de formar un Gobierno.

El secretario general del PD parece haber elegido con sumo esmero el momento para lanzar su ataque final a Letta. Italia goza estas últimas semanas de una estabilidad no vista en los últimos tres años. De haber persistido la tormenta financiera que acechaba al país hasta hace bien poco, Renzi no se habría atrevido a fulminar al primer ministro para liderar un nuevo gobierno. La estabilidad le ha permitido consumar su asalto al poder. Esta cierta tranquilidad se explica por dos motivos: la intervención del Banco Central Europeo y el buen hacer del Gobierno saliente, no sólo en lo económico, también dentro de las arenas movidizas de la política italiana, donde el acoso de Berlusconi y los suyos ha sido constante.

Hasta el que se ha destapado como el enemigo íntimo de Letta reconocía ayer sus habilidades antes de acuchillarle. Renzi dijo de su «víctima», sin ningún tipo de rubor, que había guiado un «Ejecutivo de servicio, nacido en un momento delicado desde el punto de vista político, económico y social» que había logrado una «aportación significativa», de modo particular para «alcanzar los objetivos europeos». Con estas palabras Renzi culminaba el enésimo caso de cainismo en la izquierda italiana, una práctica habitual que ya exploraron antes personajes como Massimo D'Alema o Walter Veltroni. El deshaucio fratricida es para Letta aún más doloroso porque había enviado hace semanas a lidiar con el alcalde de Florencia a su hombre de confianza, Dario Franceschini, a quien premió al principio de la legislatura con el Ministerio para las Relaciones con el Parlamento y la Coordinación de las Actividades del Gobierno. Franceschini, como tantos otros, ha acabado traicionando al primer ministro. Al notar el cambio del viento, no ha tenido empacho en pasarse a las filas del que sonaba como caballo ganador. Tal vez ahora se arrepienta Letta de no haberle hecho caso a algunos de sus hombres más cercanos el pasado otoño, cuando le aconsejaron que participara en las elecciones primarias del Partido Democrático –que acabó ganando Renzi– para consolidarse como líder y obtener un respaldo público que le diera legitimidad. No siguió el consejo y prefirió centrarse en seguir sacando a Italia de la crisis, algo que ha logrado en parte, pero que no le ha servido para seguir en el poder.

¿Cómo responderán los mercados?

La Bolsa de Milán, quizás ya por la costumbre, apenas reaccionó ayer a los movimientos de sus políticos. Cerró una jornada plana, con una caída del 0,17%. Incluso, el Tesoro italiano colocó 7.500 millones de euros en bonos a 3, 7 y 30 años con una bajada general de tipos de interés. La reacción a tener en cuenta será la de hoy, cuando a la estabilidad de Letta le suceda la incógnita de Renzi.

Las salidas del ex «premier»

1.- Unirse al Gobierno

Pese a que es la opción menos factible, está la posibilidad de que Enrico Letta sea invitado por su eventual sucesor, Matteo Renzi, a formar parte del nuevo gobierno italiano al mando de algún ministerio.

2.- Destino, Europa

La Unión Europea podría ser su próxima parada. Su nombre podría sonar para ocupar un alto cargo en las instituciones europeas. Es un terreno en el que se mueve con soltura tras ocupar el ministerio italiano de Asuntos Europeos.

3.- Segundo plano

Tal como sucedió con Mario Monti, quien pasó a segundo plano luego de su renuncia como primer ministro, existe la opción de que Letta sea relegado y su nombre pierda protagonismo dentro de la escena italiana.