Siria
Trump da un paso atrás por consejo del Pentágono
Macron, el presidente francés, asegura en cambio que tiene pruebas del uso de armas químicas en Duma y propone una respuesta. Londres se sumaría a su iniciativa.
Macron, el presidente francés, asegura en cambio que tiene pruebas del uso de armas químicas en Duma y propone una respuesta. Londres se sumaría a su iniciativa.
El presidente de EE UU, Donald Trump, sorprendió ayer a medio mundo al anunciar la posibilidad de que su país no intervenga en Siria. O sí, pero en un plazo más laxo e indefinido que el que hacían prever sus beligerantes declaraciones previas. «Nunca dijimos», escribió en su cuenta de Twitter, «cuándo tendría lugar el ataque a Siria. ¡Podría ser muy pronto o no! En cualquier caso, Estados Unidos, bajo mi Administración, ha hecho un gran trabajo librando a la región del Estado Islámico. ¿Dónde está nuestro '¿Gracias América?'». Un comunicado, o comentario, o arrebato, que ha descolocado a todos, amigos y enemigos, socios y rivales. Empezando por Rusia, que daba por descontada la acción militar, bien que quirúrgica y focalizada, tras la enésima barbarie perpetrada por Bachar al Asad. Tanto es así que el portavoz militar del Kremlin, Dimitri Peskov, explicó que se había abierto el canal de información entre los ejércitos de los países. Una vía de diálogo eficaz y segura y diseñada expresamente para evitar posibles malentendidos y una escalada que Washington y Moscú están muy lejos de desear. Peskov advirtió de que el posible bombardeo de EE UU «tendría un efecto extremadamente destructivo sobre todo el proceso de negociación». En el mismo sentido parecen haber aconsejado los generales del Pentágono a Trump, molestos con el anuncio del uso de misiles que puso en guardia a las tropas sirias, rusas e iraníes sobre el terreno. Tras todo ello, cinco días después de que Trump anunciara acciones militares inminentes, una semana más tarde de que avisara la retirada de los efectivos estadounidenses en Siria en un plazo de seis meses, y apenas un mes desde que avisara de que la retirada sería inminente, y luego de el miércoles advirtiera a Rusia de una lluvia de misiles «bonitos, nuevos e inteligentes», el presidente reculó y, de paso, desactivó toda la respuesta conjunta en la que trabajaba la comunidad internacional. Claro que a lo mejor, como opinaba Jennifer Hansler en CNN, estamos ante una maniobra de distracción. Un intento de sembrar la confusión en las filas enemigas, más o menos clarividente, más o menos chapucero, por parte de un Trump que trataría de congraciarse con los generales del Pentágono. O, si acaso, de seguir aproximadamente sus consejos. Sin olvidar que todos en EE UU recuerdan cómo hace cinco años criticó al entonces presidente Obama por anunciar sus planes. «¿Por qué seguimos transmitiendo cuándo vamos a atacar a Siria?», escribió Trump en Twitter el 29 de agosto de 2013, «¿Por qué no podemos simplemente callarnos y, si atacamos, pillarlos por sorpresa?». La Casa Blanca aseguró que el presidente iba a telefonear al francés Emanuel Macron y a la británica Theresa May.
Por si acaso, aunque tampoco está nada claro que coordinado con Trump, su secretario de Defensa, el general James Mattis, explicó ante el Congreso su convencimiento de que tuvo lugar un ataque químico, al tiempo que admitía que «estamos buscando las pruebas». Unas pruebas que sólo podrán llegar si Asad permite la entrada en la zona de investigadores de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). «Estamos tratando de conseguir que esos inspectores [estén sobre el terreno] probablemente esta semana. Conocen los desafíos que afrontamos. Rusia ha rechazado seis veces en Naciones Unidas que podamos enviar a los expertos».
Horas antes, el Kremlin se había preguntado «si los inspectores de la OPAQ saben que los misiles inteligentes están a punto de destruir toda evidencia del uso de armas químicas». Acaso, abundó, sea ése el plan, «tapar todas las pruebas de un ataque con misiles inteligentes, a fin de que los inspectores internacionales no tengan qué buscar».
El paso atrás de Trump contrastó ayer con la contundencia del presidente francés, que afirmó que sí dispone de las pruebas de que Asad utilizó armas químicas en el ataque a Duma, por lo que reiteró su intención de atacar al país. Macron, que se dijo afectado por las imágenes, indicó que la operación militar debe ir destinada a impedir que Damasco vuelva a hacer uso de esas armas, aunque no dio más detalles sobre la misma. En su opinión, una intervención debe contribuir también a «preparar la Siria de mañana», que tiene que estar dirigida por un Gobierno «que incluya a todas las minorías».
«El mundo es caótico y hay situaciones inaceptables. Lo que intentamos es mantener al máximo la estabilidad de la región. Francia no permitirá que haya una escalada ni que nada dañe esa estabilidad», señaló. Macron habló después por teléfono con Angela Merkel. La canciller explicó que «no participará» en ningún ataque, aunque sí colaborará para «que se haga todo lo necesario para mostrar que el uso de armas químicas es inaceptable» y para que «Asad y sus aliados» entiendan el mensaje.
La postura británica parece más clara. La «premier», Theresa May, se reunió ayer con su Gabinete, que, según un portavoz, «ha acordado la necesidad de tomar medidas para aliviar la situación humanitaria y evitar un nuevo uso de armas químicas por parte del régimen». Según la BBC, May ha tomado una decisión y ya no se trataba de «si habrá o no respuesta militar» sino de «cuándo». Aunque la «premier» no pretende consultar al Parlamento, la oposición laborista e incluso varios «tories» lo consideran necesario, informa Celia Maza.
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