Terremoto en Nepal
LA RAZÓN acompaña a un equipo de la UME en su labor humanitaria en Katmandú
La catalana Roser Palau, de 37 años, es la primera española fallecida confirmada de los ocho que todavía permanecen desaparecidos por el terremoto en el valle de Langtang, donde desde el sábado trabajan doce efectivos de la Guardia Civil.
La catalana Roser Palau, de 37 años, es la primera española fallecida confirmada de los ocho que todavía permanecen desaparecidos por el terremoto en el valle de Langtang, donde desde el sábado trabajan doce efectivos de la Guardia Civil. El Ministerio de Asuntos Exteriores informó de la noticia ayer y anunció que sus restos serán repatriados «a la mayor brevedad posible». Roser Palau viajaba sola y hacía «trekking» en el parque nacional cuando sobrevino el seísmo. Su fallecimiento reduce a seis el número de españoles buscados en Langtang, una de las zonas más afectadas por el desastre, seis montañeros a los que se suman otros dos cuyo paradero se sitúa alejado de allí.
De todos los equipos de Búsqueda y Rescate Urbano (USAR, en sus siglas en inglés) a disposición de Naciones Unidas, los únicos a los que les está permitido actuar en el país son a España, a Estados Unidos y a Israel gracias a sus acuerdos bilaterales con Nepal porque hay ciudadanos nacionales desaparecidos. Tres efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) deberían haberse incorporado ayer, pero «tras horas de espera y de disputas entre los pilotos indios y nepalíes el equipo no pudo subir al helicóptero», explicó a LA RAZON el cónsul Emilio Contreras. El refuerzo estaba formado por dos miembros del equipo cinológico con dos perros y un técnico con un dron de vigilancia. «Sobre las 15.00 horas nos han llamado de Langtang para decirnos que habían encontrado a la fallecida y que, debido a las condiciones meteorológicas, no podían seguir buscando, por lo que iban a regresar», agregó el diplomático. Son 46 los miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) de España que se sumaban ayer a la búsqueda iniciada por la Guardia Civil, mientras que otro contingente de esa unidad –al que se une LA RAZÓN– se ha desplegado en Chapagaung, al sur de Katmandú.
«Después del vuelo de reconocimiento del sábado, vimos en la fotografía aérea que el camino era más o menos transitable, aunque inestable. Esto nos dio muchas esperanzas», declaró el brigada Pons en el hall del hotel Dawarika’s, donde se encuentra la delegación diplomática llegada de Nueva Delhi. «Todo lo que estaba debajo del valle había desaparecido. Sólo quedaba una casa en pie», exclamó Pons antes de detallar que había agua subterránea que salió a presión provocando un desprendimiento. «Al igual que en Biescas, el valle formaba un cono de deyección y el temblor provocó una avalancha de agua, rocas y todo lo que se llevó a su paso», detalló. «Estamos aquí para rescatar a los españoles. Haremos todo lo que esté en nuestras manos. Y buscaremos el tiempo que haya que buscar», insistió el brigada, aunque reconoce que a medida que pasan los días será «más difícil que sigan con vida». «Una persona puede aguantar sin beber cinco o seis días. Si está cerca del río o en una zona con sombra habrá más posibilidades», añade.
Un autobús nos espera con el segundo grupo de 17 militares de la UME de Chapagaung para salir. El equipo tenía previsto hacerlo a las 6.30 horas para llevar a cabo labores de rescate y apuntalamiento de viviendas, pero la aprobación del Cuartel General del Ejército nepalí tardaba en llegar, así como el oficial de enlace. «Hemos decidido ir sin la orden porque no vamos a esperar más», nos confirmó el teniente Fernando Olalde. Todo en Nepal va muy lento y la burocracia de su Gobierno dificulta muchísimo el trabajo de la UME. La misión consistió en llevar al pueblo de Chapagaung madera para apuntalar tres viviendas afectadas por el terremoto y permitir que las familias puedan entrar a recoger sus pocas pertenencias sin riesgos. «Están desesperados. No tienen nada y van a entrar de todas maneras jugándose la vida», indicó Pons.
«Estamos aquí porque hay españoles desaparecidos, pero también queremos ayudar a los nepalíes», sostiene el teniente Mesado. La primera parada técnica fue para cargar los tablones de madera que iban a ser utilizados para estabilizar las casas. Por fin llegamos al destino, pero los problemas no habían acabado allí. Las viviendas en las que iba a intervenir la UME estaban en la carretera y el Ejército no dio permiso para operara allí ya que al colocar los camiones se cortaría la vía. «En la reunión nos han dicho que no podemos trabajar», dijo desilusionado el brigada Pons. Pero la UME no se dio por vencida y mandó una avanzadilla para el reconocimiento de otras casas y poder empezar a trabajar. Los militares nepalíes dieron el visto bueno para trabajar en dos nuevas viviendas. Una estaba totalmente destruida, por lo que el camión no pudo entrar y tuvieron que cargar al hombro los pesados tablones. Sin comer y apenas sin beber, y mientras todo el pueblo miraba con atención, se pusieron a trabajar con resolución.
✕
Accede a tu cuenta para comentar