Conflicto en Sudán

El oro de Wagner, la extensión del yihadismo y una crisis de refugiados: lo que hay en juego si el conflicto de Sudán se prolonga

Sudán es una nación de suma importancia para la estabilización de su región, así y como un firme aliado de Rusia y del Grupo Wagner en los últimos años

Sudán no suele importarle a nadie. Se diría que no son más de 47 millones de personas en un territorio tres veces mayor que España y que colonizó Reino Unido con la ayuda de Egipto hasta 1956. Una bandera de desiertos, estepas semiáridas y selvas tan húmedas que te roban el aliento. Desde que se independizó ha sufrido dos guerras civiles, una secesión que resultó en la creación de Sudán del Sur, siete golpes de Estado fructíferos y más de 70.000 fallecidos durante la hambruna de 1998, por nombrar sólo una. El país es hogar de importantes minas de oro, campos petrolíferos y cantidades menores de cromo y cobre; el primero lo venden a Emiratos Árabes y a Rusia y configura más de la mitad de sus exportaciones, lo segundo provee cantidades modestas a India, Malasia e Italia.

Y su posición estratégica la hace jugosa a los ojos de otros jugadores. La enorme extensión que conforma Sudán choca al sur con Sudán del Sur y República Centroafricana, al oeste con Chad y una pizca de Libia, al norte con Egipto y al este con Eritrea, Etiopía y el Mar Rojo. Por su territorio transitan desde hace décadas los flujos de refugiados e inmigrantes de las guerras propias y vecinas, además de conocidos corredores de armas que nutren a los países de la zona. El contrabando en el Sahel pega un brinco hasta mojar las puntas de los dedos en el cuerno de África, y el momento previo a la zambullida ocurre aquí, en Sudán.

¿Buenos vecinos?

Las relaciones históricas entre Egipto y Sudán tienen un pasado turbulento desde que Egipto ayudó a los británicos a conquistarles, pero más tensas se pusieron cuando la Corona inglesa decidió conceder unos territorios fértiles de la colonia de Egipto a la recién conquistada colonia de Sudán, sabrá el oro de esa corona el por qué. Tras las independencias, Sudán se ha negado a devolver a Egipto sus antiguos territorios y las tensiones diplomáticas han subido y bajado desde entonces. Estas tensiones parecieron haberse reducido en los últimos años: Egipto y Sudán participan en materia de cooperación militar y hace años que se rumorea que ambas naciones podrían aliarse para combatir contra Etiopía si empeorase la crisis de la Gran Presa del Renacimiento Etíope. Tal es así, que en los primeros días desde el intento de Golpe se difundieron vídeos en las redes sociales que mostraban a militares egipcios capturados por las RSF, que les acusaban en las imágenes de aliarse con el Gobierno para reprimir la sublevación.

Una guerra civil en Sudán desbarataría las opciones de Egipto a la hora de conseguir una alianza con la que enfrentarse a Etiopía, parece claro, igual que se vería en la incómoda situación de ser vecino de un país en guerra. Las pruebas recogidas sobre los militares egipcios involucrados se suman a los rumores que hablan de aviones de combate sobrevolando Sudán desde el país de los faraones, señales que hacen temer una implicación en el conflicto.

Frantz Celestin, Director de la OIM en Somalia, confirma el mal efecto que tendría un posible conflicto en los flujos de refugiados que atraviesan la zona. Más de 70.000 desplazados procedentes de la guerra de Tigray (que concluyó en noviembre de 2022, tras dos años de combates y 600.000 muertos) viven en los campos del lado de la frontera sudanesa junto con refugiados somalíes. Pero también le preocupan por el momento “no sólo los refugiados, sino también los estudiantes, profesores y trabajadores somalíes que el gobierno de Somalia nos ha pedido ayudar a traer de vuelta”. Tras un frenético día de llamadas, se lamenta de que “los dos aeropuertos internacionales de Sudán están dañados y no hay forma de salir por aire”. Igual que ocurre con Somalia, tantos nacionales de otros países (incluyendo España) tendrán que apañárselas para ser evacuados por tierra; en el caso de los nacionales somalíes, a través de Tigray.

Pero la situación en el norte de Etiopía es delicada. La última guerra y el consecuente bloqueo terrestre que acordaron Etiopía y Eritrea contra la región de Tigray convirtieron Sudán en la única vía para enviar armas a los rebeldes del FPLT. La reactivación de estas rutas por el presente conflicto podría afectar a la frágil paz de Etiopía, las grietas que vayan ocurriendo facilitarían en mayor medida el traslado de materiales a Sudán. Egipto, Sudán y Etiopía juegan así su propio juego regional que no parece importante, los tres balanceándose y pugnando por mantener el equilibrio mientras su alrededor se desmorona, tirando y aflojando las cuerdas donde cuelgan las vidas de cientos de millones de sus ciudadanos.

Oro, armas y donaciones

Fuera de África, la suerte de Sudán también entorpece los planes de Putin. Los tentáculos del Kremlin hace años que agarraron Jartum, aprovechando que no le importaba a nadie. Un ejemplo significativo sería el escándalo revelado hace pocos meses y que involucraba directamente a Yevgueni Prigozhin, el ya archiconocido líder del Grupo Wagner. Según descubrió la CNN en febrero de 2022, el oligarca ruso se habría llevado al menos 16 aviones cargados de oro sudanés no declarado, una cantidad significativa que permitiría imaginar la fortuna que se trata. Las minas de Meroe Gold (la filial minera de Wagner) están siendo defendidas por los mercenarios del grupo, como es lógico. Los mercenarios que también tienen efectivos desplazados en la capital, Jartum, colaborando con el gobierno en materia de asesoría y entrenamiento como parte del pago por el oro, y de los que no se sabe nada relevante hasta el momento o si han decidido involucrarse en los enfrentamientos.

¿Afectará el posible conflicto a las entregas de oro de Prigozhin? ¿Conseguirá Moscú retroceder sus mercenarios a las minas y pagar todo el oro con dinero? Cabe tener en cuenta que el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ratificó en marzo la construcción de una base naval de su país con capacidad para atracar cuatro buques nucleares a las orillas del Mar Rojo. ¿Qué ocurrirá con la base si el conflicto se prolonga? ¿O fue la base un pago a la posible protección de Rusia en caso de que atacaran las RSF? Rusia, como siempre, son incógnitas.

Emiratos Árabes, que donaron una cantidad de dinero a Sudán superior al que les dieron las regalías que sacaron del oro, se posiciona como un amigo destacado de la nación, entre que India provee al gobierno sudanés de sistemas de misiles y el American Enterprise Institute marcó Sudán como una nación “en transición” hacia un movimiento yihadista activo, contaminado a dos bandas por los muyahidines en el Sahel y en el Cuerno de África. Si la ruta de Tigray se ensancha con un nuevo conflicto y los terroristas somalíes la ven a tiempo, encontrarían una ruta perfecta tierra adentro, casi hasta conectar con sus compañeros de República Centroafricana o Congo y prolongando el corredor yihadista que hace diez años comenzó a crearse en el Sahel.

No parece importante, pero lo es. Puede que demasiado. Es importante para que caiga Putin, frenar al yihadismo, que salgan vivos los estudiantes somalíes o para los posibles planes de un Egipto maquiavélico, entre otros. Es importante para 47 millones de sudaneses que, de haber una guerra, ¿dónde huirán? ¿A Tigray, a República Centroafricana, Sudán del Sur, a la dictadura de Chad? ¿Qué país querrá aceptarlos? Ni los expertos más valerosos tendrían ahora las agallas de asegurarlo.