Crisis económica

Realismo frente al triunfalismo

La Razón
La RazónLa Razón

Tras la elección de Macron, muchos franceses, incluidos los votantes del izquierdista Mélenchon, así como los gobiernos europeos, tranquilizaron sus ánimos. Francia seguiría siendo una potencia estable, tolerante y europeísta. Sin embargo, frente a la euforia de los primeros momentos, se alzaron voces que clamaron por la moderación de las expectativas o abiertamente apelaron a escenarios catastróficos ante la inminencia de las elecciones legislativas del 11 y 18 de Junio. Macron ha ganado la Presidencia de Francia, pero su partido podría no obtener en la Asamblea Nacional la mayoría de 289 escaños requeridos para llevar a cabo las reformas económicas y sociales que necesita con urgencia el país. Sin embargo, las tres experiencias de cohabitación, dos con el presidente socialista Miterrand y una con el gaullista Chirac, avalan la afirmación de que este escenario no tiene por qué considerarse catastrófico para los intereses de Francia y de Europa, aunque ciertamente sería más incómodo para Macron.

Por tanto el futuro escenario resultante de las elecciones legislativas y sus consecuencias para la Presidencia francesa debe analizarse con un moderado realismo, ajeno tanto a los interesados alarmismos como a los ingenuos triunfalismos que ya pudimos apreciar tras las elecciones en Estados Unidos de Obama y Trump.

Los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas nos anticiparon una imagen clara del mapa político que cabe esperar de las legislativas, aunque con ciertas correcciones. Es previsible un mapa parlamentario fragmentado pero no tanto como para que no pueda alcanzarse una coalición de gobierno o, al menos, mayorías parlamentarias para sacar adelante las reformas en caso de cohabitación.

Pero ¿cuáles son las principales reformas que deberá emprender el presidente Macron durante la nueva legislatura? Básicamente el Estado francés requiere cambios profundos en cuatro áreas: economía, políticas sociales, relaciones exteriores y seguridad.

La principal dificultad de la economía francesa radica en la lenta recuperación durante los dos últimos años que todavía no ha permitido superar los efectos de la crisis. Con una tasa de crecimiento del PIB del 1,3% existen serias dificultades para lograr reducir el déficit público del 3,4% y una deuda pública que alcanza el 96%, agravada por un endeudamiento privado del 229% del PIB que, necesariamente, lastra las oportunidades de aumento de la demanda y la inversión internas. Con tipos impositivos del 33% en sociedades, del 50% en la renta de las personas físicas, del 20% al consumo y del 54,8 por la seguridad social, el Gobierno francés, sea cual sea su color, posee muy escaso margen de reducción del déficit por la vía de un incremento de impuestos o de una reducción del gasto público, que tendrían dificultades políticas para aprobarse, unos efectos económicos contractivos y un evidente rechazo social.

Este complicado cuadro macroeconómico está impidiendo adoptar las necesarias políticas sociales proactivas que permitan compensar al país de los esfuerzos sufridos por la crisis. En efecto, sin un crecimiento económico mayor el paro permanecerá estancado en el 10% pero con el agravante de que el desempleo juvenil alcanza ya el 23,7%. Al mismo tiempo, el crecimiento de los salarios del 0,2% no logra compensar la tasa de inflación del 1,2% lo que se traduce en una pérdida de la capacidad adquisitiva real, cerrándose así el círculo que estrangula la expansión de la economía francesa. El presidente Macron, con mayoría parlamentaria o con cohabitación, deberá adoptar rápidamente una estrategia económica reactiva que establezca nuevas prioridades en el gasto público, seleccione los sectores que deben ser impulsados mediante medidas legales e incentivos fiscales, estimule la demanda interna, con una revisión de salarios asociada a la productividad y una reducción selectiva de impuestos al consumo, sin descartar la promoción del sector exterior que inevitablemente se verá afectado por el Brexit.

Efectivamente, una de las escasas opciones abiertas que podrá aprovechar el presidente francés está vinculada al avance en la integración europea. Más allá de la negociación del Brexit y de su impacto inmediato, el escenario de una Unión Europea liberada de las constantes restricciones que imponía el Gobierno de Londres, el entendimiento franco alemán permitirá avanzar en la integración de sectores estratégicos, como el financiero, el mercado único de la energía, las telecomunicaciones o la innovación y el desarrollo tecnológico e industrial, ya sea con el apoyo unánime de los 27 miembros o bien por la vía de las cooperaciones reforzadas. El hecho de que las competencias de la política exterior correspondan al presidente y no al primer ministro, facilita dicho entendimiento y ofrece a Macron liderar el nuevo impulso que requiere la UE. Finalmente, no se puede ignorar que durante los últimos años la seguridad interior de Francia se ha visto deteriorada por un terrorismo yihadista cada vez más agresivo y una presión migratoria que están agravando las tensiones interculturales y raciales además de alimentar el discurso populista de la extrema derecha y las reacciones antisistema de la izquierda política.

Francia requiere una profunda revisión de su política de seguridad interior que incluya no sólo el reforzamiento y reorganización operativao de sus servicios de inteligencia y policiales sino también una nueva estrategia de integración social, cultural e interracial en la que la educación, los servicios públicos y los medios de comunicación de masas, incluidas las redes sociales, deben ocupar un papel decisivo. El moderado liderazgo de Macron durante las elecciones presidenciales le resultará muy necesario pero no bastará, tendrá también que ejercer importantes dotes de gestión política que todavía están por demostrar.

*Catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense