EE UU

Trump ya se mide contra Biden en otro duelo como el de 2020

El expresidente, el favorito en las primarias republicanas, ha conseguido convertir un camino de espinas judiciales en el escenario de su campaña electoral

La próxima cita electoral de Donald Trump son las primarias de New Hampshire del martes
La próxima cita electoral de Donald Trump son las primarias de New Hampshire del martesJim Lo ScalzoAgencia EFE

Nada como ser millonario para poder surcar los cielos en avión privado y llegar a todas las citas electorales, judiciales y personales. Si el lunes por la noche Donald Trump disfrutaba de una arrolladora victoria en los «caucus» de Iowa que confirmaba su liderazgo entre los candidatos republicanos, el martes a primera hora de la mañana se presentaba voluntariamente en una corte federal de Nueva York para asistir al juicio contra él por difamar a la escritora E. Jean Carroll. Horas después, el exmandatario hacía campaña en New Hampshire, y en un abrir y cerrar de ojos volvía a la corte de Manhattan para acabar con la paciencia del juez antes de acudir en Florida al entierro de su suegra. En cada una de estas paradas judiciales, Trump ha aprovechado para convertir un asunto legal en publicidad gratuita para su campaña, y esa parece que va a ser la tónica hasta que se celebren las presidenciales el 5 de noviembre.

Mientras tanto, el próximo martes tendrán lugar otras primarias que son clave, las de New Hampshire, y Trump podría reafirmar su triunfo, aunque esta vez le sigue muy de cerca en las encuestas la exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, que poco a poco ha ido recortando distancia con el gran favorito. Por eso, para Trump, más que nunca, es importante que su mensaje llegue a sus seguidores. De ahí la insistencia en querer declarar mañana en el juicio que se está celebrando contra en la Gran Manzana. Cada vez que el exmandatario pasa por la sala de un tribunal, su base se afianza, y él, conocedor de su poder, ha decidido cambiar las reglas en la carrera a la Casa Blanca.

El expresidente de momento no ha asistido a ninguno de los debates oficiales que se han organizado con los candidatos republicanos. De hecho, se cancelaron dos debates previos a las primarias del martes porque Nikki Haley dijo que ella no participaba si no asistían Trump o Joe Biden. El expresidente ha boicoteado los todos los encuentros hasta la fecha para seguir su propia agenda y estrategia: ataque directo a sus rivales a golpe de insulto y nada de formalidades. Su mensaje lo lanza a las puertas de las cortes de EE UU, y, por ahora, no le ha ido mal. Según las últimas encuestas de Saint Anselm College, con un 52% de apoyo, el republicano ganaría las primarias de New Hampshire con 14 puntos de diferencia con Nikki Haley, que suma un 38%. Y eso que la que fue representante de EE UU ante la ONU durante el mandato de Trump ha tenido que cancelar varios eventos en el conocido como «Estado del granito» para atender a su padre de 90 años, que esta semana fue hospitalizado.

El histrionismo de Trump y su capacidad de reescribir los hechos a su manera, como hemos visto con las elecciones del 2020 que él sigue insistiendo que le robaron, mueven masas. Un carácter que habría acabado con cualquier carrera política convencional, a él le está sirviendo no sólo para afianzar aún más su base conservadora y evangélica como quedó confirmado en Iowa, sino también para ir poco a poco reclutando a un grupo importante de votantes independientes que será clave en muchos Estados. Su discurso de que está siendo víctima de una persecución por parte del presidente Joe Biden y el Departamento de Justicia le está subiendo a una ola de la que va a ser difícil bajarle. «Trump está en la cima del mundo en este momento», revelaba una persona de su entorno a la prensa estadounidense. «Todo el mundo en su club de Mar-a-Lago ya lo trata como si fuera el presidente. Está eufórico y ya está prediciendo a sus asesores y amigos una victoria aplastante en todo el país».

Con este panorama, es fácil pensar que muy pronto los estadounidenses podrían estar viviendo un «Déjà vu» de las últimas elecciones, en las que se enfrentaron Trump y Biden. A pesar de su impopularidad, el presidente demócrata no tiene, de momento, ningún candidato dentro de su partido que le haga sombra y posiblemente ya esté preparando su estrategia para tratar de que el camino electoral de los próximos meses no acabe siendo un circo mediático en el que los discursos políticos cuenten menos que sentarse en el banquillo de una sala de tribunales. Hasta ahora, ha dado algunas señales de cuál será su estrategia. «Estas elecciones somo tú y yo contra los extremistas trumpistas», dijo el demócrata tras conocerse los resultados de Iowa. Reafirma lo que ya comentó en su primer discurso de campaña el 6 de enero, cuando acusó a Trump de «sacrificar la democracia estadounidense», y utilizar una retórica nazi asegurando que la «sangre de los norteamericanos se está envenenando». Trump le ha servido también a Biden para recaudar unos suculentos fondos, su campaña consiguió 1,6 millones de dólares en las 24 horas posteriores a los «caucus» de Iowa.

Así que la estrategia del demócrata parece más centrada en su contrincante que en él mismo. ¿Será suficiente para permanecer en la Casa Blanca? Por el momento las últimas encuestas lo muestran por detrás de Trump (aunque aún no haya sido elegido candidato republicano formalmente) en los principales Estados. Algunos compañeros del Partido Demócrata creen que el presidente debería usar sus discursos para explicar al votante lo que va a hacer si gana la reelección cuatro años más y no permitir que pasen a segundo plano asuntos clave como la inmigración, la economía, o el aborto, que son algunos de los temas que moverán al electorado. Otros creen que está bien que Biden utilice a Trump como recurso para atemorizar al electorado, como la vicepresidenta Kamala Harris que dijo estar «asustadísima» ante la posibilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca. Lo que está claro es que desde que comenzó el año, Biden se está centrando más en responder a los dardos de su antecesor y ya no explota el famoso y gran económico plan, conocido como «Bidenomics», por las dificultades que muchos votantes tienen para llegar a fin de mes por la inflación, o ya no habla tanto de los perdones a la deuda estudiantil.

Tampoco hay que olvidar la edad del actual mandatario, que cumplió 81 años en noviembre y a los republicanos les ha dado mucho juego. En caso de ser reelegido, Biden terminaría su segundo mandato con 86 años, así que, ante los constantes comentarios y ataques, su estrategia también ha cambiado. Ahora él mismo hace bromas su estado de octogenario. «Sé que no lo parezco, pero llevo mucho tiempo haciendo política», dijo el viernes en un mitin en Carolina del Norte. Edad es experiencia, esa es la estrategia del demócrata, y en su partido le funciona, sobre todo teniendo en cuenta que la base política de EE UU es una de las más viejas de la historia, con una media de edad entre los 58 y 64 años. Ahora habrá que ver si consigue convencer al pueblo estadounidense.