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Comunicación militar

La mejor arma de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial fue esta y no sus carros de combate

Una máquina de origen alemán que encriptó los secretos del Eje formado principalmente por Alemania, Italia y Japón y cuyo descifrado fue crucial en la Segunda Guerra Mundial

Máquina Enigma en el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología Leonardo da Vinci, Milán Wikipedia

La Enigma, una máquina de rotores diseñada para cifrar y descifrar mensajes, fue patentada en 1918 por la firma alemana Scherbius y Ritter, y comercializada en 1923. Su invención se atribuye a Arthur Scherbius.

Adoptada por la Armada alemana en 1926, su uso se extendió rápidamente a todas las fuerzas armadas y fue esencial en la Segunda Guerra Mundial, de cuyo final se han cumplido 80 años, para sus comunicaciones militares. Los alemanes confiaban ciegamente en su robustez criptográfica, convencidos de que sus más de 150 billones de combinaciones posibles la hacían inexpugnable.

No obstante, esta confianza resultó errónea. Los servicios de inteligencia polacos lograron desentrañar el sistema, compartiendo sus hallazgos con sus homólogos Aliados, franceses e ingleses. Este descubrimiento, junto a una serie de fallos operacionales por parte de los propios alemanes, aceleró el desenlace del conflicto en favor de los Aliados.

El intrincado diseño de Enigma

La Enigma era un dispositivo electromecánico que combinaba un teclado, un complejo sistema de rotores internos y un panel de luces. Al pulsar una tecla, la corriente eléctrica viajaba a través de sus componentes y un reflector, iluminando la letra cifrada resultante. Este reflector, tal como se apunta en Wikipedia, era una cualidad de calado que permitía usar la misma clave para cifrar y descifrar mensajes.

El corazón de la máquina eran sus rotores, discos circulares con 26 contactos eléctricos y un cableado interno único en cada uno de ellos. Generalmente, las versiones militares empleaban tres de estos discos. Cada vez que se pulsaba una tecla, la posición de los rotores variaba, garantizando que letras idénticas en el mensaje original se cifraran de forma diferente en el texto final, lo que elevaba notablemente la complejidad del sistema. La configuración inicial de los rotores y su orden de instalación se distribuían a los operadores en libros de códigos.

La caída del código inexpugnable

El esfuerzo por descifrar la Enigma comenzó mucho antes de la guerra con el matemático polaco Marian Rejewski, quien en 1932 logró un descubrimiento de calado en criptoanálisis. Los polacos, con ingenios como la "bomba criptológica" —un conjunto de Enigmas en paralelo—, lograron importantes avances y compartieron su conocimiento con los Aliados en una reunión secreta en julio de 1939.

En el Reino Unido, en Bletchley Park, Alan Turing y otros criptógrafos continuaron y expandieron la labor polaca. Explotaron el hecho de que el reflector de Enigma garantizaba que ninguna letra se cifrara como sí misma, y utilizaron "cribas", suposiciones de frases comunes en el texto original. Los propios operadores alemanes, con errores recurrentes (como usar iniciales personales para claves o repetir patrones), facilitaron la labor de los descifradores aliados.

La captura de material Enigma de un barco meteorológico alemán y, poco después, del submarino U-110 en mayo de 1941, ambos con máquinas y libros de códigos, fue un impulso considerable para romper las comunicaciones navales alemanas, vitales para el control del Atlántico. La contribución española, con criptógrafos exiliados colaborando con franceses y polacos en el descifrado del sistema, es también un capítulo notable en esta historia.

El éxito del descifrado de Enigma se mantuvo en un secreto absoluto hasta finales de los años sesenta, impidiendo que muchos de los héroes de la criptografía recibieran el reconocimiento merecido. Solo en 1974, con la irrupción de los cifrados informáticos, comenzaron a publicarse los informes oficiales de Bletchley Park. Un ejemplo reciente es el "Proyecto-M4", que en febrero de 2006 logró descifrar uno de los últimos mensajes pendientes de un submarino alemán, revelando su posición a unos 14,8 kilómetros de la última localización enemiga.