Arde Notre Dame de París
Notre Dame, símbolo histórico, artístico y cultural
Todavía sobrecogidos por las imágenes del desplome de la aguja de la catedral de Notre Dame y en la esperanza de que pronto pueda ponerse coto al pavoroso incendio que ha causado la tragedia y a los cuantiosos daños que, sin duda, está sufriendo el monumento, vayan unas notas que sirvan para calibrar el alcance que para el patrimonio mundial tiene lo sucedido en París.
Notre Dame, más allá de ser uno de los monumentos más visitados de París y, por lo tanto, del mundo, es un auténtico compendio de historia de la arquitectura; está situada en el epicentro de la región conocida como L’Île de France donde el gótico francés alcanzó su máximo esplendor y en la que se encuentran otras joyas como las catedrales de Chartres, Reims o Amiens. Notre Dame fue la primera de todas ellas en iniciar su construcción en 1163, siguiendo las directrices que el abad Suger había dictado en la Basílica de Saint Denis, edificio fundacional del gótico.
El lugar en que se ubica, en medio de la isla de La Cité, en el corazón de París, ya fue ocupado por otros templos con anterioridad, de hecho su fábrica se levantó sobre la huella de una iglesia románica previa. Menos sofisticada que los casos antes citados, iniciados algo más tarde, se reconocen en ella claras influencias del gótico normando que pueden apreciarse en las robustas torres de la fachada.
A lo largo de su historia ha sufrido distintas modificaciones que no han hecho sino reforzar su condición de palimpsesto arquitectónico; desde las transformaciones barrocas que se llevaron a cabo en la zona este durante el reinado de Luis XIV hasta el pillaje y la destrucción que padeció en la Revolución Francesa. A mediados del siglo XIX se acometió la más profunda intervención en el monumento que nos legó la imagen que hemos conocido hasta la tragedia de hoy. Dirigida por Eugène Villet-le-Duc y Jean Baptiste Antoine Lassus, además de los trabajos de restauración en los que se sustituyó la piedra de los arbotantes y se arreglaron las cubiertas, se erigió un nuevo rosetón en la fachada sur y se añadió buena parte de los elementos escultóricos que adornan sus cornisas, entre ellos las famosas gárgolas.
Pero, además de su inmenso valor artístico, todavía es mayor su importancia histórica, su condición de símbolo cultural; en ella fueron coronados reyes y el propio Napoleón. Y permanecerá para siempre en la historia de la literatura inmortalizada por la pluma de Victor Hugo. Confiemos en que el monumento pueda recuperarse y podamos seguir buscando a Quasimodo entre sus torres y pináculos.
Escuela de Arquitectura. Universidad de Navarra.
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