Pekín
Un ejército de mujeres en la corte de Kim Jong Il
Se hace llamar Kenji Fujimoto y es japonés. Llegó a Corea del Norte en 1982, cuando firmó un contrato de un año para enseñar a hacer sushi a los jóvenes cocineros de Pyongyang, pero reconoce que no sabía mucho del país. Al final, su estancia se alargó diez años y se convirtió en la mano derecha de Kim Jong Il y se encargó también del cuidado de sus hijos.
Ahora, más detalles de su historia han visto la luz gracias a seis entrevistas del escritor Adam Johnson, autor de una novela sobre Corea del Norte con la que ganó un Pulitzer, y quien entrevistó a Fujimoto en Saku para la revista «GQ».
La historia comienza con Fujimoto trabajando jornadas de diez horas en Pyongyang, hasta que una noche sirvió sushi a alguien muy especial del régimen sin saberlo. Cuando al día siguiente vio su foto en la portada de un diario, se dio cuenta de que se trataba del líder, Kim Jong Il.
Una cena de sushi llevó a otra. En muchas ocasiones le daban sobres con unos cuantos dólares dentro, que el chef rechazó. A partir de ese momento, las partidas al «yut nori», un juego coreano, se hicieron regulares, unidas a las películas de Schwarzenegger, las favoritas del líder. La amistad estuvo siempre sometida a pruebas.
En los encuentros, el chef explica que muchas mujeres hermosas eran habituales. Unas veces cantaban, otras bailaban, pero también había desnudos y peleas de boxeo entre ellas. Además, con frecuencia eran mandadas a Taiwán y a Hong Kong para que aprendiesen a hacer los mejores masajes.
Se ganó la confianza del líder, que le ofreció un restaurante de sushi dentro del hotel Koryo, uno de los más famosos de Pyongyang, y los encargos empezaron a ser cada vez más especiales. Tuvo que volar a Irán para conseguir el mejor caviar, a Tokio por el mejor pescado, o a Francia para conseguir el coñac preferido del Querido Líder. Pero quizás, el pedido que más llama la atención es el de ir a buscar un menú Big Mac a un McDonald de Pekín.
Según un cable de Wikileaks, él era la mejor fuente de información y la más consultada por las agencias de espías japonesas para saber más de Corea del Norte. Desde que escapase hace una docena de años, Fujimoto vive de los pagos que se lleva por las entrevistas, una práctica común en Japón. Pero por extraño que parezca, ahora quiere regresar a Corea del Norte y abrir un restaurante de ramen.
El año pasado, regresó a invitación de Kim Jong Un. Una foto de la reunión en la que Fujimoto llora mientras los dos se abrazaran es la portada de la edición más reciente de sus memorias, todo un éxito editorial en Japón. «Si Kim Jong Il estuviera aquí en este momento», dijo Fujimoto. «Me arrodillaría y le pediría perdón. Yo reconozco que me fui a Corea del Sur y revelé secretos de Corea del Norte. Soy un traidor, un traidor absoluto».
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