
Elecciones
Los liberales se consolidan en el gobierno de Canadá con la misión de responder a Trump
La victoria electoral de Mark Carney lo deja a las puertas de la mayoría absoluta con varios desafíos exteriores y estructurales

El Partido Liberal liderado por Mark Carney ha logrado una victoria significativa en las elecciones federales canadienses, asegurando el cuarto mandato consecutivo de su formación política. Sin embargo, el primer ministro se ha quedado a las puertas de obtener una mayoría absoluta que, aunque no le obliga a formar una coalición para gobernar, sí limitará su capacidad para ejercer un liderazgo decisivo en un Gobierno que contará con la fuerza para administrar, pero que para transformar tendrá que pactar y alinearse con las diferentes fuerzas minoritarias del arco parlamentario.
Con el 99% escrutado, los liberales han obtenido 168 escaños (un 43,5% de los votos) en la Cámara de los Comunes (El Parlamento), quedándose a un paso de los 172 necesarios para conseguir la mayoría absoluta. Por su parte, y a pesar de haber aumentado significativamente el voto en comparación con los comicios de 2021, el Partido Conservador de Pierre Poilievre se ha quedado en 144 escaños (41,4% del voto), certificando la debacle del que, hasta hace tres meses, era el grupo con más posibilidades de hacerse con el Gobierno de Ottawa. Mientras, el independentista Bloque Quebequés ha obtenido 23 escaños (6,4% del voto), el Nuevo Partido Democrático 7 escaños (6,3% del voto) y los Verdes 1 paupérrimo escaño (1,2% del voto).
Cabe destacar que la larga lista de partidos que se presentaban a los comicios prácticamente ha desaparecido de la escena política canadiense, evidenciando que estas han sido unas elecciones donde los ciudadanos han votado con la amenaza del presidente estadounidense en mente. Tras la victoria, Carney volvió a destacar la importancia de la unidad nacional frente a las amenazas externas. "Trump quiere rompernos, pero defenderemos nuestra soberanía y fortaleceremos nuestras alianzas con Europa y con Asia", aseguró en su discurso de aceptación.
Estos han sido unos comicios que "van más allá de la política; estamos decidiendo el futuro de nuestro país y el tipo de sociedad que queremos construir", añadió Carney. Es decir, que la victoria liberal no se debe a una ola de entusiasmo, sino a un acto de defensa frente a las amenazas comerciales y las bravuconadas geopolíticas de Donald Trump, que sigue empecinado en que su país debería anexionarse Canadá. El primer ministro ha sabido capitalizarlo presentándose como un líder cabal y moderado capaz de hacer frente a los desafíos económicos y políticos impuestos por la potencia vecina.
Por otro lado, la polarización interna consecuencia de la división regional y cultural del país, obligará al nuevo Gobierno a desplegar una gran capacidad para negociar según la idiosincrasia y las diferentes sensibilidades territoriales. Carney estará supeditado a una negociación permanente tanto con el NDP como con el Bloc Québécois, cuyos objetivos secesionistas supondrán un problema para las políticas nacionales liberales. Por ello, diversos analistas canadienses aseguran que no tendrá margen para llevar a cabo reformas ambiciosas. En este sentido, el perfil tecnocrático y moderado de Carney será crucial para llegar a acuerdos.
Mientras, el Partido Conservador ha visto una disminución en su apoyo debido a la polarización asociada con la figura de Pierre Poilievre, a la que muchos canadienses ven como alguien con el mismo carácter altivo e intransigente que Donald Trump. Más aún, la campaña conservadora se ha visto penalizada por centrarse en temas internos en lugar de establecer una estrategia de defensa frente a las amenazas exteriores. Aunque Poilievre reconoció la derrota, también prometió que "continuaremos luchando por los valores que hacen de Canadá un gran país. Nunca nos rendiremos", declaró.
Territorialmente, la provincia de Ontario, la más poblada del país, ha sido clave para la victoria liberal, cosa que les da suficiente margen para negociar desde una posición de fuerza con los partidos minoritarios y, de esta manera, garantizar una base estable para impulsar políticas nacionales. Sin embargo, la centralización puede provocar tensiones, sobre todo con la francófona provincia de Quebec que sigue siendo el feudo hegemónico del Bloc Québécois, cuya campaña ha girado en torno a la autonomía frente a Ottawa, cosa que limitará al Gobierno en cuestiones relacionadas con la unidad nacional. Asimismo, el afianzamiento del Bloc los deja en una posición fuerte para influir en políticas de lengua, inmigración y transferencias federales.
En lo que respecta a la Columbia Británica, los resultados ajustados obligarán al Gobierno liberal a adoptar políticas ambientales y de vivienda más progresistas para congraciarse con el NDP, el cual solo ha obtenido un resultado decente en esta parte del país. Mientras, Alberta y Saskatchewan continúan siendo un bastión conservador gracias a una campaña basada en la retórica anti-Ottawa y a favor de las explotaciones petrolíferas, con lo que el Partido Liberal se enfrentará a una dura resistencia política en materia climática, y podrían verse presionados a ofrecer concesiones económicas para evitar tensiones regionales.
Finalmente, en los territorios del Atlántico (Nueva Escocia, Nuevo Brunswick, Terranova y Labrador, y la Isla del Príncipe Eduardo) los liberales se han consolidado, aunque en menor proporción que en comicios anteriores. No obstante, los de Carney tienen la suficiente fuerza para impulsar las muy necesarias políticas sociales y de desarrollo regional. Y, en los Territorios del Norte (Yukón, Territorios del Noroeste y Nunavut), el apoyo liberal se ha mantenido gracias a los compromisos de reconciliación con la población indígena y de lucha contra el cambio climático.
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