Política

El Cairo

La principal fuerza política

El Ejército egipcio domina el país de los faraones desde la descolonización y tiene una gran influencia económica

La Razón
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Pasado, presente y futuro. El Ejército egipcio es una constante en la política del país desde que los británicos abandonaron la colonia. Tras la humillante derrota de 1948 frente a los israelíes, algunos oficiales del Ejército, con Gamal Abdel Nasser a la cabeza, constituyeron el Movimiento de Oficiales Libres, con el objetivo de renovar el Ejército y aumentar su poder. Su primer obstáculo era el rey Faruk, una marioneta al servicio de Reino Unido, que no estaba dispuesta a consentir la independencia absoluta de un país tan importante estratégicamente. Egipto no sólo era el guardián de una de las dos puertas del Mediterráneo que, junto con Gibraltar, convertía a toda la zona en un lago británico, sino que controlaba a través del canal de Suez más de dos tercios del petróleo que llegaba a Europa.

Aliados con los partidos izquierdistas y otros grupos opositores, los militares derrocaron al rey Faruk en 1952 y tomaron el poder. Desde entonces, y hasta la llamada Primavera Árabe, todos los presidentes de Egipto han sido militares, y el Ejército, la principal fuerza política del país. Con el tiempo, su influencia no se limitó únicamente a la política, sino que los militares se convirtieron también en la élite social, intelectual y económica. Gracias a los recursos del Estado, los oficiales de alto rango pudieron viajar al extranjero para estudiar en las universidades más prestigiosas de Europa y Estados Unidos y comenzaron a ocupar puestos de responsabilidad en empresas públicas y privadas. A partir de ahí se empezó a tejer una red de contactos que perdura hasta la actualidad. Gracias a ella aún hay un militar en cada uno de los cargos de relevancia de Egipto, desde el director de la Autoridad del Canal de Suez –un almirante–, hasta la Agencia Central de Estadística –un general.

Cuando los oficiales no tienen ninguna guerra en la que luchar, su principal actividad es hacer dinero. El Ejército controla una extensa red de empresas que fabrican desde equipamiento médico hasta ordenadores portátiles y televisiones. Además, gran parte de la producción agrícola también está en manos de los militares, que producen su propio aceite de oliva, embotellan su propia agua mineral e incluso hornean pan. Gracias a estas reservas, cuando en 2008 los egipcios salieron a la calle para protestar por la escasez alimentaria, el Ejército pudo distribuir de forma gratuita los alimentos que ellos producían. Con situaciones como éstas, las Fuerzas Armadas egipcias han demostrado que, pese a todo, son una de las instituciones más efectivas y menos corruptas del país.

En opinión del profesor Robert Springborg, experto en seguridad internacional de la Escuela Naval de la Marina de Estados Unidos, el Ejército egipcio es en realidad «un conglomerado empresarial más parecido a General Electric» que a un ejército convencional propiamente dicho. Además de las empresas, el «conglomerado militar» también tiene miles de propiedades inmobiliarias, entre las que se encuentra el «resort» vacacional de Sharm el Sheik, uno de los más lujosos y visitados de todo Oriente Medio, y acapara todos los grandes proyectos de infraestructuras, como la autopista que conecta El Cairo con el Mar Rojo. En total, se estima que la actividad económica controlada por el Ejército equivale al 40% del total de la economía egipcia.

El Egipto de nuestros días recuerda bastante a la Europa del siglo XIX. Por un lado, los poderes tradicionales –el Ejército en este caso– son los que movían los hilos del país y ahora han sabido adaptarse a los cambios. Como los aristócratas decimonónicos de la Sicilia de «El gatopardo», los militares parecen haber comprendido que «algo debe cambiar para que todo siga igual». Tras la Primavera Árabe aceptaron que, para seguir en el poder, debían pasar por el aro de la democracia; Mursi por el contrario no llegó a comprenderlo y se rebeló. Fue entonces cuando los generales decidieron dejar de ser fieras domadas y volvieron a convertirse en domadores. La Hermandad, por su parte, es el reflejo de los movimientos comprometidos con las necesidades sociales del ciudadano corriente, pero sin experiencia alguna en las tareas de gobierno. Para que Egipto pueda caminar hacia la democracia, habrá que lograr un delicado equilibrio entre el llamado «Estado profundo», los contrarios al régimen de Hosni Mubarak y los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, por ahora quien gana la partida una vez más es el Ejército, dispuesto a evitar que los islamistas recuperen el poder.