Roma
Testigo directo en Roma: «El primer ministro nos ha hecho chantaje»
Los italianos se dividen entre la desconfianza política y el deseo de modernizar las instituciones
En la entrada de un gimnasio al lado de Campo De’ Fiori, en el centro de Roma, Marco y Giorgio, ambos treintañeros, explican a LA RAZÓN qué piensan de la reforma constitucional que hoy llega a su epílogo. El primero, más realista y tendente al «no», cree que, pase lo que pase, todo va a seguir igual independientemente del cambio de Senado: «La política seguirá siendo la misma, porque los partidos serán los mismos». Giorgio, sin embargo, encarna una mezcla entre escepticismo y esperanza: «Aun no estoy convencido del ‘‘sí’’, pero reconozco que podría ser el comienzo de algo diferente».
Anna Socillo, romana asalariada de 27 años, pertenece a ese sector de población que, según los sondeos, encabezaría el «no» al referéndum: «Partiendo de la premisa que se necesita una reforma constitucional, el actual proyecto no es el mejor posible», explica. «¿Poner como senadores a los consejeros regionales, la peor casta política en Italia? Por no hablar de que no podremos elegir a los representantes de la Cámara Alta». No aprecia la figura política de Renzi, para ella «demasiado listillo»: «Se ha equivocado en personificar la reforma de la Constitución, en hacernos creer que se va a ahorrar mucho dinero y, sobre todo, en chantajear con marcharse si perdía». Su hermana Francesca, a su lado, piensa exactamente lo contrario: «Los que defendemos el “sí”, pensamos que éste es un tren que pasará sólo una vez. ¿Es creíble pensar que pueda haber una reforma consensuada de la Constitución? ¿En Italia? Si no hay reforma, esta oportunidad podría no repetirse en tres décadas». Francesca cree que el Senado «podría incluso ser suprimido», para dar más estabilidad a un país con 63 Ejecutivos en 70 años –en 17 legislaturas–. «No estoy tan convencida que, en este tipo de materia, de gran calado social, un referéndum sea el mejor instrumento. Porque permite que nuestro voto, ciudadanas que nos hemos informado mucho; valga exactamente igual, ojo, como debe ser, al de alguien que no le interesa para nada nuestra Constitución y terminará votando por instinto».
«Un cambio es más que necesario e Italia debe perseguirlo sí o sí. No será perfecto, pero será la primera vez que se pueda aspirar a ir más allá», explica Gennaro, votante de centro derecha de 52 años, mientras cruza el Ponte Sisto en dirección al barrio de Trastevere: «Durante décadas, a diario, hemos oído decir a la clase dirigente decir frases como “tenemos que hacer las reformas”, como si tuviéramos que redactarlas nosotros, los electores». «Es cierto que la Constitución es sagrada y que Italia seguirá siendo un país tradicional; pero la política italiana tiene que dejar ya de ser anquilosada», comenta. También para él, que votará «sí», Renzi ha comprometido «demasiado» su continuidad en el Gobierno. «El ‘‘no” prevalecerá entre aquellos que leyeron los pormenores de la reforma; el “sí” es más aventurado, pero propio de las mentes más atrevidas que miran al futuro. Con o sin Renzi».
Carlo, frutero de unos 35 años del tradicional mercado de Campo De’ Fiori, piensa «apoyar el cambio, porque todos los que antes prometieron conseguirlo no movieron nunca un dedo». Su ‘‘sí’’ apunta a ser también una llamada de atención hacia la UE, como forma para declarar un enfado y de paso para demostrar que en Italia las cosas pueden cambiar. Giovanna, cliente de Carlo y votante histórica del centro izquierda, de 55 años, opina que «no tiene sentido apoyar o castigar políticamente a un Gobierno, cuando de lo que hay que hablar es de la Constitución».
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