Guerra urbana
Túneles y ataques en la retaguardia: las trampas que se pueden encontrar las tropas israelíes en las calles de Gaza
La incursión terrestre hará disminuir la ventaja del Ejército israelí sobre los terroristas y acerca escenarios de larga inestabilidad como los de Irak o Afganistán
Tan solo una semana ha transcurrido desde que Hamás intentara provocar a Israel con unos ataques de dimensiones desconocidas, hasta la fecha, por esas doloridas tierras cercanas a Gaza. Ataques posiblemente planeados minuciosamente durante dos años y ejecutados con el desprecio a la vida humana –las suyas y las de sus adversarios judíos- propio de la organización yihadistas suní. Esta incursión requería un conocimiento profundo del sistema defensivo israelí centrado en una valla dotada de sensores y armamento a control remoto teóricamente capaz de desencadenar una reacción preventiva de las unidades militares desplegadas a lo largo de la frontera con Gaza.
La extraordinaria provocación de Hamás buscaba claramente una sobreactuación en la respuesta israelí como demuestra la amplia difusión de las salvajadas realizada por los mismos terroristas en los diversos medios de comunicación. El momento elegido para lanzar el ataque parece indicar la intención de neutralizar los avances en los acuerdos de Abraham y más concretamente las recientes visitas de alto nivel entre Arabia Saudí e Israel que claramente amenazaban a ese Irán que respalda a Hamás militar, logística y diplomáticamente.
El éxito inicial de Hamás se debe más a los errores israelíes que a los propios méritos de la organización terrorista. Fallos estos, tanto en el campo estratégico como en el táctico/técnico. El ejército israelí estaba estratégicamente distraído con la situación en Cisjordania –una prioridad para el gobierno judío- y con la enérgica reacción interna del sector más liberal de la sociedad ante las acciones autoritarias del señor Netanyahu. El despliegue del ejército y el esfuerzo en inteligencia respondían más a las prioridades e intenciones del gobierno que a la amenaza de Hamás. Gobierno este que en su seno tenía elementos ultranacionalistas que son –en lo político- casi tan radicales como pueda ser Hamás en el polo opuesto.
Aunque ahora se esté ensayando un gobierno de unidad nacional que intente enderezar la situación, elementos supremacistas tales como Ben Gvir continúan formando parte de él. Los fallos táctico/técnicos de la valla defensiva a los que he aludido antes se centraban en su dependencia de enlaces y controles remotos fáciles de neutralizar cuando se conoce tan bien la red como la conocía Hamás. La enorme movilización que ha decretado el Netanyahu y su consiguiente despliegue en el Sur del país parecen indicar claramente la intención de emprender una incursión terrestre inminente de castigo en Gaza. Creo que de materializarse, constituirá un grave error que puede hacer peligrar la situación general en Oriente Medio más allá de los confines de Palestina.
El combate urbano que seguiría hará disminuir la ventaja del Ejército israelí sobre los terroristas y provocará un gran número de bajas entre ambos bandos como vienen demostrando todos los casos recientes desde Grozni a Faluya. En Gaza, además, existe una densa red de túneles que los combatientes de Hamás conocen a la perfección que les facilitaran los ataques a retaguardia por sorpresa. Pero sobre todo son las enormes bajas previsibles entre la población civil –que servirán de escudos humanos a los terroristas- las que pueden hacer cambiar la opinión mundial hoy claramente a favor del agredido salvajemente. Entre esa opinión mundial, está evidentemente la norteamericana de la que depende el presidente Biden, clave en el apoyo militar a Israel.
Y es que, además, operativamente, siempre es más fácil entrar que salir de un teatro concreto. Si no se anda con cuidado Netanyahu, sus sucesores pueden acabar teniendo que administrar una población dolorida y hostil durante largos años en la misma Franja de Gaza de la que salieron en el 2005. Además, Hizbulá está sin duda vigilando desde el Líbano y si el Ejército israelí se empantana en el sur, muy probablemente aproveche la ocasión para atacar por el norte, pesadilla histórica ésta para el Estado judío.
Hablando de lo fácil y lo difícil, el identificar lo que no se debe hacer siempre será más sencillo que señalar lo que habría que intentar. Ya he expresado mi opinión de porqué una incursión terrestre en Gaza sería un error. Pero claramente Israel no puede dejar sin respuesta el cruel ataque que ha recibido ¿Qué debería pues hacer? Vamos pues con lo difícil; mi respuesta: seguir como antes pero enmendando los evidentes fallos.
Lo que ha pasado se debe más a estos fallos que a la destreza de Hamás que sigue siendo lo que siempre fue. Netanyahu tiene que asumir su responsabilidad política –lo mismo que hizo su antecesora Golda Meir ante parecidos aunque menores errores, y rectificar profundamente su política en Cisjordania. Además -ahora que se conocen sus defectos de diseño- el dispositivo de la valla de Gaza debería revisarse en profundidad para hacerlo más resistente.
Los bombardeos aéreos de represalia posiblemente tengan que aumentar de intensidad en proporción a la agresión sufrida. Pero intentar algo totalmente nuevo puede empeorar la situación final, como posiblemente pasó con la respuesta del presidente Bush a la provocación de Bin Laden del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York y Washington que acabó con un Irak inestable, un Afganistán gobernado por los talibanes y un Irán reforzado como actor estratégico hostil; y todo esto tras miles de bajas.
La actual situación en Gaza no ha sido causada porque Hamás se ha potenciado. Su origen está en los graves fallos de Israel. Corríjanse estos pues pero no se intente algo nuevo. Cualquier situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar, ya sea al dejarse dominar por una furia incontrolada o debido a tratar de ocultar responsabilidades propias.
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