Jerusalén
Ofensiva iraquí contra Al Qaeda
El Gobierno de Maliki lucha por recuperar el control de Faluya y Ramadi, a 70 kilómetros de Bagdad
Con el arrecio de los combates en Irak y la caída de Faluya y Ramadi en manos del Estado Islámico de Siria e Irak (ISIS), el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, no tuvo más remedio que dedicar parte de su última rueda de prensa en Jerusalén a un tema distinto del proceso de paz árabe-israelí que le había traído a la región. Kerry mostró su preocupación por el ascenso de los suníes radicales afines a Al Qaeda, a expensas del Gobierno de Nuri al Maliki. Pero el secretario de Estado norteamericano fue contundente y sincero en su mensaje. Pese a que Estados Unidos apoya al chií Al Maliki y a las tribus locales que combaten a los radicales suníes afiliados a Al Qaeda, no volverá a enviar tropas a Oriente Medio. «No estamos contemplando enviar botas sobre el terreno», aseguró tajante Kerry. «Ésta es una batalla entre los iraquíes», aunque después matizó que EE UU sí está dispuesto a prestar algún tipo de ayuda al país árabe sin especificar más. El presidente norteamericano, Barack Obama, ordenó la retirada de Irak en 2011, tres años después de llegar a la Casa Blanca. Obama hizo campaña contra la Guerra de Irak y cumplió su promesa electoral ante el hartazgo de los norteamericanos por el despliegue exterior. Finalmente, la retirada estadounidense fue total después de que fracasasen los intentos de alcanzar un acuerdo con Al Maliki para mantener un contingente residual que «garantizase la seguridad».
Casi tres años después de la marcha de los norteamericanos, el país ha sufrido en 2013 un repunte de la violencia sectaria. La autoridad del primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, está seriamente dañada después de que el Estado Islámico de Siria e Irak hubiera tomado el control de Ramadi y Faluya, las ciudades más importantes de la provincia de Anbar, vecina a Siria, que también es escenario de la cruenta guerra entre los chiíes que apoyan al régimen de Bachar al Asad y los rebeldes fundamentalistas suníes. La provincia de Anbar y en concreto la ciudad de Faluya son especialmente simbólicas al haber albergado la batalla más dura de la invasión norteamericana de Irak en 2004. Fue la cuna de la insurgencia y atrajo a los combatientes de Al Qaeda a la lucha contra los norteamericanos. El regreso de los yihadistas este fin de semana ha resultado como un «deja vu». La población local empezó ayer un éxodo ante el recrudecimiento de los combates entre los terroristas del ISIS y el Ejército iraquí. «Esta lucha va más allá del propio Irak», aclaró Kerry. «La guerra en Siria es parte de lo que está dando rienda suelta a la inestabilidad en el resto de la región», subrayó ante la reverberación del conflicto sectario en Líbano e Irak. Kerry sin mencionarlo explícitamente hacía referencia al enfrentamiento entre chiíes y suníes en Oriente Medio. Estados Unidos no está dispuesto a inmiscuirse en este fango. Es la hora de los iraquíes, aseguran en Washington.
De momento, Bagdad no ha pedido ayuda a Teherán, pero ayer, el número dos de las Fuerzas Armadas iraníes, el general de Brigada Mohammed Hejazi, indicó que si fuera necesario, la República Islámica estaría preparada para dar equipamiento militar a Irak para luchar contra Al Qaeda. Al ser preguntado sobre las informaciones de que Maliki busca ayuda tanto de EE UU como de Irán, Hejazi reconoció que hasta ahora no hay una petición oficial. «Todavía no se ha hablado sobre una operación conjunta contra los terroristas, pero si los iraquíes neceistan equipo o consejo, les ayudaremos», señaló el general.
El Ejército iraquí prepara una «gran batalla» para recuperar el control de Faluya y Ramadi que conducirá a nuevos enfrentamientos y más violencia. El Ejército intentó asediar la capital de Anbar y la bombardeó en varias ocasiones. Ésta es la primera vez que los radicales suníes se hacen con el control de los centros tan importantes de la región. Su ubicación estratégica, cerca de la frontera con Siria, es clave para su posibilidad de afianzar el dominio en la zona, en lo que es una guerra declarada contra el poder central chií. Maliki no ha conseguido un equilibrio con la minoría suní, que durante décadas dominó a la mayoría chií de Irak. Las viejas rencillas y conflictos han exacerbado más aún las tensiones. El comandante iraquí, el general Rashed Fleih, aseguró que tardarán «dos o tres días» en recuperar las ciudades. La espiral de violencia se desató en la provincia de Anbar después de que el Ejército entrara en el campamento suní de Ramadi, el pasado lunes. Maliki calificó la acampada de «santuario de Al Qaeda», mientras que sectores de la población suní de Faluya acusan al primer ministro de marginarles.
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