Austria

¿Por qué la derecha gana casi siempre en las elecciones de Austria?

Austria vuelve a las urnas este domingo con el conservador Sebastian Kurz como claro favorito, pese a haber sido destituido en una moción de censura en el caso “Ibizagate”

El candidato conservador Sebastian Kurz en Austria/EFE
El candidato conservador Sebastian Kurz en Austria/EFElarazon

Austria vuelve a las urnas este domingo con el conservador Sebastian Kurz como claro favorito, pese a haber sido destituido en una moción de censura en el caso “Ibizagate”

Austria regresa a las urnas este domingo tras la caída del gobierno y el éxito de una moción de censura que marcaron un momento sin precedentes en su historia reciente, pero con la sensación de que no ha cambiado nada y consciente del resultado que saldrá de las urnas. Una vez más. El ex canciller y líder del Partido Popular de Austria (ÖVP) Sebastian Kurz ganará las elecciones anticipadas dejando claro que la República alpina, con sus 6,4 millones de votantes, se mantiene fiel a la derecha; como casi siempre en las últimas décadas.

Del centro a la izquierda no hay mayoría en Austria como no han dejado de repetirlo unas encuestas que, en su último recuento antes de la cita electoral, arrojaban una clara victoria con el 36% para el líder conservador, seguido del Partido Socialdemócrata (SPÖ) con el 23% y el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) con el 21. Kurz volverá a ser el canciller de Austria.

Más allá de la idiosincrasia austriaca, lo curioso es, que a pesar de todos los escándalos, el FPÖ no solo no verá mermado su resultado sino que, tal y como augura la prensa del país, volverá al gobierno gracias a la más que presumible coalición que le ofrecerá Kurz. Una posibilidad que dejaría al bloque de la izquierda debilitado en la oposición.

El SPÖ sigue rezagado y el partido de Los Verdes, tras su sorprendente resultado de las elecciones europeas, está luchando por mantener al menos un 15%. Por su parte, los Neos se sitúan alrededor del 8 por ciento, aunque se posicionan en una esfera más liberal que progresista. Con todo, las condiciones no son buenas para hacer frente al bloque de la derecha. Pero, ¿por qué es así? ¿Cómo es posible que un líder, que fue destituido por una moción de censura, pueda conseguir semejante victoria?

Austria ha sido conservadora durante décadas. Solo después de 1971, y bajo el liderazgo del entonces líder socialdemócrata Bruno Kreisky, el SPÖ logró romper durante algunos años la supremacía del ÖVP y el FPÖ. El carisma del que también fue conocido como “Gigante rojo” fue lo que mantuvo a la socialdemocracia en el poder durante una década y, por consiguiente, el motivo de su descalabro tras la desaparición de su figura.

No obstante, las raíces conservadoras profundizan fuertes en la historia del país del mismo modo que la influencia católica, en una sociedad con un importante segmento rural y predominantemente envejecida, ha sido un revulsivo que ha aupado a la diestra del parlamento.

Además, en un país cuya capital es elegida una y otra vez la metrópoli más habitable del mundo y cuya economía aumentó un 2,7 por ciento en 2018, pocos quieren dar oxígeno a otras alternativas en un momento en el que, según algunos analistas, el populismo no duda en vincular ralentización y pérdidas a los socialistas e inmigrantes.

Así, durante la campaña, Sebastian Kurz elogió regularmente los logros de la coalición entre conservadores y la extrema derecha, que dirigió durante 18 meses. “Gracias a nuestra política –dijo en un debate televisado-, el desempleo ha caído, los salarios y las pensiones también han aumentado, y con la reforma del ingreso mínimo garantizado hemos dado más a los que lo necesitan y menos a los inmigrantes que pueden trabajar”. Con todo, y desde el “Ibizagate”, el candidato conservador ha evitado cuidadosamente decir que podría volver a gobernar con el FPÖ después de este domingo. Pero otras posibilidades de alianza son inciertas, según el politólogo Laurenz Ennser.

Para él, los conservadores tienen dos opciones: “Podrían unir fuerzas con los socialdemócratas, pero creo que hay demasiada responsabilidad entre los dos partidos. Dentro del Partido Conservador, muchos preferirían gobernar con los Verdes y el Partido Liberal Neos, pero hay diferencias políticas fundamentales entre estos partidos, que deberían hacer concesiones importantes”.

Austria es tierra de confrontación. En otros países, sería difícil persuadir a los principales políticos para que asistieran una o dos veces a un debate electoral. Sin embargo, en la República alpina se tuvo la sensación que los candidatos no querían salir del estudio de televisión. Hubo numerosos careos televisados en los que el “Ibizagate”, un escándalo de corrupción que afectó al FPÖ y que provocó la caída del gobierno de coalición, marcó la pauta electoral y que sirvió para que algunos de los candidatos progresistas lanzaran todo tipo de acusaciones.

No obstante, y a pesar de la estridente dramaturgia televisada, todo básicamente siguió igual. A pesar de las revelaciones, las donaciones para fiestas, los innumerables gastos y las variadas difamaciones, todo continúa como siempre. Es más, algunos analistas se atrevieron incluso a decir que, con el tema de Ibiza, el FPÖ pasó de ser culpable a víctima. Las tácticas fueron tan descaradas que ahora se prevé que el partido de extrema derecha sea recompensado nuevamente con la participación del gobierno. Tal y como era de esperar.