50 años sin Kennedy
Obama se aferra al mito de Kennedy
Un presidente en horas bajas recurre al legado de JFK en medio de su mayor crisis de popularidad
El presidente Barack Obama, apretaba fuerte la mano derecha de Ethel Kennedy, viuda de Bob Kennedy, hermano del presidente John F. Kennedy y senador del Estado de Nueva York.
El presidente Barack Obama, apretaba fuerte la mano derecha de Ethel Kennedy, viuda de Bob Kennedy, hermano del presidente John F. Kennedy y senador del Estado de Nueva York. Fue justo en el momento en que le ayudaba a subir los peldaños que llevan a la tumba de JFK en el cementerio de Arlington, en Washington. A su izquierda, le sujetaba el ex presidente Bill Clinton, acompañado junto a su esposa Hillary, ex secretaria de Estado. También estaba presente Jack, hijo de Caroline Kennedy –la única hija viva del matrimonio entre John y Jackie Kennedy–, ausente ayer en la ceremonia porque se encuentra en Tokio, donde este martes presentó sus credenciales al emperador Akihito como nueva embajadora de Estados Unidos en Japón. Tras el asesinato del presidente en 1963, Jackie decidió sepultar en Arlington los restos de su marido e, inspirándose en la tumba al soldado desconocido emplazada bajo el Arco de Triunfo de París, pidió que se colocara una llama perpetua. En 1994, ella misma fue enterrada en este lugar, donde también reposan los restos de una hija prematura de la pareja que nació muerta en 1956 y del bebé Patrick, que murió en 1963, dos días después de su nacimiento por problemas respiratorios. Fue un acto sin discursos, apenas unos minutos solemnes en los que Obama habló con familiares del presidente demócrata asesinado un 22 de noviembre de hace 50 años en Dallas. La ceremonia deparó una imagen inédita al quedar retratadas las tres familias presidenciales: los Kennedy, los Clinton y los Obama.
Difícil explicar el ascenso del primer presidente afroamericano sin el trabajo de los Kennedy en pos de la lucha por los derechos civiles. Y difícil también olvidar lo relevante que fue el apoyo del senador Ted Kennedy –que murió en agosto de 2009– para la candidatura de Obama mientras éste competía duramente con Hillary Clinton para la nominación demócrata.
Estos días, Obama se agarra más que nunca al legado y al halo presidencial que desprenden la célebre dinastía. El presidente vivió ayer una especie de tregua durante la jornada de homenaje en un momento de malas noticias para su presidencia y con un índice de popularidad que marca mínimos históricos tras el fiasco de la reforma sanitaria por la que tanto luchó precisamente Ted Kennedy. Por ironías del destino, Ted no pudo votar esta ley en marzo de 2010, ya que murió siete meses antes de que se aprobase el texto legal tras unas duras negociaciones «in extremis». Tras la visita a Arlington se celebró una cena en el Museo Nacional de Historia Americana Smithsonian, donde Obama destacó parte del legado de Kennedy con la entrega de la Medalla Presidencial –el más alto galardón que se otorga a un civil en EE UU– y que esta vez recayó en Bill Clinton y en la popular presentadora Oprah Winfrey. Dedicado siempre al servicio público, Kennedy creó este premio, aunque nunca pudo participar en la primera ceremonia ya que fue asesinado dos semanas después. Los actos de ayer depararon la primera imagen de Bill Clinton y Obama juntos desde que el ex presidente le criticase públicamente por el desastre de la reforma sanitaria. Ambos se sonrieron y se abrazaron, pero sólo Obama sabe lo que pensaba cuando le miró fijamente a Clinton durante unos segundos. Durante la entrega de la Medalla, Obama no escatimó en elogios a Clinton y afirmó que como presidente «demostró que con decisiones correctas se puede hacer crecer la economía, sacar a la gente de la pobreza, reducir el déficit y seguir invirtiendo en nuestras familias». El presidente estadounidense bromeó diciendo que le está agradecido por los consejos que le ha dado «dentro y fuera del campo de golf». Como telón de fondo de estos actos han estado las intrigas, traiciones, rivalidades y apoyos entre las tres familias políticas: Kennedy, Clinton y Obama. También el presente, el pasado y quizá el futuro del Partido Demócrata. Con los Kennedy nunca se sabe. Y con los Clinton, tampoco.
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