
Transición
Tecnócratas y sectarismo, el frágil equilibro del nuevo gobierno sirio
El autoproclamado presidente sirio, Ahmed al Sharaa, designa un gabinete interino con mayoría suní y escasa representación de minorías y mujeres para la reconstrucción del país tras Asad

Veintidós hombres y una mujer cuentan desde el pasado fin de semana con la responsabilidad de afrontar, al frente del nuevo gabinete interino, los colosales retos de la Siria post-Asad dominada desde diciembre pasado por el que fuera líder yihadista y hoy autoproclamado presidente Ahmed al Sharaa y la organización islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS).
La propia HTS -su rápida ofensiva militar a comienzos de diciembre provocó el inesperado desmoronamiento de la dictadura de Asad- retiene una parte importante de los ministerios -como los de Exteriores, Defensa, Justicia e Interior-, pero también hay elementos de la sociedad civil y vinculados al antiguo régimen en varias de las carteras. Del nuevo gobierno -que no cuenta con primer ministro, por lo que Al Sharaa evita la aparente bicefalia en el liderazgo del mismo- destaca su perfil tecnocrático: varios de sus miembros han desarrollado carreras técnicas en empresas e instituciones internacionales en los últimos años. Sin duda, el de la recuperación económica -en un país destruido por más de una década de guerra y cinco décadas de dictadura- es el mayor reto que tendrá que afrontar el nuevo ejecutivo sirio en los próximos años.
A juicio de la periodista siria Alia Mansour, “el gobierno es una implementación de la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas [aprobada el 18 de diciembre de 2015, instaba al establecimiento de un gobierno inclusivo, creíble y no sectario antes de la celebración de elecciones libres]: un gobierno de coalición entre HTS y leales al antiguo régimen no envueltos en delitos de sangre y la sociedad civil. Algunos ministros tienen experiencia y son tecnócratas, como el de Finanzas y Economía, mientras otros, como los de Energía y Justicia, son lo contrario completamente”. “Por tanto, no puede ser descrito como un gobierno de especialistas, pero tampoco puede decirse que carezcan de experiencia. Un ejecutivo aceptable”, sintetiza a LA RAZÓN la informadora y opositora a la dictadura de Asad.
“Lo que se requiere hoy es el levantamiento de las sanciones y que el gobierno y resto de autoridades sean capaces de lanzar el proceso de reconstrucción, tanto en materia de infraestructuras como de la propia población, y reconstruir también las fuerzas armadas y de seguridad de forma que el Estado pueda ampliar su capacidad de control habida cuenta de los grandes peligros que afronta el país en todos los frentes”, recuerda Mansour a este medio.
Otra de las características más destacadas del gabinete es la escasa representación de las minorías. La gran mayoría de ministros son suníes -grupo religioso que constituye más del 70% de la población siria-, y hay un ministro alauí (el de Transportes), representante de la minoría emparentada con el chiismo a la que pertenecía la élite del régimen de Asad, un druso (Agricultura), y una (la única mujer) cristiana (Asuntos Sociales y Trabajo). Con el proceso de integración de las fuerzas kurdas -englobadas en el paraguas de las Fuerzas Democráticas Sirias- aún en fase embrionaria, el presidente sirio ha optado por incluir apenas dos kurdos en el ejecutivo interino, y uno de ellos está vinculado al régimen de Asad. “Ha habido un intento de representar todos los componentes de la sociedad siria, pero ha fracasado, de manera particular en la representación de los kurdos”, asevera al respecto Mansour.
Una única mujer
La única mujer y también única representante de la minoría cristiana siria -ahora en torno al 2% de la población- es la abogada sirio-canadiense Hind Kabawat, que asume la cartera de Asuntos Sociales y Trabajo. Kabawat es una figura conocida de la oposición siria, pues ya ocupó responsabilidades en el equipo negociador con base en Ginebra durante la guerra, y desde 2011 viene defendiendo en foros públicos la necesidad del diálogo interreligioso y los derechos de las mujeres. La exclusión, con la excepción de Kabawat, ha merecido duras críticas dentro y fuera del país. “Tratar a las mujeres como una ‘minoría’ es un insulto a la revolución. Y la muy débil representación de las mujeres en el gobierno es inaceptable”, afirma Mansour.
El otro gran problema de la Siria post-Asad es, sin duda, el de la seguridad, estrechamente vinculado al del respeto e integración de las minorías en el nuevo Estado. En las últimas semanas, los episodios de violencia sectaria registrados sobre todo en las provincias costeras de Latakia y Tartús -donde se produjo una tentativa de insurrección de elementos vinculados al antiguo régimen y posteriormente ejecuciones de varios centenares de civiles pertenecientes a la minoría alauí a manos de fuerzas afines al gobierno- se solapan con los bombardeos israelíes en zonas cercanas a Damasco o en la misma capital siria contra supuestas amenazas para la seguridad del Estado judío. El último de ellos se produjo el pasado miércoles al norte de Damasco.
El tiempo -un período, por ahora, indeterminado- dictará la ventura del nuevo gobierno designado por el hombre fuerte de la nueva Siria, que ha repetido en los últimos meses que habrán de pasar hasta cinco años hasta que el país se dote de una constitución antes de celebrar elecciones libres.
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