Terremoto

Temor en Ecuador a una crisis sanitaria

Temor en Ecuador a una crisis sanitaria
Temor en Ecuador a una crisis sanitarialarazon

Cuando ya se agotan las esperanzas para encontrar cuerpos con vida bajo los escombros, tras el terremoto del sábado pasado en Ecuador, las autoridades se enfocan en evitar una crisis sanitaria: el calor imperante de los poblados en la costera provincia de Manabí, la más golpeada por la tragedia, acelera el proceso de descomposición de los cuerpos y, además, persisten los problemas en el suministro de agua potable.

“Los cadáveres son completamente tóxicos, porque sus gérmenes se elevan al aire y contaminan el ambiente. Si hay muertos en ríos o pozos, esas aguas también están contaminadas”, explica a La Razón el médico especialista Galo Cornejo. “Si la putrefacción es extrema, se recomienda incinerar los cuerpos, para que la contaminación no se expanda”.

El desastre ha golpeado a seis provincias ecuatorianas (que equivalen a comunidades autónomas en España). Hasta este miércoles 20 de abril, la Fiscalía de Ecuador registró 525 muertos, la mayoría en los cantones de Pedernales (norte de Manabí), Manta y Portoviejo.

Un equipo de La Razón ha recorrido varias zonas devastadas en Manta y Portoviejo (capital provincial, y la ciudad más poblada, con 311 mil habitantes). En las calles se mezcla el olor de polvo, escombros y cadáveres en proceso de descomposición.

Hiede a tal extremo, que es necesario usar mascarillas. Tanto, que la Ministra de Salud, Margarita Guevara, dirige desde Portoviejo las acciones para evitar una crisis sanitaria, haciendo base en el hospital público Verdi Cevallos Balda y en el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) de la capital de Manabí, junto a varios ministros de Estado.

El clima en esta zona costera fluctúa entre 26 y 38 grados centígrados, lo cual alimenta el temor. Sacar cuerpos sin vida, atrapados bajo toneladas de hierros retorcidos y paredes, es la máxima prioridad, aunque la realidad desborda cualquier intento.

Para el doctor Galo Cornejo, quienes estén en el área y sientan aquel fétido olor corren el riesgo de contraer infecciones. “De hecho, si la inmunidad de alguna persona es baja e incluso la de algún rescatista, es posible que sean más probables las afectaciones a la salud. Por eso, las normas internacionales sugieren los relevos de rescatistas”.

Asimismo, el Ministerio de Salud informó que no recibirá medicamentos de forma particular, porque el manejo, empaque y almacenamiento de los mismos requiere de un tipo específico de logística.

Las autoridades locales aseguran que en ciudades como Portoviejo se ha reanudado en un 60% el servicio de agua potable por tubería, pero “no podemos cubrir todavía las partes más afectadas, el centro, donde la devastación es total. Además, se ha dotado de tanqueros con el líquido a varias parroquias de la capital, como Río Chico, Calderón, Chirijos y Crucita”. Sin embargo, ello no es suficiente, porque históricamente Manabí es una provincia que ha padecido la carencia del líquido potabilizado. También preocupa que la Empresa Municipal de Agua Potable de Manta no logra restablecer el servicio.

La tragedia en Ecuador evidencia las limitaciones. Los bomberos locales o voluntarios que trataban de encontrar supervivientes o cadáveres se han guiado justamente por aquel olor putrefacto que golpea con fuerza cualquier nariz. Recién la tarde del lunes llegaron canes amaestrados para este tipo de tareas y las brigadas internacionales especializadas. Aun así, el panorama es complejo.

El Instituto Geofísico de Ecuador ha registrado hasta el mediodía de este miércoles (hora local, siete horas más en España) más de 540 réplicas desde el sábado. Ayer hubo dos temblores de magnitud 6,1 y 6,3, con epicentro a 25 km de Muisne y a 73 km de Propicia, ambos poblados en la provincia de Esmeraldas, al extremo norte de Ecuador (provincia que comparte frontera con Colombia), lo cual genera más miedo y que los habitantes prefieran dormir a la intemperie.

En el otrora turístico cantón Pedernales, área de demarcación de la Mitad del Mundo, el hedor de cadáveres se mezcla con la desesperación de personas que no tienen dónde dormir. Escasean los alimentos y hasta el agua. Lo más alarmante es que no existe espacio en el cementerio para enterar a los fallecidos, lo que también hace que crezca el riesgo de una crisis sanitaria.

Agua es lo más reclamado por las personas de Manta, Bahía de Caráquez, Canoa, Jama y Pedernales. Mientras en Portoviejo, la capital, lo impensable: cientos de familias durmiendo en la calle, o en la pista del viejo aeropuerto Reales Tamarindo (cerrado el 9 diciembre de 2011), cuya torre de control está hecha ruinas. El lugar se ha convertido en un multitudinario albergue, sobre todo por las noches. Nadie quiere dormir en sus casas cuarteadas. Sin embargo, Portoviejo tiene otra postal que aterra junto a la destrucción: cientos de militares y una docena de tanques de guerra. Los saqueos han obligado a reforzar las seguridades.

Además, decenas de personas hacen vigilia afuera de sus locales comerciales para evitar que se roben lo que queda de su negocio. Imágenes de niños, mujeres y hombres, en media calle, al pie de edificios que parecen a punto de colapsar, son recurrentes. “Estoy cuidando mi local de venta de llantas y repuestos. ¡Cómo me voy a ir y dejar botado mi negocio!”, justifica María Loor (50), ataviada con blusa fresca y un sombrero que la cubre del sol intenso. Más le puede el interés por sus bienes, que el temor a derrumbes por las constantes réplicas.

Las donaciones provenientes de diferentes sitios de Ecuador y del extranjero llegan a su destino, pero la repartición se complica por la multitud que espera para recibir víveres. Las filas parecen interminables. “Cuidado el voluntariado sin coordinación puede ser un problema más que una solución”, dijo en cadena nacional el presidente Correa la tarde de este miércoles, en alusión a las miles de personas que están llevando ayuda a los poblados devastados.