Internacional

Los frentes abiertos de Netanyahu ante las elecciones

Una victoria mañana le evitaría un juicio por corrupción y seguir con sus planes para frenar a Hamás e Irán y anexionarse el Valle del Jordán.

El «premier» israelí, Benjamin Netanyahu, gesticula durante la reunión del Gabinete de ministros, ayer
El «premier» israelí, Benjamin Netanyahu, gesticula durante la reunión del Gabinete de ministros, ayerlarazon

Una victoria mañana le evitaría un juicio por corrupción y seguir con sus planes para frenar a Hamás e Irán y anexionarse el Valle del Jordán.

Las elecciones de mañana supondrán un todo o nada para el primer ministro Benjamin Netanyahu. Los israelíes vuelven a las urnas tras el fracaso del «premier» en abril de lograr los apoyos suficientes para formar coalición a pesar de ser el ganador de los comicios, lo que también ha supuesto una nueva y cansina campaña electoral, muy ruidosa pero con escaso contenido político, donde lo predominante han sido los clips virales en redes sociales con agresivos ataques entre los candidatos.

Netanyahu, a quien su partido Likud ha engrandecido con enormes carteles por todo Israel bajo el eslogan «Otra Liga» –acompañado con imágenes estrechando la mano de Donald Trump o Vladimir Putin– intenta convencer al electorado ofreciéndose como una garantía de estabilidad y seguridad, presumiendo de los buenos vínculos que tiene con los líderes de las grandes potencias mundiales. En la recta final de la campaña ha endurecido su discurso, para intentar que los votantes de partidos más a la derecha que el Likud apuesten por Netanyahu, la «única garantía de evitar un gobierno de izquierdas con los árabes».

Ante la incertidumbre sobre el futuro de las diversas investigaciones judiciales que afectan al «premier», Netanyahu es consciente que, en caso de no seguir gobernando el país, podría verse en el banquillo de los acusados. El líder del Likud afronta tres casos separados por abuso de confianza, soborno y fraude, presuntamente por aceptar regalos de lujo y mantener contactos con editores de medios para recibir una cobertura favorable. Por ello, el asesor letrado del Gobierno, Avichai Mandeblit, le ha citado para una vista previa los días 2 y 3 de octubre.

El propio Mandelblit denegó el martes que los investigadores de los casos hubieran presionado a los testigos asignados por el Estado para aportar falsos testimonios sobre las presuntas corruptelas de Netanyahu. Los investigadores policiales tenían sospechas de que un abogado, que en el pasado asesoró legalmente al primer ministro, estaba presionando para que Or Elovitch, hijo del propietario del gigante de telecomunicaciones Bezek Shaul Elovitch, no aceptara ser testigo del Estado, para así no declarar contra Netanyahu.

Los casos de corrupción y la volátil situación de seguridad en las fronteras, especialmente en el sur, donde en los últimos meses Hamás y otras milicias de la Franja de Gaza han lanzado cientos de cohetes y han impuesto los tempos del conflicto, se han convertido en las principales armas electorales de sus opositores: a derecha, centro e izquierda, acusan a Netanyahu de haber perdido el elemento de «intimidación» frente a Hamás, y de «haberse rendido al terror» por aceptar continuos y frágiles ceses de fuego y transferencias de millones de dólares qataríes a Hamás, así como a las familias gazatíes más necesitadas, que viven una dramática situación humanitaria.

Esta semana, tras múltiples lanzamientos de proyectiles desde Gaza –dos coincidieron el martes con un mitin de Netanyahu en Ashdod, que se vio forzado a detener el discurso para tomar refugio– el primer ministro aseguró tras volver de una visita relámpago para dialogar con Putin en Rusia que «una nueva guerra en Gaza puede ocurrir en cualquier momento, incluso antes de las elecciones, que no suponen ningún impedimento». Una advertencia que han emitido incontables veces altos cargos del Likud en los últimos meses.

Desde la centrista Azul y Blanco, liderada por el ex comandante en jefe Benny Gantz –el único aspirante a formar una coalición de gobierno alternativa–, quisieron retratar la imagen de Netanyahu huyendo al refugio como un signo de su debilidad, y enfatizando que no es capaz de lidiar con la amenaza de los misiles. Desde 2008, el Ejército israelí y Hamás han librado tres guerras, que no han logrado poner fin a la capacidad militar del grupo islamista.

En la esfera internacional, la principal causa defendida por Netanyahu ha sido la denuncia de las intenciones iraníes de obtener armamento nuclear, así como su firme oposición al pacto nuclear firmado entre Teherán y las grandes potencias del 5+1. En su lucha dialéctica y militar con el régimen de los ayatolás –el Ejército israelí ha mantenido choques directos con fuerzas iraníes en Siria, como cuando en agosto evitó un ataque de drones iraníes contra Israel–, el «premier» se llevó una sorpresa cuando Trump anunció el fulminante despido de su asesor de seguridad nacional, John Bolton, un «halcón» que defendía más presión contra Irán y que fue el artífice de que Washington se retirara del pacto nuclear.

Según declaró al «Jerusalem Post» Nathan Sales, un alto oficial del departamento de contraterrorismo de la Casa Blanca, el movimiento de Trump con Bolton, que fue visto como un intento de rebajar tensiones con Teherán en vista de un posible encuentro con el presidente iraní Hassan Rohani, no supone un cambio en la postura de Washington, que lo que pretende es «poner la máxima presión para devolver a Irán a la mesa de negociación».

Analistas israelíes leyeron el «dramático anuncio» de Netanyahu, que prometió anexionar el Valle del Jordán si gana las elecciones –sin esperar a conocer las condiciones del «Acuerdo del Siglo» que desvelará Trump para intentar lograr el fin del conflicto palestino-israelí después de los comicios–, como una respuesta al inesperado giro del líder estadounidense respecto a Teherán.