Brexit

El Ulster frustra el acuerdo con la UE

Pese a los últimos avances, Reino Unido y los Veintisiete no logran cerrar los últimos flecos del divorcio. Los unionistas, socios de May, se oponen a un estatus especial que los aleje de la autoridad de Londres

Theresa May y Donald Tusk en la reunión en Bruselas
Theresa May y Donald Tusk en la reunión en Bruselaslarazon

Pese a los últimos avances, Reino Unido y los Veintisiete no logran cerrar los últimos flecos del divorcio. Los unionistas, socios de May, se oponen a un estatus especial que los aleje de la autoridad de Londres.

Fumata gris. Al menos, por el momento. La «premier» británica, Theresa May, acudió ayer a la capital comunitaria con los deberes hechos: un acuerdo bajo el brazo con la República de Irlanda para evitar una frontera dura en el Ulster y, de esta manera, preservar los acuerdos de paz de Viernes Santo tras décadas de terrorismo del IRA. Pero el enemigo a veces está en las propias filas (o en las de los socios de Gobierno) y los unionistas de Irlanda del Norte, en los que May se apoya tras las últimas elecciones en las que perdió la mayoría absoluta, vetaron esta propuesta. A pesar de esto, tras meses de tensiones, en la capital comunitaria el humor comienza a cambiar. «¡Dime por qué me gustan los lunes! Animado tras mi llamada telefónica con el ‘Taoiseach’ [primer ministro irlandés] Leo Varadkar sobre el progreso en el asunto de Irlanda en el Brexit. Nos acercamos al progreso suficiente en la cumbre europea de diciembre», tuiteó eufórico el presidente permanente del Consejo, Donald Tusk, antes de reunirse con la inquilina de Downing Street.

Pweo horas después, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, compareció junto a Theresa May para dar un baño de realidad a las optimistas palabras de líder polaco. Las tornas han cambiado, Londres está cumpliendo a regañadientes y la estrategia de los Veintisiete parece que empieza a surtir efecto. Pero nada está hecho. Habrá nuevas reuniones a finales de esta semana para preparar el camino de cara a la semana que viene. «Pese a nuestros mejores esfuerzos y los progresos significativos que nosotros y nuestros equipos hemos realizado en los últimos días en los tres temas del divorcio, no ha sido posible alcanzar un acuerdo completo hoy [por ayer]», reconoció Juncker, a la vez que calificaba a May de dura negociadora. «Ambas partes han trabajado duro y de buena fe. Negociamos duro y se ha hecho mucho progreso en muchos de los asuntos. Hay entendimiento común, pero está claro que queremos movernos juntos y en un par de asuntos hay diferencias que requieren consultas y más negociaciones», reconoció la «premier» británica. Varadkar, en cambio, se mostró «sorprendido y decepcionado» por el fracaso del preacuerdo.

Ayer, precisamente, vencía el ultimátum dado por los Veintisiete a Downing Street para proponer un acuerdo con los tres puntos en liza (derechos de los ciudadanos europeos que viven en Reino Unido y viceversa, factura del divorcio y frontera de Irlanda). Sólo entonces los todavía socios de Reino Unido están dispuestos a comenzar a negociar el futuro acuerdo con Londres que entre en vigor tras haber consumado el divorcio. Se espera que en la cumbre de la próxima semana (los días 14 y 15) se produzca la luz verde que permita una negociación todavía informal hacia un acuerdo de libre comercio. Es el espaldarazo que la debilitada May necesita con el fin de paralizar la fuga de empresas vivida en el país ante la incertidumbre causada por el portazo británico y su gran triunfo de cara a los «brexiters» duros de su partido, que no han dejado de ponerle zancadillas en los últimos meses y de amagar con constantes revueltas.

Según aseguró ayer el diario «Financial Times», el documento (todavía un borrador) que May presentó ayer en el almuerzo con Juncker consta de dos palabras mágicas: alineación normativa referida al territorio de Irlanda del Norte. El eurodiputado de Los Verdes Jean Lambert, que forma parte de la delegación del Parlamento Europeo para el Brexit, confirmó ante la Prensa este paso adelante, aunque sin explicar el significado de este término.

Bruselas y Londres siempre han estado a favor de evitar una frontera dura entre las dos Irlandas que invoque el fantasma de los peores momentos del terrorismo sectario. Esto significa que para pasar de un territorio a otro no volverán los controles aduaneros. Pero Londres ha renunciado al mercado común y la cuadratura del círculo parece difícil de conseguir. Los Veintisiete, en sus «líneas rojas» al Gobierno británico, apuesta por una «solución imaginativa» y creen que debe ser Londres, ante la alta sensibilidad política del tema, quien proponga soluciones. Hasta ahora, los diplomáticos comunitarios habían calificado las propuestas del otro lado del Canal de la Mancha de «pensamiento mágico». Aceptando que no habrá divergencias normativas en el territorio de Irlanda del Norte respecto a Irlanda, se acepta una solución «ad hoc» que supone la vigencia de las normas del mercado común (libre circulación de trabajadores, capitales y personas) en una parte de Reino Unido o, al menos, su equivalencia. Un tema espinoso que abre numerosos interrogantes. ¿Aceptará Londres la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE en esta parte de su territorio tras el Brexit o será el principio de un acuerdo a la carta en el resto del país?

En las demás cuestiones en liza, los avances respecto a hace unos meses resultan manifiestos, pero aún quedan aristas por pulir. El mayor salto se ha producido respecto a la factura de divorcio. Aunque Downing Street oficialmente no ha reconocido cifras, la prensa británica asegura que Reino Unido está dispuesto a abonar entre 45.000 y 55.000 millones de euros de un saldo bruto de 100.000. En el famoso discurso de Lancaster, May tan sólo se comprometió a unos pagos que rondarían los 20.000 millones. Bruselas parece satisfecha con el pre-acuerdo. El dinero ha dejado de ser la madre de todas las batallas, aunque aún quedan muchos cálculos por hacer. Ninguna de las partes quiere poner cifras oficiales sobre la mesa, tan sólo cálculos de las partidas. Además, Bruselas no cierra la puerta a que antes del divorcio se produzcan nuevos compromisos por parte de Reino Unido. Ninguna cifra final será acordada de manera definitiva hasta el final y se da por sentado que a Londres le costará décadas devolver algunos pagos, sobre todo los que tienen que ver con las jubilaciones de los funcionarios europeos. Esto permite a ambas delegaciones vender el acuerdo como una victoria. Parece que la factura ha dejado de resultar una cuestión traumática.