Julio Valdeón

Manafort, Ucrania y el «hackeo» a Hillary

El ex asesor de Trump difundió que Kiev estaba detrás del ciberataque a los demócratas en 2016

Los servicios secretos de Ucrania jugaron un papel esencial en el hackeo de los servidores del Comité Nacional del Partido Demócrata y en el asalto al correo electrónico de Hillary Clinton. Al menos eso era lo que creía Paul Manafort, ex presidente de campaña del presidente Donald Trump, convencido de que Ucrania, y no Rusia, estaba detrás de la gran operación de espionaje y propaganda concebida para influir en las elecciones.

Las sospechas se repiten en una batería de documentos recién publicados que pertenecen a la investigación del Rusiagate, dirigida y coordinada por el fiscal especial, y ex director de FBI, Robert Mueller. Entre los papeles hay declaraciones de varios testigos claves. CNN, que solicitó al Departamento de Estado que le permitiera acceder a los documentos, informaba ayer que el ex vicepresidente de la campaña de Trump, y por tanto segundo de Manafort, Rick Gates, también estaba convencido de que los ataques contra los demócratas «probablemente fueron llevados a cabo por los ucranianos, no por los rusos». Tampoco extraña la obsesión de ambos con la conspiración ucraniana.

Manafort trabajó durante años en calidad de lobista para diversas empresas y gobiernos, y entre los países donde actuaba se cuentan Rusia y Ucrania. Además, Manafort asistió en su día a la ya célebre reunión en la Torre Trump con los emisarios rusos que aseguraban disponer de información tóxica contra Hillary Clinton. Y los fiscales estaban convencidos de que se había reunido en varias ocasiones con Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres. Esto es, con el hombre al que el FBI y la CIA siempre han señalado receptor y difusor de la información robada a los demócratas.

A Manafort, antiguo asesor y consejero de Gerald Ford, Ronald Reagan y George Bush padre, veterano de varias administraciones y campañas, lo llamaron en 2016 para aportar experiencia y, sobre todo, contactos con el «establishment». Pero el hombre que traería los aportes indispensables de sobriedad a una campaña con tendencia al histerismo abandonó la nave de forma precipitada. Tres años más tarde, en marzo de 2019, fue condenado a 7 años y medio de cárcel por conspiración y fraude. A diferencia de lo sucedido con Michael Cohen, ex abogado de Trump que acabó por colaborar con la justicia, el presidente siempre ha tenido buenas palabras hacia Manafort. De hecho, nada más conocer la primera de las sentencias en contra de su antiguo socio, explicó que se sentía «muy mal por Paul Manafort y su maravillosa familia».

Por cierto que Trump no es el único que tiene buenas palabras para Manafort. De hecho hace meses que el ex alcalde de Nueva York, y abogado privado de Trump, Rudy Giuliani, viene insinuando que la Casa Blanca podría indultarle. Y Giuliani es el principal sospechoso de haber propulsado las teorías de la conspiración que implican a Ucrania, así como de liderar el presunto intento de chantaje al país europeo, urgido de la ayuda militar y económica estadounidense, para que les entregarse información comprometida sobre las actividades económicas del hijo de Joe Biden, Hunter Biden, en Ucrania. Biden podría ser su rival en las elecciones de 2020. No conviene olvidar que el mismísimo Trump dejó claro a su homólogo ucraniano que cualquier información, cualquier pista de corruptelas, debía compartirla con el fiscal general, William Barr, y, cosa inaudita, con su abogado particular, Giuliani.

Sea como sea la sombra de Manafort regresa al centro de la pista en vísperas del año electoral, añadida a la tragicomedia de la investigación por el «impeachment», con las conversaciones del presidente Trump con Volodymyr Zelenksy en el ojo del huracán.