Represión en Venezuela
¿Y ahora, qué?
El apoyo de ayer en las calles da un fuerte impulso a la oposición, que capitalizará el éxito de la consulta popular con nuevas protestas a partir del lunes e, incluso, plantean una huelga general en vísperas de la Asamblea Constituyente
El apoyo de ayer en las calles da un fuerte impulso a la oposición, que capitalizará el éxito de la consulta popular con nuevas protestas a partir del lunes e, incluso, plantean una huelga general en vísperas de la Asamblea Constituyente.
El éxito rotundo de la consulta de ayer obliga ahora a la oposición a mover ficha. Que la consulta no sea meramente un acto simbólico y que se traduzca en avances significativos. Estos comicios deberían de marcar un antes y un después, o de lo contrario, serán interpretados como una derrota por el chavismo. Es un «órdago» de la oposición que debe de surgir efecto o mostrará, de lo contrario, debilidad de cara a la Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro, el 30 de julio. Los opositores venezolanos votaron en un plebiscito simbólico contra el presidente Maduro, en lo que anuncian como su ofensiva final tras casi cuatro meses de violentas protestas que profundizaron el caos y el conflicto político. Con un país a media marcha y sobresaltado por casi un centenar de muertes en ese tiempo, la oposición y el Gobierno libran un fuerte pulso a favor y en contra de la Asamblea Nacional Constituyente, una iniciativa de Maduro que echó leña al fuego.
El Gobierno, en plena campaña para la elección el 30 de julio de los 545 asambleístas, promueve la Constituyente como la única salida a la convulsión política y social y al colapso económico del país petrolero. Pero la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) considera la iniciativa un «fraude» con el que el oficialismo busca perpetuarse en el poder, tras 18 años de Gobierno chavista. En medio de la radicalización del conflicto, ninguna de las dos votaciones tendrá participación de la contraparte. Por tanto, ambos ganarán. En el llamado de la oposición para desconocer y rebelarse contra lo que tilda de «dictadura», la MUD ve entonces el plebiscito como la «hora cero», un detonante a la fase definitiva con la que espera sacar a Maduro del poder, con protestas masivas y simultáneas, o una huelga general.
Freddy Guevara, uno de los líderes opositores, nos explica desde las Mercedes que «los resultados del plebiscito deben ser reconocidos. Vamos a incrementar las marchas a partir del lunes, no habrá tregua hasta que el Gobierno no retroceda».
Respaldado por los poderes electoral y judicial y la Fuerza Armada, Maduro da por hecho que tendrá de su lado a un «suprapoder» que regirá Venezuela por tiempo indefinido, con facultad hasta para anular a un Parlamento opositor y a una Fiscalía rebelde. En el campo socioeconómico, promete elevar a rango constitucional los programas sociales, el control de precios para frenar la inflación –que el FMI calcula en 720% para 2017–, y el sistema de distribución de alimentos subsidiados contra la grave escasez. «En estas dos votaciones atípicas no es importante por quién vote la gente, sino que voten. La clave es si van a ser capaces de convertir en acción lo que ambos van a ganar», afirma a este diario, Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
Aunque un 80% de los venezolanos rechaza la gestión de Maduro, según León, la oposición tiene el desafío de hacer del plebiscito un «motivador de la protesta pacífica para lograr la salida del Gobierno». Para Maduro, el reto es que una Constituyente desaprobada por un 70% de venezolanos –según Datanálisis– tenga «legitimidad», detenga la fractura del chavismo y el rechazo internacional, y logre que «la revolución se mantenga aún siendo minoritaria», agrega a este periódico. «Será muy complicado para el Gobierno darle viabilidad o gobernabilidad a una Constituyente que nacería con una gran abstención, en contraste con una consulta con participación alta», afirma el analista Benigno Alarcón, para quien el plebiscito» no es legalmente vinculante, es políticamente vinculante». Esta consulta ha sido «simbólicamente importante, pero será muy difícil lograr su objetivo que es detener la Constituyente», opina Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Aunque la MUD no ha dicho en qué consistirá esa batalla, los analistas vislumbran una escalada que podría traer más violencia o una huelga general en los días previos a la elección de asambleístas. Si pese a ello la Constituyente se instala, «nadie la va a reconocer y va a tener que contar con la Fuerza Armada para imponer sus decisiones», advierte Alarcón.
El riesgo de frustración de las bases opositoras también está latente, como pasó en 2016: cuando la militancia protestaba porque el poder electoral frenó un referendo revocatorio contra Maduro. Entonces, la MUD desactivó las manifestaciones para aceptar un diálogo con el Gobierno que finalmente fracasó, y perdió entre 7 y 14 puntos de apoyo, según encuestas. «Puede haber desencanto, pero la dirigencia debe estar lista para replantear la lucha porque el capítulo que se abre es muy duro», dijo Salamanca, quien opina que la oposición debió participar en la Constituyente. «Hubiera sido preferible tratar de ganar una mayoría, aunque fuera precaria, y no dejarles el campo solo, que era lo que ellos querían», apuntó.
Las colas persisten en la Plaza de Altamira. Allí aparece el gobernador de Miranda Henrique Capriles. Se ven algunos jóvenes de rostro tapado que arman barricadas. Les dice: «Sois muy jóvenes para la guarimba –protesta–. Id y alentad al voto». Como siempre, su discurso es moderado pero advierte: «A partir del lunes las protestas se irán a más, no vamos a permitir que Nicolás Maduro modifique la Constitución a su medida».
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