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Las Pussy Riot, libres y con ganas de guerra

Moscú excarcela a las dos últimas componentes del grupo. Cargan contra Putin y prometen combatir su régimen

Nadezhda Tolokonnikova y Maria Alyokhina, tras ser puestas en libertad
Nadezhda Tolokonnikova y Maria Alyokhina, tras ser puestas en libertadlarazon

Las dos componentes del grupo Pussy Riot que seguían en prisión fueron ayer excarceladas en base a la masiva amnistía que decretó Putin con motivo del vigésimo aniversario de la Constitución, ratificada por la Duma la semana pasada. Nadezhda Tolokonnikova, de 24 años, y quizá la integrante más conocida del grupo, salió ayer de la cárcel de Krasnoyarsk, en Siberia, al grito de «¡Rusia sin Putin!». Durante su tiempo en prisión inició dos huelgas de hambre para protestar por su situación: vivía en lamentables condiciones higiénicas y obligada a desfilar en el patio a temperaturas bajo cero.

A tenor de sus palabras tras su excarcelación, los casi dos años en prisión no parecen haber ablandado a Tolokonnikova, sino más bien lo contrario, la han afianzado en su oposición al Kremlin: «Todo empieza con mi puesta en libertad, ya que la línea entre la libertad y su ausencia es muy delgada en Rusia, un Estado autoritario. Pondré todo mi esfuerzo en ayudar a los presos. Ahora estoy unida al sistema penitenciario con lazos de sangre».

Por su parte, María Aliojina, de 25 años y madre de un niño de cinco, cumplía condena en Nishni Novgorod, donde llegó a ser recluida en un módulo de aislamiento por su propia seguridad, dadas las amenazas de otras reclusas. «Si tuviera la posibilidad de negarme a la amnistía lo habría hecho. No es un acto humanitario, sino un truco de relaciones públicas en vísperas de los Juegos Olímpicos de Sochi. Mi actitud hacia Putin no ha cambiado. Ahora me gustaría tratar la cuestión de las prisiones, implicarme en la defensa de los derechos humanos. No tengo miedo de nada», declaró tras su excarcelación en la cadena rusa Dozhd. «No lo considero una amnistía, sino una profanación. Estoy indignada porque no salgan en libertad todos los presos políticos condenados por el ''caso Bolótnaya''», remató Aliojina, en referencia a los detenidos por los disturbios en Moscú posteriores a la reelección de Putin en mayo de 2012.

La puesta en libertad de las Pussy Riot resulta más simbólica que práctica, pues a ambas les restaban ya sólo tres meses para terminar de cumplir la condena de dos años impuesta por «gamberrismo motivado por odio religioso», después de que el 21 de febrero de 2012 irrumpiesen en la céntrica catedral moscovita de Cristo Salvador y provocaran un auténtico revuelo en un reivindicativo concierto punk, en el que lanzaron duras consignas en contra de Putin y la cúpula eclesiástica.

Su caso, avivado por una condena desmesurada y las duras condiciones en las que han tenido que cumplirla, cobró repercusión internacional, tomándose como ejemplo de la falta de libertad de expresión en la Rusia de Putin. El grupo Pussy Riot estaba formado por cinco miembros, dos de las cuales huyeron al extranjero cuando se inició el proceso para evitar la acción de la Justicia, mientras que una quinta, Ekaterina Samutsevich, lleva en libertad desde octubre de 2012, cuando su pena fue conmutada por libertad provisional.

En el caso de Tolokonnikova y Aliojina, las dos integrantes liberadas ayer, el Tribunal Municipal de Moscú rechazó su recurso de apelación en mayo de este año y confirmó la condena. La amnistía decretada por Putin también benefició finalmente, tras la enmienda del Parlamento, a los activistas de Greenpeace, 30 tripulantes del rompehielos «Arctic Sunrise» detenidos a mediados de septiembre mientras protestaban por la exploración rusa en el Ártico, el último proceso que despertó la atención de Occidente hacia Rusia. En su caso no habrá excarcelación, pues tras permanecer alrededor de dos meses en prisión, se encontraban todos en libertad provisional y con cargos desde finales de noviembre, aunque sin poder salir de Rusia, a instancias del tribunal de San Petersburgo que juzgaba el caso.

Una operación cosmética

Más allá de la versión oficial –«motivos humanitarios»–, los analistas coinciden en apuntar que la amnistía a Pussy Riot y el indulto a Navalny forman parte de una campaña de Putin para suavizar su imagen en Occidente y mejorar el clima de cara a los Juegos Olímpicos de Sochi, apuesta personal del presidente. Una campaña «cosmética» (expresión literal del ruso) porque en realidad los excarcelados más mediáticos estaban a punto de finalizar sus condenas: las Pussy Riot salían en tres meses, Jodorkovsky en ocho y los activistas de Greenpeace ya estaban en libertad condicional. Quedan muchos otros presos políticos, menos mediáticos o con más tiempo de condena pendiente, que han corrido peor suerte. El movimiento definitivo para completar la campaña sería derogar la ley de propaganda homosexual, pero se trata de un supuesto harto improbable dado el amplísimo apoyo popular de la norma en Rusia.