Crisis migratoria en Europa
Los atentados de París cierran las puertas de Europa
Francia se suma a los países contrarios a admitir más refugiados. Macedonia construye una valla con Grecia.
«No podemos acoger más refugiados en Europa, no es posible». Los atentados de París han traído este tipo de declaraciones al seno europeo no sólo desde los países que ya se mostraban contrarios a la acogida de demandantes de asilo, sino desde el propio corazón de la nación, cuyo lema es la libertad, la igualdad y la fraternidad. El primer ministro francés, Manuel Valls, así lo señalaba tras el 13-N. En Bruselas la respuesta fue automática: tanto desde el Ejecutivo comunitario como desde las asociaciones que día a día trabajan con los refugiados se quiere zanjar un debate «que no tiene sentido». Ligar el terrorismo con los demandantes de asilo tiene tanta sinrazón como que los refugiados huyen precisamente de este tipo de horror en sus países. «Este tipo de mensajes siembran socialmente amalgamas peligrosas, perniciosas, que equiparan los refugiados y los demandantes de asilo e inmigrantes con terroristas», declaraba el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en respuesta a Valls.
Pero a pesar de los mensajes de la Comisión Europea y de Alto Comisionado de Naciones Unidas (Acnur), los estados van cerrando sus puertas. La UE prevé que tres millones de refugiados llegarán hasta final de 2016 a suelo europeo y son muchos los países que han puesto límites a su acogida.
El Gobierno francés reconoció ayer que sus Fuerzas de Seguridad han impedido la entrada en el país a más de mil personas tras el 13-N. Suecia ha cambiado su política casi de forma radical. Ha pasado de ser junto a Alemania el segundo país que más refugiados acogía a endurecer las medidas por verse completamente saturado. «Necesitamos un descanso», reconocía la viceprimer ministra, Åsa Romson, quien también llegó a llorar en la rueda de prensa al anunciar: «Ya no se puede hacer más».
Alemania también ha frenado su lema «Bienvenidos, refugiados». Este año ha recibido un millón de demandantes de asilo y en el país empieza a generarse descontento por la llegada masiva de refugiados. En lo que va de año se han producido más de 700 incidentes, con una creciente ola xenófoba contra los demandantes de asilo. Aunque la canciller alemana, Angela Merkel, insiste en su política de puertas abiertas –aunque son muchas las voces en Bruselas que reconocen que podría costarle el Gobierno–, el ministro del Interior alemán, Thomas de Maiziere, ha defendido que Europa debería fijar un tope en el número de refugiados que acoge y buscar a aquellos que claramente requieren protección. «Cuando la cuota se cumpla, no habrá más entradas», dijo.
Si Francia, Suecia o Alemania, que lideraban el bloque solidario para la acogida de refugiados, ven cómo se tambalean sus propuestas iniciales, los países que siempre se han mostrado contrarios a la acogida de sirios o afganos que huyen de la guerra aprovechan para endurecer sus políticas. Es el caso de Hungría o Polonia. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha considerado directamente que todos los terroristas son inmigrantes y que todos ellos, sin distinción, «presentan una amenaza para la seguridad». Antes de los atentados de París, Hungría elevó dos muros: uno en la que es también la frontera exterior de la UE y otro en su frontera con Croacia, que no pertenece a Schengen. Nada ilegal que sus socios no hayan sabido cómo frenar y ahora, tras el 13-N, ha pedido incluso que se suspenda Schengen, al igual que hizo la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Francia ha dejado en «stand by» de forma temporal Schengen tras decretar el estado de emergencia; controla por lo tanto sus fronteras, como lo permite el propio código europeo siempre que sea limitado en el tiempo. Otro de los países que ha planteado sus dudas tras los atentados de París ha sido Polonia. «Los ataques hacen que se replantee la necesidad de revisar de forma profunda la política europea contra la crisis de refugiados... Aceptaremos refugiados, pero sólo si tenemos garantías de seguridad», señaló Konrad Szymanski, ministro de Exteriores polaco. El país se comprometió a acoger 4.500 refugiados, pero su postura podría volver a sumarse a la del grupo de Visegrado. Otros países como Eslovenia, Croacia, Serbia o Macedonia están filtrando la llegada de refugiados, admitiendo solamente a sirios, iraquíes y afganos. De hecho, ayer el Gobierno macedonio dio la orden al Ejército de construir una valla fronteriza con Grecia, para así frenar la oleada de refugiados y la Policía tuvo que usar después gas lacrimógeno y granadas de conmoción contra los migrantes concentrados en la frontera, entre los que cundió el pánico a quedar atrapados.
La gestión de los refugiados será ampliamente tratada hoy al más alto nivel en la cumbre que ha convocado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, con las autoridades de Turquía. El objetivo es frenar la afluencia masiva de demandantes de asilo a la UE y que Turquía pueda gestionarlos en su territorio. Bruselas ofrecerá a Ankara 3.000 millones de euros, eliminar los visados a los turcos e impulsar la negociación de adhesión a la UE, siempre que el Ejecutivo de Erdogan se comprometa a frenar la llegada de refugiados a Europa. Previsiblemente el presidente no acuda a la cumbre y deje paso al primer ministro, Ahmet Davutoglu, más moderado, para representar al país. En suma, la UE continuará las conversaciones de adhesión a cambio de atajar la crisis de los refugiados a través de un plan conjunto.
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