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Diplomacia

Trump extiende su alargada influencia sobre el Vaticano

El presidente de Estados Unidos acude a Roma con la mirada puesta en la elección de un próximo Papa más amistoso con su agenda política

Donald Trump Carlos OsorioAP

Muchas miradas estarán puestas en los gestos y los comentarios de una sola persona en el Vaticano. Ese es Donald Trump, que este sábado será la gran estrella del funeral de Francisco. Acompañado de su esposa Melania, el presidente de Estados Unidos ha anunciado en las últimas horas que prevé tener varias reuniones durante su visita a Roma. Su entusiasta anuncio a las pocas horas del fallecimiento del Pontífice en el que se mostraba deseoso de asistir a las exequias está en consonancia con el interés que ha mostrado la Casa Blanca en el poder que emana de Roma. El vicepresidente JD Vance fue la última personalidad que se reunió con Francisco unas horas antes de morir. Y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, visitó a Trump en el Despacho Oval, la única figura europea que tiene conexión directa con la Casa Blanca en medio de la guerra arancelaria. Tiempo atrás, Steve Bannon, ex asesor del presidente republicano, intentó abrir una escuela de pensamiento ultraderechista en Roma.

Los analistas especulan con la idea de que Trump ha apostado fuerte por el Vaticano en busca del aliado moral que no tuvo con Francisco. La Santa Sede, aunque oficialmente neutral, tiene un peso formidable en temas como los derechos humanos, la migración, la política internacional y el orden moral que los movimientos conservadores no quieren seguir viendo en manos del progresismo que representaba Francisco. Una facción de ese poder conservador se sitúa en Estados Unidos, que tiene 11 cardenales, y casi un tercio de sus congresistas católicos, representando a 72 millones de cristianos en Estados Unidos, casi una cuarta parte de la población.

Cabe recordar Trump y el jefe de la Iglesia católica -dos "outsiders" en sus respectivos campos que llegaron al poder en contra de las quinielas- protagonizaron en los últimos años varios desencuentros. Francisco fue tan directo con Trump como Trump suele serlo con el resto. "Una persona que solo piensa en construir muros, en lugar de puentes, no es cristiana", dijo el Papa refiriéndose al muro en la frontera con México impulsado por el republicano. Trump respondió criticando que éste "cuestionara su fe", algo que calificó de "vergonzoso". "Si el Vaticano fuera atacado por el Estado Islámico, el Papa desearía que yo fuera presidente para protegerlo", añadió.

Desde que llegó al poder en enero, Trump intensificó las deportaciones masivas de migrantes, ignorando las advertencias del Papa sobre la dignidad de las personas. El vicepresidente JD Vance, ultracatólico, intentó justificar las políticas antiinmigrantes con argumentos teológicos, hablando del "ordo amoris" (la jerarquía del amor), según la cual los inmigrantes estarían en la última esfera de atención para un cristiano; Francisco rechazó esa interpretación en una carta, defendiendo la compasión universal e instando a los obispos estadounidenses a desafiar la política migratoria de la Casa Blanca.

Después de haber hecho saltar por los aires el comercio mundial, la política migratoria, las viejas alianzas con su aliados y la independencia de la universidades, Trump estaría muy satisfecho si el próximo Pontífice fuera alguien más comprensivo con su agenda política, alguien más enfocado en las "guerras culturales" que en la justicia social, un líder espiritual más enérgico contra el aborto y matrimonio homosexual.

El cardenal favorito de Trump, Raymond Burke

Durante los doce años de Francisco, la estructura de poder tradicional del Vaticano, la Curia Romana, fue reformada creando no pocas tensiones con los sectores más conservadores y tradicionalistas que, ahora, sin un candidato fuerte para este cónclave, temen quedarse huérfanos ideológicamente. Todo esto podría cambiar si fuera elegido el cardenal Raymond Burke, quien, según algunos medios norteamericanos, está siendo activamente respaldado por Trump. Burke fue uno de los críticos más directos del Papa argentino. Algunos incluso lo han descrito ya como el cardenal "pro-Trump". El propio cardenal Burke alabó la victoria de Trump en 2016 como "una señal de que los líderes políticos de Estados Unidos necesitan escuchar más al pueblo y volver a salvaguardar la vida, el matrimonio, la familia y la libertad religiosa". Si finalmente alcanzara el trono de Pedro, se convertiría en el primer Papa norteamericano de la historia.

El cardenal Burke fue nombrado miembro del Colegio Cardenalicio en 2010 por el papa Benedicto XVI, pero perdió títulos y autoridad bajo el papado de Francisco, con quien tuvo frecuentes enfrentamientos. Burke fue destituido por Francisco, que le desalojó de su apartamento en el Vaticano y le retiró la asignación de 5.000 euros al mes. Su doctrina defiende que la misa solo debe celebrarse en latín, no en las lenguas habladas comúnmente, y se opone a suavizar las actitudes hacia la homosexualidad o a fomentar la aceptación de las personas homosexuales en la vida católica.

El perfil de Burke sería del gusto de Trump, como también lo sería el del cardenal alemán Gerhard Müller, de 77 años. Müller ha hablado estos días con el periódico The Times y ha dejado en claro algunas ideas. La primera es que la Iglesia Católica corre el riesgo de un cisma si no elige un líder “ortodoxo”. El próximo Papa, sostuvo el alemán, no debería “buscar el aplauso del mundo secular que ve a la Iglesia como una organización humanitaria que realiza trabajo social”. Müller se mostró en desacuerdo con el uso de las etiquetas "liberal" y "conservador" para referirse a la Iglesia Católica, señalando que la división es más profunda. A su juicio, el nuevo Papa "debe ser ortodoxo, ni liberal ni conservador". Y fue más allá: "Ningún católico está obligado a obedecer una doctrina errónea. El catolicismo no se trata de obedecer ciegamente al Papa sin respetar las Sagradas Escrituras, la tradición y la doctrina de la Iglesia".

Tanto Burke como Müller representan lo que la teóloga estadounidense Dawn Goldstein ha calificado en la BBC como "un grupo muy poderoso, con apoyos en el mundo empresarial y que controla una vasta red de medios de comunicación en los que amplifica sus ideas y sus críticas al Papa". Según Goldestein, "han estado trabajando durante muchos años, particularmente en Estados Unidos, para que sus medios sean los altavoces de los católicos y para que su narrativa sea la narrativa autorizada".

Francesco Capozza, vaticanista del diario italiano "Il Tempo" y profundo conocedor de los equilibrios internos de la Santa Sede, ha asegurado en declaraciones a National Geographic, que Trump "entrará en el cónclave, sin duda, aunque sea metafóricamente". A su juicio, la visión trumpista del mundo católico podría formar un bloque para impulsar un Papa que suspenda apertura de la era "bergogliana" y refuerce la ortodoxia doctrinal.

Pase lo que pase, este será el primer cónclave que se celebre en medio de una guerra en Europa, la de Ucrania, y en el contexto de una gran tensión política internacional con otra guerra en Gaza y el riesgo de una escalada global.