Egipto
Tahrir no da tregua a Mursi
La oposición laica y los jóvenes revolucionarios salen a la calle para reclamar la dimisión del presidente egipcio
La plaza Tahrir volvía a llenarse ayer en contra del decreto «faraónico» emitido por el presidente Mohamed Mursi, que se enfrenta a las protestas más grandes desde que llegó al poder. El hermano musulmán ha conseguido que los movimientos revolucionarios y los partidos políticos laicos se unan ahora más de lo que lo habían estado en los pasados meses de transición democrática, en los que sus divisiones y escasa fuerza sobre el terreno dejaron que los islamistas conquistaran la arena política egipcia.
«Los Hermanos Musulmanes nos roban el país», rezaba ayer una pancarta en Tahrir resumiendo el sentimiento generalizado entre los opositores, que observan preocupados la deriva autocrática de Mursi. El presidente -el primero elegido en las urnas después de la caída de Hosni Mubarak en febrero de 2011- asumió poderes extraordinarios e inmunidad total el pasado jueves, provocando la ira de todas las fuerzas políticas, excepto su grupo, los Hermanos Musulmanes, apoyados por los salafistas, islamistas radicales.
Por primera vez en mucho tiempo, los líderes liberales han formado un frente común y ayer bajaron todos a la calle, incluido el Premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei, que llevaba meses apartado de la batalla política y ha vuelto ahora a la primera línea.
El Baradei, así como el líder izquierdista Hamdin Sabahi y otros destacados políticos, han asegurado que no habrá diálogo con Mursi hasta que éste retire el decreto de la discordia. Por el momento, Mursi no parece dispuesto a hacerlo, ni siquiera a modificarlo, tal y como anunció la noche anterior a las protestas, confiando quizás en que éstas no serían tan multitudinarias.
A la salida del trabajo, a partir de las seis de la tarde, decenas de miles de cairotas se dirigieron a la plaza Tahrir, desde varios barrios de la capital, para volver a pedir el derrocamiento del régimen y la marcha del «rais», tal y como lo hicieron durante la revolución: con los mismos lemas y la misma pasión, aunque intercambiando el nombre de Mubarak por el de Mursi. Al grito de «irjal» (fuera), los egipcios demostraban a Mursi que no van a aceptar a un nuevo faraón, más allá de las buenas intenciones que podría tener el presidente. Varios analistas han destacado que el islamista buscaba tomar las riendas del país para poder gobernarlo y ofrecer resultados a los ciudadanos, pero ha fallado en las formas. Imponer su autoridad por decreto presidencial, de forma no consensuada y sorpresiva, ha sido un error político y de cálculo.
La más preocupante consecuencia del decreto es la gran polarización entre pro y anti Hermanos Musulmanes, escenificada ayer en enfrentamientos en la ciudad de Mahalla, en el Delta del Nilo, donde se registraron unos 300 heridos.
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