Islamabad

Un país rehén de la crisis económica y la amenaza de los conflictos regionales

La Razón
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La inestabilidad que asola la región y sus propios problemas económicos empujan a Pakistán hacia un balanceo constante entre Occidente y su propio camino alternativo. Encajado entre India, su histórica archirrival en la región, la movediza Afganistán, que acumula décadas sumida en conflictos, y China, con ganas de abrirse paso al mundo, la estratégica posición de Pakistán la sitúa permanentemente en una situación delicada que, aunque a veces la pone al borde del abismo, también le brinda oportunidades. Para completar el convulso puzzle regional, tiene como vecino a Irán, un país también convulso que busca a toda costa consolidar su papel hegemónico en varios países de la región y cuya carrera atómica puede volver a a reanudarse tras la salida de Donald Trump del pacto nuclear, la que suponía su tabla de salvación por el levantamiento de sanciones.

Debido a sus problemas económicos, una de las primeras decisiones a la que tendrá que hacer frente el futuro Gobierno pakistaní girará en torno a la conveniencia de orientar su economía hacia Occidente para que el Fondo Monetario Internacional le rescate, o seguir profundizando la relación con China. En este sentido, el Corredor Económico China-Pakistán, un plan de grandes dimensiones que incluye el desarrollo de proyectos en el sector de la energía y las infraestructuras para el que Pekín podría llegar a desembolsar miles de millones de dólares entre ayudas e inversiones, convierte a China en un gran aliado de Islamabad. Pero la deuda acumulada con el gigante asiático es ya preocupante, lo que no le convierte en alternativa al Fondo Monetario.

Es por ello que, a pesar de la decisión de colocar a Pakistán en la lista de países que apoyan el terrorismo como modo de presión para que corte sus vínculos con grupos radicales que operan en Afganistán, así como su apoyo a ataques perpetrados contra India, no se prevé que la dinámica cambie.

Desde hace años Islamabad ha sido acusada de debilidad o complicidad con los talibanes. Ahora tiene al Estado Islámico tomando posiciones y atentando en su territorio. Un riesgo añadido en opinión de la comunidad internacional, que tiene en cuenta que el débil Estado pakistaní posee un importante arsenal nuclear que podría caer en manos no deseadas.

Al menos las relaciones con Nueva Dehli, con la que ha habido cuatro guerras, se han mantenido en piloto automático, y los principales candidatos han insistido en la campaña que quieren buenas relaciones con India, «pero la clave es cuánto están dispuestos a enfrentarse al Ejército [pakistaní] para tenerlas», sugiere la investigadora Madiha Afzal, que anticipa: «Las relaciones con India y Afganistán en los últimos años han estado en una especie de piloto automático, y así es como continuarán» casi con toda seguridad.