Guerra en Europa
Ucrania, ¿paz ilusoria y guerra prolongada?
Putin no busca lograr la paz, sino una retirada estadounidense que debilite tanto a Ucrania como a Europa
Hace unas semanas, muchos expertos y políticos eran bastante optimistas respecto a las conversaciones que los funcionarios estadounidenses y rusos iniciaron en Arabia Saudí, pero ahora el optimismo ha desaparecido casi por completo y, en mi opinión, no se debería apostar por ningún resultado prometedor. Hay dos razones para ello. Por un lado, ambas partes abordan cuestiones que están fuera de su control directo: los estadounidenses, por ejemplo, ofrecen a los ucranianos su ayuda en la gestión de las centrales nucleares, mientras que los rusos consideran que la instalación de Zaporiyia les pertenece; por su parte, los rusos insisten en levantar las sanciones contra el Rosselkhozbank, impuestas no por Estados Unidos sino por la Unión Europea, sobre la cual la Casa Blanca no tiene jurisdicción, y hay muchos casos similares.
Por otro lado, el «apetito» de ambas partes está creciendo: si hace dos meses los estadounidenses reclamaban los depósitos de minerales raros de Ucrania a cambio de 500.000 millones de dólares en ayuda pasada y futura, ahora pretenden quedarse con todas las riquezas naturales del país, así como con su infraestructura básica, como pago por fondos que previamente se otorgaron como ayuda no reembolsable. Mientras tanto, Putin, que en un principio exigía que Ucrania cediera los territorios ocupados, ahora habla de su capacidad para aplastar a las fuerzas ucranianas, tomar Odesa e incluso «resolver» por completo el «problema ucraniano» como sus asesores aparentemente han propuesto durante toda la última década.
La mayoría de estos problemas pueden atribuirse a la estrategia de negociación del expresidente Trump, que parte de reconocer la ventaja de Rusia en la guerra y de su decisión de presionar a los ucranianos para que acepten ese hecho. A menudo, esta postura se califica de prorrusa, pero yo sostendría que la situación actual es mucho más compleja. No hay razones para que Trump sea prorruso; no veo qué podría ofrecerle Rusia a los estadounidenses, y la idea de que Moscú se una a EE UU en su enfrentamiento con China parece absolutamente ilusoria. Esta idea ha sido desacreditada incluso en los tiempos en que las relaciones entre Moscú y Occidente —tanto económicas como políticas— eran mucho más cálidas y mutuamente beneficiosas que en la actualidad. Por lo tanto, creo que los estadounidenses están actuando dentro de un paradigma diferente, que los europeos aún subestiman.
En mi opinión, el liderazgo estadounidense simplemente quiere deshacerse de la guerra en Ucrania. Trump y su equipo creen en varios puntos, cada uno de los cuales, diría yo, tiene su fundamento. Primero, creen que Ucrania no puede contrarrestar eficazmente la agresión rusa simplemente porque la maquinaria de guerra de Rusia es demasiado fuerte. En 2022, los expertos aseguraban que Rusia no podría suministrar suficientes proyectiles para avanzar y luego se burlaban de los esfuerzos del Kremlin por reclutar criminales convictos en el ejército, sin ser conscientes del potencial de lo que llamo «economía de la muerte» («deathonomics»).
Todos estos optimistas se equivocaron, por lo que ahora la Casa Blanca ya no confía en quienes afirman que Rusia será derrotada pronto. Segundo, Trump está obsesionado con el gasto estadounidense y parece creer que su predecesor fue demasiado generoso con los ucranianos en lugar de haber negociado con Rusia para evitar la guerra. Ahora simplemente quiere terminar con un gasto que considera inútil. Tercero, Trump recuerda su primer mandato y sus esfuerzos por persuadir a los europeos de aumentar sus presupuestos de defensa, por lo que ahora quizás desee trasladarles todo el problema, al creer que lo que sucede en Europa debería ser una preocupación de los europeos. Estas consideraciones no tienen nada que ver con una supuesta dependencia de Rusia, sino con su propia interpretación de los intereses estadounidenses.
Desde el principio, diría que la intención de Trump fue negociar un alto el fuego en Ucrania para proclamarse pacificador y marcharse; lo que sucediera después (por ejemplo, si Rusia atacara de nuevo a Ucrania en uno o dos años) no era de su incumbencia. Este enfoque no es nuevo para los estadounidenses: Henry Kissinger, como secretario de Estado, recibió el Premio Nobel de la Paz por los Acuerdos de París de 1973, y dos años después, los comunistas norvietnamitas tomaron Saigón, pero en ese momento ya no era asunto de EE UU.
Putin actúa de la misma manera, ya que no tiene intención de detener la guerra (su economía le permite seguir luchando, el flujo de voluntarios al ejército es tan masivo que las autoridades regionales han comenzado a reducir los pagos de alistamiento, que solo habían aumentado entre finales de 2022 y principios de 2025), pero sí podría estar muy interesado en la retirada de EE UU y en su sustitución por una inestable «coalición de voluntarios», que se asemeje a la OTAN pero sin EE UU, o a la Unión Europea pero sin algunos de sus miembros, es decir, algo ingobernable y frágil.
Añadiría que el Kremlin, en realidad, no tiene otra opción que continuar la lucha, ya que la voluntad de Vladimir Putin de destruir Ucrania o de someterla a una «gestión externa» no ha desaparecido. Al mismo tiempo, todos en la cúpula del poder ruso saben que si la guerra se detiene, el ejército (al menos en parte) se desmoviliza y la economía vuelve a la «normalidad», sería imposible devolver a Rusia al estado de guerra.
En conclusión, diría que las esperanzas de paz, tan extendidas en estos días, parecen extremadamente prematuras y exageradas. Las negociaciones entre Rusia y EE UU no tienen en cuenta la posición e intereses de Europa, ni tampoco los del pueblo ucraniano. Tanto Putin como Trump pueden soñar con que el «incómodo» y «grosero» presidente Zelenski dimita, pero esto parece poco probable, ya que incluso en ese caso los ucranianos no apoyarían a nadie dispuesto a intercambiar la soberanía de su país por una paz ilusoria con la Rusia de Vladimir Putin. Por el contrario, parece mucho más probable que Kiev desarrolle y utilice armas más sofisticadas fabricadas por la industria militar ucraniana (como hizo hace varias semanas al atacar una refinería rusa en Tuapsé) e intensifique la lucha en lugar de rendirse. Europa, por lo tanto, tiene en este momento una buena (aunque quizás ni placentera ni alentadora) oportunidad de convertirse en el principal apoyo de Ucrania y enfrentarse a la Rusia de Putin por sí sola.
No puedo estar seguro, por supuesto, de que este sea el único escenario posible para la continuación de la guerra, pero parece bastante probable. Por ello, no aconsejaría esperar y ver cómo avanzan estas inútiles y engañosas negociaciones, sino elaborar una estrategia alternativa lo antes posible.