Estados Unidos

Un segundo confidente acecha a Trump

El denunciante ya se ha entrevistado con los servicios secretos. La apertura del proceso de «impeachment» no hace mella en la popularidad del presidente

El presidente Donald Trump también pidió a China investigar a los Biden / Reuters
El presidente Donald Trump también pidió a China investigar a los Biden / Reuterslarazon

El denunciante ya se ha entrevistado con los servicios secretos. La apertura del proceso de «impeachment» no hace mella en la popularidad del presidente.

El «New York Times» publicó ayer hay un segundo confidente en relación al escándalo de la conversación entre Donald Trump y el presidente de Ucrania. Otro denunciante, posiblemente ligado a los servicios de inteligencia, que ya se ha entrevistado con los máximos responsables del espionaje y que, aseguran, tiene información de primera mano. Según la cadena ABC, lo representa el mismo abogado que trabaja con el primer confidente, Mark Zaid. Avanza pues la tragicomedia, mientras los comités del congreso afilan las entrevistas de la próxima semana con nuevos altos cargos de la Administración sometidos a escrutinio, y crece la sombra del «impeachment».

Contra pronóstico, la Casa Blanca luce una gran fortaleza. Hasta el punto de que los últimos sondeos muestran que Trump cosecha sus mayores niveles de aprobación desde agosto de 2018. Lo refleja, por ejemplo, una encuesta de HarrisX realizada entre el 28 y el 29 de septiembre, que concede al presidente un 49% de electores favorables. Otras prospecciones reflejan idéntica robustez. No todas, eso sí. De hecho un sondeo de Gallup, del que daba cuenta CNN, sitúa su índice de aprobación en el 40% y la desaprobación en el 56%. Pero incluso en el caso del 40% se trata de unos números muy respetables.

Asombrosos con arreglo a los parámetros de la política convencional. Sometido a la presión del «impeachment» mientras afloran las revelaciones sobre los intentos del Gobierno de EE UU para que la Fiscalía y el Gobierno de Ucrania investigasen las actividades económicas del hijo de Joe Biden. Incluida la amenaza de suspender la ayuda económica y militar a una aliado clave en la competición geoestratégica por el este de Europa. Con el añadido de que Trump no habría tenido problema en involucrar a su abogado personal, Rudy Giuliani, al que situaba en plano de igualdad con el fiscal William Barr.

¿Cómo es posible que goce de semejante resistencia alguien que esta misma semana pidió delante de las cámaras a China que investigue a un ciudadano estadounidense? La clave debe buscarse en lo atípico del personaje. Al menos eso piensan columnistas como Jake Niovak, colaborador de la NBC, que esta misma semana recordó que el cómico Dennis Miller ha expresado el estupor que paraliza Washington de la forma más eficaz posible: «El hecho», escribió Miller, «es que si Trump fuera vagamente presidencial no sería presidente». Esto es, si Trump actuase o hablara con algo parecido al respeto por las instituciones o el protocolo que distinguía a sus predecesores, si no fuera el líder populista que es, si su electorado sospechara que puede confundirse incluso con dignatarios como los Bush o Reagan, y si no hubiera hecho carrera con un discurso feroz contra la política clásica, hoy no estaría en el Despacho Oval. «Esto», concluye Niovak, «va más allá del comportamiento escandaloso o desagradable, e incluso pequeñas cosas como errores ortográficos frecuentes en sus tuits refuerzan su marca de ser todo menos un político pulido». Una anomalía, en suma, que también explica el «hecho de que las numerosas exageraciones y falsedades de Trump son juzgadas por un estándar diferente». Al fin, «verificar a Trump», dilucidar el fondo de verdad, espigar la mentira del hecho, es perder el tiempo, dado que «gran parte del público acepta sus bravuconadas de una manera» impensable en ninguna otra figura política.

Y eso que no cede el carnaval de asombros. Empezando por el hecho de que el secretario de Estado, Mike Pompeo, ha sido fiel a sus promesas y no ha entregado los documentos que le solicitaron los comités del Congreso. Pompeo, de hecho, envió una carta en la que explica las razones legales para no colaborar, aunque se cuida mucho de insinuar que podría declararse en rebeldía. Sencillamente, el Departamento de Estado considera que las peticiones realizadas por los congresistas no están bien fundamentadas.

Trump, por su lado, sigue a lo suyo. Ayer respondió a Mitt Romney después de que el ex candidato criticara la llamada a Zelenski. «Por favor», escribió Trump, «que alguien despierte a Mitt Romney y le diga que mi conversación con el presidente de Ucrania fue agradable y apropiada, y que mis declaraciones sobre China se referían a la corrupción, no a la política. Si Mitt se hubiera esforzado así contra Obama, podría haber ganado».

Para Trump, «Romney nunca supo cómo ganar. Él es un ‘gilipollas’ pomposo que ha estado luchando contra mí desde el principio, excepto cuando me rogó que respaldara su candidatura al Senado [cosa que hice] y cuando me rogó que le nombrase secretario de Estado [no lo hice]». Tiene motivos para sentirse seguro cuando la aprobación entre sus filas roza ya el 95%.