OTAN
Por qué Rusia nunca entró en la OTAN pese a haberlo intentado en numerosas ocasiones
Putin fue uno de los presidentes que llegó a barajar la posibilidad
Desde su creación en 1949, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sido uno de los principales pilares de la seguridad colectiva en Occidente. Fundada inicialmente por 12 países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido y Francia, su objetivo era claro: hacer frente a la amenaza que representaba la Unión Soviética durante los años más intensos de la Guerra Fría.
A lo largo de las décadas, la OTAN no solo sobrevivió al colapso del bloque soviético, sino que se expandió considerablemente hacia el este, incorporando a numerosos países del antiguo entorno comunista, como Rumanía o Lituania. Esta ampliación, sin embargo, ha sido vista con recelo por una Rusia que aspiraba a redefinir su papel en el nuevo orden internacional.
No obstante, Rusia no siempre ha mantenido una postura de rechazo hacia la organización. De hecho, se estima que su entrada en la Alianza llegó a discutirse en numerosas ocasiones a lo largo de los años, lideradas por distintas figuras clave del Kremlin como Jrushchov, Gorbachov, Yeltsin e incluso el propio Putin.
Rusia planteó el ingreso
Algunos de los episodios más llamativos tuvieron lugar en la década de los noventa, cuando la disolución de la URSS dio lugar al surgimiento de expectativas sobre una posible integración de Rusia en las estructuras de seguridad occidentales. En aquel momento, tanto líderes rusos como occidentales exploraron la posibilidad de una cooperación más estrecha, hasta el punto de que Gorbachov llegó a plantear su ingreso al secretario de Estado norteamericano, James Baker, asegurando: "Según dicen ustedes, la OTAN no está dirigida contra nosotros, sino que es, simplemente, una estructura de seguridad adaptada a las nuevas realidades", según documentos soviéticos.
Una propuesta que, como recoge Política Exterior, fue completamente rechazada por Baker. No obstante, unos años después, volvió a situarse sobre la mesa de la mano de Boris Yeltsin, primer presidente de la Federación Rusa.
Aunque estas intenciones nunca llegaron a materializarse, durante los años 90 Rusia estableció relaciones formales con la OTAN, e incluso participó en iniciativas como el Consejo OTAN-Rusia, creado en 2002 para fomentar el diálogo y la cooperación. Sin embargo, el acercamiento nunca fue completo. Factores históricos, políticos y estratégicos complicaron un proceso que, para muchos, habría supuesto un cambio de paradigma en la seguridad europea y mundial.
¿Por qué nunca se llegó a unir?
El escepticismo mutuo, las divergencias en los intereses geopolíticos, la intervención de la OTAN en Kosovo sin autorización de la ONU y, sobre todo, la expansión de la organización hacia las fronteras rusas con la incorporación de países del antiguo Pacto de Varsovia, fueron percibidos en Moscú como una amenaza directa. Esto contribuyó a que el Kremlin adoptara una postura cada vez más distante y crítica hacia la Alianza.
Hoy, con las relaciones entre Rusia y la OTAN marcadas por la desconfianza, las sanciones y la confrontación abierta tras la invasión de Ucrania, las posturas están más alejadas que nunca. Aquellos intentos de acercamiento que una vez existieron han quedado enterrados bajo un clima de tensión que parece difícil de revertir.