Guerra de Kosovo

La pobreza fuerza otro éxodo masivo de Kosovo

Una niña inmigrante, tras desembarcar en el puerto de Lerapetra en Grecia
Una niña inmigrante, tras desembarcar en el puerto de Lerapetra en Grecialarazon

Los kosovares se ven obligados a emigrar a Alemania ante la falta de oportunidades y siembran dudas sobre la viabilidad del país más joven de Europa.

Completamente agotada, Morea se acurruca dormida junto a su padre. Hace tan sólo cinco días, esta pequeña de 18 meses puso rumbo junto a toda su familia desde Ferizaj, una ciudad siutada al sur de Kosovo, hasta Alemania, donde, por fin, rendida ha encontrado a su llegada algo de descanso sobre un colchón que se encuentra tendido en una sala de espera de la comisaría de Passau, al sur del país, junto a la frontera de Austria. Mientras le acaricia el pelo, su padre recuerda la dureza de los últimos días. En sus ojos todavía puede verse el amargo recuerdo y el miedo que supuso tener que atravesar junto con su mujer y su hija el río que hace de frontera entre Serbia y Hungría o el cautiverio que supusieron las largas horas de carretera dentro de un autobús atestado de gente. Angustiado trata de convencerse y se dice a sí mismo con tristeza que «podríamos haber muerto pero, en cualquier caso, no habríamos tenido ninguna esperanza de vida en Kosovo».

Desde hace dos meses, cada tarde parten desde Pristina, la capital kosovar, hasta diez autobuses abarrotados con destino al norte. De poco vale que Belgrado haya endurecido las condiciones a todos aquellos que portan un pasaporte kosovar. Conductores y kosovares, llegados de todos los rincones de este joven país todavía en disputa, se las arreglan para viajar a través de Serbia hasta llegar a Subotica, una pequeña ciudad cercana a la frontera serbo-húngara para, desde ahí, ya sea con la colaboración de contrabandistas o de la mano de policías corruptos, continuar hasta Austria, Escandinavia o Alemania. Una situación que se repite a diario y de la que dan buena cuenta los policías alemanes que trabajan en la frontera germano-austriaca en la que se registran, desde hace unas semanas, hasta 60 inmigrantes ilegales cada día.

Lo que empezó como un pequeño flujo de aquellos que buscaban una vida mejor fuera de Kosovo empieza a adquirir las características de un éxodo masivo, lo que ha llevado a los funcionarios de la embajada germana en Pristina a advertir sobre lo que ellos ya denoninan como «asilo-avalancha» desde este territorio balcánico. Confirman esta sangría de población los datos. Si durante todo el año pasado apenas 744 albano-kosovares solicitaron asilo en Alemania, sólo el pasado mes de enero lo pidieron un total de 3.630, según cifras del ministerio germano del Interior. Un aumento espectacular en el que el kosovar fue el segundo mayor grupo en pedir asilo en Alemania, detrás de los sirios. En tercer y cuarto lugar se colocan serbios y albaneses.

La preocupación del Gobierno alemán es tal que ha anunciado que enviará a la frontera de Hungría con Serbia a una veintena de agentes para «colaborar» en la vigilancia fronteriza. Siete años después de la declaración de independencia unilateral, Kosovo, con una población que roza los dos millones de personas, tiene el dramático honor de ser uno de los países más pobres de Europa. La tasa de desempleo (que en el caso de los jóvenes supera el 55%)incluye casi a la mitad de la población, lo que obliga a un tercio de sus ciudadanos a vivir en la pobreza a tenor de unos ingresos que, en algunos casos, no llegan ni a un euro diario. El porcentaje de personas que en este momento viven bajo el umbral de la pobreza supera el 30%. Además, entre los kosovares existe un elevado grado de desconfianza hacia la clase política, atrapada en un sinfín de causas de corrupción. Una situación que, a falta de un desarrollo económico –su PIB per cápita es de 2.749 euros–, y vistas de un mejor horizonte, está obligando a muchas personas a buscarse un futuro mejor lejos de las fronteras de este país, aunque sea de forma ilegal y sin importarles las consecuencias que pueda acarreales el tomar esta decisión. Sin embargo, la creencia de que en Alemania aguarda el sueño de una vida mejor se desvanece para la mayoría de ellos en cuanto llegan a suelo germano.

La tasa de aceptación de solicitudes de ciudadanos kosovares es de cerca del cero por ciento, a lo que hay que sumar que los kosovares que no abandonen Alemania dos semanas después de este rechazo corren el peligro de ser expulsados del país, lo que lleva implícita la prohibición de pisar el espacio Schengen durante cinco años. De poco vale que muchos inviertan todo lo que tienen para llegar a su destino, ya que la mayoría de las veces el sueño se acaba convirtiendo en pesadilla. Un motivo que, instado por diplomáticos occidentales, ha obligado al Gobierno de Pristina a lanzar una campaña para evitar este éxodo y que llevó a un representante del Estado alemán de Baviera a difundir en un reciente viaje a Kosovo el siguiente mensaje: «Todo el mundo debe saber que la ley no proporciona asilo en Alemania». Sin embargo, todos los días parten autobuses repletos desde Kosovo con destino a un futuro mejor. Una situación que han sabido aprovechar las mafias y los contrabandistas para, en una situación de extrema necesidad como la que viven los kosovares, ofrecerles las mieles de El Dorado alemán, aun a sabiendas de que lo que realmente les espera allí no es más que un billete de retorno a Kosovo.