Encuestas.
El combate republicano se recrudece
Un errático Trump acaparó el debate en el que los conservadores rechazaron en bloque el acuerdo nuclear con Irán
Aunque muchos analistas consideran que Donald Trump «no podrá desafiar por mucho tiempo la ley de la gravedad política», lo cierto es que el multimillonario, primero en intención de voto en las primarias republicanas, sobrevivió y hasta lució músculo en un debate muy duro, el primero de la carrera republicana para conseguir la nominación. Trump recibió el primer aldabonazo nada más comenzar el encuentro, después de que uno de los moderadores preguntara si alguno de los candidatos irá como independiente en el caso de no ganar las primarias. Impávido, por no decir que regocijado ante los abucheos de la audiencia, Trump respondió que «sólo puedo jurar lealtad al candidato si yo soy el nominado». Todos saben que si finalmente decide presentarse por su cuenta, el partido republicano perderá millones de votos.
Cuando la reportera Megyn Kelly lo acusó de haber insultado repetidamente a las mujeres que no le gustan, Trump sonrió: «Sólo a Rosie O’Donnell» (por la conocida comediante y actriz), dijo. A continuación subrayó que sólo son bromas. Que no conviene confundir el humor y el análisis. Que, en cualquier caso, no tiene tiempo para ejercitar la corrección política. Imparable, Trump repartió mandobles con la guardia alta. En ningún momento permitió que la hostilidad de la Fox, donde se emitió el debate y que le dedicó casi el doble de tiempo que al resto de invitados, ensuciara su vistoso baile de chico bronco y duro. «He dado dinero a montones de políticos a lo largo de mi vida. Es necesario si quieres que hagan lo que deseas».
A quienes acusan a Fox de haber sido inclemente con Trump la cadena responde con una gran foto de Carly Fiorina en su página web. La exdirectora de Hewlett-Packard estuvo francamente bien durante el debate de las cinco de la tarde, previo al de la noche, y en el que se dieron cita los candidatos peor situados en las encuestas. Cualquier opción es buena con tal de erosionar al hombre que asusta a los estrategas republicanos. Repudiado por mitos como John McCain, Trump, en apenas dos horas, acusó al Gobierno mexicano de conspirar para quitarse de encima a sus criminales introduciéndolos en los EE UU. También definió como «estúpidos» a los líderes políticos del país. Pero, ¿qué fue de los otros candidatos? Algunos con brío, como Marco Rubio, que lució en cada una de sus respuestas un verbo acerado y demostró conocer el arte de facturar titulares. Otros, como Jeb Bush, favorito del «establishment», parecían nerviosos. Poco engrasados aunque a medida que volaban las preguntas fue calentándose. A tener muy en cuenta una de sus últimas frases, cuando afirmó que «sólo ganaremos si unimos a la gente con un mensaje esperanzado y optimista». No hacía falta ser un áulico republicano en la Avenida de la Constitución de Washington D.C. para saber de quién hablaba.
Por su parte el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, estuvo muy blando, apocado, educado incluso, y no alcanzó a generar demasiado impacto. Sí fue sonado el rifirrafe entre Rand Paul, senador por Kentucky, y Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey. Discutieron a cuenta de las escuchas telefónicas de la NSA, la todopoderosa Agencia de Seguridad Nacional. Según el primero «violan la Constitución», mientras que para Christie son imprescindibles en la lucha contra el terrorismo. Pero aunque Paul fue leal a su condición de verso libre y Christie estuvo contundente, apenas si capitalizarón su momento de gloria. Frank Bruni, columnista de «The New York Times», señaló que lo sucedido, y no sólo con Trump, «más que un debate fue una inquisición».
Una de las grandes sorpresas de la noche fue John Kasich, gobernador de Ohio, y que por tanto contaba con la complicidad del público. De forma empática, y especialmente al hablar de las bodas homosexuales, acertó a presentar sus credenciales ante la audiencia. En cambio, apenas hubo noticias de Ted Cruz, Ben Carson y Mike Huckabee. Si bien este último, que fue gobernador de Arkansas entre 1996 y 2007, dejó una frase en mármol cuando, preguntado por la presencia de gays en las Fuerzas Armadas, espetó que «el Ejército no es un experimento social. Está para matar y romper cosas». La unidad sólo se alcanzó al rechazar en bloque el acuerdo nuclear con Irán.
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