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Valencia

Rivas: de trincheras republicanas a museo

Los trabajos arqueológicos en la Laguna del Campillo revelan la vida de los soldados en los últimos meses de la Guerra Civil. Científicos del CSIC proponen restaurarlas para que se puedan visitar en unos cinco meses.

Algunas muestras de la munición hallada en el campamento republicano del Campillo
Algunas muestras de la munición hallada en el campamento republicano del Campillolarazon

Los trabajos arqueológicos en la Laguna del Campillo revelan la vida de los soldados en los últimos meses de la Guerra Civil. Científicos del CSIC proponen restaurarlas para que se puedan visitar en unos cinco meses.

¿Qué ocurrió en la zona de la Laguna del Campillo durante la Guerra Civil? Situados a 20 kilómetros de Madrid, los restos de un campamento de retaguardia republicano en Rivas Vaciamadrid indicaban que, hace 80 años, este punto estuvo implicado en la contienda. Así lo atestiguaban varios refugios y kilómetros de trincheras de hasta dos metros de profundidad. Arqueólogos del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) comenzaron los trabajos de excavación a principios de septiembre, financiados por el Ayuntamiento local y en los que se ha hecho uso de tecnología puntera: drones para imágenes aéreas, GPS subcentimétricos –con un margen de error de un centímetro– para realizar planos y modelos 3D... Los resultados ya están sobre la mesa y la propuesta de los científicos es la de musealizar la zona.

Alfredo González-Ruibal, uno de los directores técnicos del proyecto, explica a LA RAZÓN algunas de las conclusiones a las que han llegado tras cerca de cuatro meses de análisis. Esta área, compuesta por una zona de combate –una trinchera de resistencia y dos fortines– y una «zona de vida» –con un conjunto de refugios de función diversa–, empezó a fortificarse «en un momento muy tardío de la guerra», en octubre de 1938, cuando apenas quedaban cinco meses para que se acabara la contienda y cuyo final «ya estaba bastante decidido». Formaba parte de una estrategia, tanto del ejército franquista como del republicano, de «reforzar el frente de Madrid». Sin embargo, al contrario de lo que ocurrió con el bando nacional, sus fortificaciones «son muy pobres, con el acero muy restringido, y con estructuras casi prehistóricas de piedra, tierra y troncos». Con todo, algunas de las «chabolas» que han excavado estaban electrificadas, como demuestran los cables y casquillos de bombillas.

¿Qué vida llevaron los soldados republicanos destacados allí? González-Ruibal considera que, al no ser un punto clave, pese a estar situado en una zona estratégica como era la carretera de Valencia, la presencia militar fue escasa. «La República había perdido muchos hombres y territorio. Estaban reclutando a chavales de 17 años y trataban de cubrir el frente con el menor número de soldados posible», explica. Los científicos han hallado alrededor de un centenar de balas, el 80% de ellas munición soviética procedentes de fusiles Mosin Nagant, que compartían protagonismo con los Máuser y Enfield. De hecho, de un total de 160 piezas, la mayoría (93) corresponde a munición. Eso sí, sin haber sido disparada. Si a eso unimos el hecho de que el nido de ametralladora que aún se conserva fue reconvertido posteriormente en una «habitación donde los soldados se calentaban y preparaban la comida», una de las conclusiones es que aquellos militares «no debieron ver mucha acción».

Ruibal indica que, si bien estaban «bien armados», aquellos soldados también estaban «mal alimentados». Un punto este último que se refuerza por la escasez de restos animales –no hay huesos de oveja, cabra o cerdo, como en las trincheras franquistas, pero sí de tellinas, que llegaban de Valencia– y por la presencia de frascos de laxantes y de agua de Carabaña. «Durante los años 20 y 30, se producían millones de botellas de este agua mineral, que tenía fama de ser un buen purgante». Y es que la alimentación deficiente llevaba a los inevitables problemas gastrointestinales.

Soldados de leva

Entre la diversidad de objetos hallados –elementos de uniforme, tinteros, material de papelería, etc.–, los científicos también encontraron un crucifijo de aleación de cobre al oeste del Campillo y que, presumiblemente, perteneció a un soldado. No les ha sorprendido: no es el primero que encuentran en campamentos republicanos. «En 1939, su ejército estaba formado por soldados de leva. Había de todo: anarquistas ateos, republicanos católicos o gente con afinidad por el otro bando, pero que no le tocaba más remedio que estar allí. Este tipo de objetos nos da una visión más compleja de la Guerra Civil, frecuentemente estereotipada en fascistas y comunistas. La realidad era mucho más compleja y había diversidad ideológica en ambos bandos», dice González-Ruibal.

Teniendo en cuenta la dimensión del área explorada, los científicos esperaban haber encontrado más elementos. En el informe señalan que «la escasez de materiales obedece a varias razones, entre las que podemos señalar el breve espacio de tiempo» que la zona estuvo ocupada –posiblemente «los últimos seis meses» de contienda–, el «escaso número de soldados» que la poblaron, la «pobreza material característica de las trincheras republicanas al final del conflicto» y la «ausencia de combates» en general.

En todo caso, los resultados reflejan «una imagen muy clara de las trincheras republicanas al final de la guerra» y, concretamente, un «frente estático» en la zona de Rivas. «De las batallas de la Guerra Civil sabemos mucho, pero no tanto de estos lugares en los que se vivieron sus momentos finales, cuando todo estaba perdido, con gente pasando hambre dentro de un hoyo. En ese sentido, es una imagen muy emotiva. Es la experiencia de un gran número de veteranos. Al final, el intercambio de disparos constituía sólo un 5% de su tiempo», concluye el arqueólogo.

Diez zonas expuestas

Con sus análisis completado, los expertos del CSIC proponen la musealización de esta zona. En total, han hallado 11 estructuras: un complejo fortificado formado por un parapeto aspirellado, un nido de ametralladoras, un refugio y una trinchera de resistencia, seis refugios de tropa y un fortín. De éstas, diez «reúnen condiciones para ser expuestas al público». Así, proponen restituir las cubiertas de los refugios, pero sin que pierdan su esencia. Por ejemplo, en el nido de ametralladoras y en su refugio adyacente creen que sería conveniente su cubrición mediante las tierras extraidas, tal cómo se protegían y camuflaban originalmente. También recomiendan, dentro de la «zona de vida» de los soldados, restituir las cubiertas de los abrigos construidos en las rocas, de forma que conserven su imagen semejante a la de un «poblado de chabolas» que tenía el conjunto primigenio. González-Ruibal explica que ya se están preparando los carteles para que la zona pueda visitarse de forma autónoma. Una realidad que podría concretarse, o al menos así lo esperan, en cuatro o cinco meses.

Vajillas y monedas romanas

Durante los trabajos en la Casa de Doña Blanca, próxima a las trincheras, los arqueólogos no encontraron restos de la antigua casa de retiro de Felipe II, aunque sí de los hogares de la servidumbre que vivía en torno al palacio. Además, hallaron monedas tardorromanas y cerámica fina del siglo IV y V, lo que hace pensar que en el lugar se podía enclavar una villa del antiguo imperio que explotara la vega del Manzanares, o incluso una «estación de servicio» de la vía romana. En el momento de la guerra, los restos del edificio que hoy vemos podían conformar una estructura pecuaria para el ganado que surtía a las carnicerías madrileñas. Su origen es de mediados del siglo XIX, como demuestran algunas monedas con la efigie de Fernando VII.