Teatro

Teatro

«La función por hacer», vuelve el éxito de Del Arco

Miriam Montilla (izda.) y Manuela Paso, en «La función por hacer»
Miriam Montilla (izda.) y Manuela Paso, en «La función por hacer»larazon

Con un terremoto escénico como fue la irrupción de «La función por hacer» en el panorama teatral en 2009, es imposible no volver a hablar de su reestreno, en La Abadía esta vez, aunque sea ya el segundo en cuatro años. Con su particular revisión de «Seis personajes en busca de autor», de Pirandello, una reflexión sobre la realidad y la ficción en la que en un ensayo varios actores se cuestionan su existencia, Miguel del Arco, en colaboración con Aitor Tejada, se convirtió en el autor y director de moda. «Juicio a una zorra» y «Deseo» han dejado claro que es también dramaturgo, además de adaptaciones como ésta. Pero, sobre todo, patentó un estilo propio, sencillo y ágil, con un grupo de actores en estado de gracia que luego le acompañaron de nuevo en «Veraneantes». Todos vuelven a Madrid: Cristóbal Suárez, Israel Elejalde, Manuela Paso, Raúl Prieto, Miriam Montilla y Bárbara Lennie, que se alternará con Teresa Hurtado de Ory.

El reestreno coincide con la semana de los Premios Max, en la que Del Arco vuelve a acaparar candidaturas. Con todo, y pese al momento dulce, llama a la precaución, en lo personal y en su profesión: «Parece que necesitamos la crisis para ponernos las pilas. Y no es así. Hay una tendencia a confundirla con la precariedad, que no es buena, nunca. Ni creativa, ni artística ni comercialmente». De ganar algún Max, no sabe aún qué dirá. En 2011 sus palabras, contra la morosidad de los ayuntamientos fueron muy comentadas. «Animales políticos somos todos», adelanta sin esconderse.

El autor y director prepara ya un guión de cine para su primer largometraje –«hago siempre lo que me decía mi madre: tú métete en todos los charcos»– y también su próximo estreno teatral, que levantará el telón el 18 de octubre en Avilés, con el sexteto de actores de «La función por hacer»: «Misántropo», de Moliére. Y, de nuevo, será una versión personal, deconstruida podríamos decir, de un texto clásico. Ensayan ya en un local de Cristóbal Suárez –aunque Del Arco anda aún rematando el texto– en el que, cuenta, «volvemos a recuperar sensaciones de lo que nos une. Ahora mismo se ha cuajado el grupo y recuperar a los actores es jugar en casa. Eso me fascina, me da alegría». Una alegría contrastada en más de 200 funciones y una manera de hacer teatro que juega con un naturalismo canónico: «La obra ha marcado muchas cosas: ha refrenado una intuición, una forma de trabajar. Es la única manera en la que yo quiero trabajar».