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Mette Frederiksen, el nuevo rostro de la socialdemocracia europea

La futura primera ministra de Dinamarca conjuga la defensa del Estado del Bienestar con una restrictiva política migratoria.

Mette Frederiksen, el nuevo rostro de la socialdemocracia europea
Mette Frederiksen, el nuevo rostro de la socialdemocracia europealarazon

La futura primera ministra de Dinamarca conjuga la defensa del Estado del Bienestar con una restrictiva política migratoria.

Aunque todo apunta a que se convertirá en la primera ministra más joven de la historia de Dinamarca, Mette Frederiksen no es una novata en política a sus 41 años. “Tiene sangre de la clase obrera en sus venas, es una socialdemócrata de cuarta generación (...) y se prepara desde hace años para dirigir este partido que conoce tan bien”, dice de ella el diario “Politiken”. Como reconocía ella misma con humor, “en mi familia se creía más en la socialdemocracia que en Dios”. Su padre recuerda a la agencia Ritzau que “Mette ha estado obsesionada con los asuntos públicos desde que tenía seis o siete años”. “Nunca he dudado de que Mette, si ella quisiera, podría llegar hasta final”, añade con orgullo.

Esa temprana vocación política la recuerdan bien quienes fueron a clase con ella. Cuentan que en el Consejo Escolar estaba más preocupada por el hambre y la guerra en el Tercer Mundo que por asuntos más propios de la adolescencia. Y es que a los 15 años se afilió a las Juventudes del Partido Socialdemócrata y pagaba una aportación al Congreso Nacional Africano (CNA) para combatir el régimen segregacionista del “apartheid”.

Fue elegida diputada por primera con solo 24 años en las elecciones de 2001. Unos comicios que marcaron un antes y un después en la historia política danesa. Contra todo pronóstico, los socialdemócratas de Paul Nyrup Rasmussen perdieron el poder a favor del liberal Anders Fogh Rasmussen. Soplaban los primeros vientos contra la inmigración tras los recientes atentados en Nueva York y Washington.

El nuevo Gobierno en minoría adoptó una dura política en inmigración a cambio del apoyo parlamentario del ultraderechista Partido Popular Danés, que se convirtió en el árbitro de la política del país nórdico durante casi dos décadas, hasta su debacle en las elecciones del pasado miércoles.

Por esa época Desenfrenen lamentaba que su país era demasiado duro con la llegada de extranjero, pero su evolución política le ha llevado a apoyar las medidas restrictivas del Gobierno liberal conservador saliente para prohibir el "burka"y el "niqab"en lugares públicos, expulsar a un campamento de refugiados en África a los solicitantes de asilo o encerrar en una isla a los extranjeros con antecedentes penales. Unas iniciativas más propias de la derecha xenófoba que de la socialdemocracia.

“Mette Frederiksen sabe que para tener éxito en Dinamarca, debe presentar una política estricta de asilo e inmigración”, resume Ulf Hedetoft, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Copenhague.

Sin embargo, éste es el rostro de la nueva socialdemocracia que representa Mette Frederiksen desde que se hizo con las riendas del partidos en 2015 a frenar la sangría de votantes a favor de DF. Su doctrina política se basa en apoyar el reforzamiento del Estado del Bienestar invirtiendo más dinero en educación y sanidad, mientras ejerce una mano dura contra la inmigración. Su política pone más énfasis en la expulsión de los solicitantes de asilo que en su integración.

Un pragmatismo con el que desea dirigir un gobierno en minoría que pacto con derecha e izquierda según los temas. “Simplemente observo que hoy en día el 75% de los parlamentarios apoyan una política de inmigración dura”, justifica en un libro de entrevistas publicado en primavera, “Un retrato político”. “Para mí, cada vez está más claro que el precio de la globalización no regulada, de la la inmigración masiva y de la libre circulación de la mano de obra lo están pagando las clases más bajas”, lamenta.

Así de sistemática es Frederiksen, una licenciada en Ciencias Sociales acostumbrada a ser metódica para alcanzar sus objetivos. “Hago listas de las cosas que tengo que terminar. Me gusta sentir el placer de haber terminado algo para poder pasar al siguiente", confiesa.

Separada y con dos hijas adolescentes, fue el blanco de todas las críticas al conocerse que las había matriculado en un colegio privado después de su vehemente defensa de la educación pública. Ahora, cuando inicia las negociaciones con el resto de partidos para sumar los apoyos necesarios para ser investida primera ministra por el Parlamento (“Folketing”), Frederiksen admite que “no he hecho ningún plan de vacaciones para este verano”. Por lo pronto, ha creado su propia vía para lograr que una socialdemocracia en horas bajas en Europa haya logrado reconquistar el poder tras competir sin complejos con los populistas por un electorado desencantado.