Trabajo

¿Detestas tu trabajo? Atención a tu cuerpo

La insatisfacción laboral es tóxica y puede causar serios problemas de salud.

Imagen de archivo de un trabajado frente a su ordenador
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Con los tiempos que corren, quejarse del trabajo parece un lujo excéntrico, pero para muchas personas el llamado síndrome post-vacacional es mucho más que la nostalgia de la playa o el tiempo libre: es una auténtica tortura psicológica. Existe un gran porcentaje de la población que por desgracia odia lo que tiene que hacer todos los días para ganar su salario.

Que levante la mano aquel que no tenga un compañero trepa, un jefe abusivo o momentos en los que nos hemos sentido sobrepasados por la carga laboral. Algunos incluso creen que es normal detestar el sonido de la alarma, las obligaciones y acudir a a la oficina, pero mientras que algunas situaciones son tolerables, hay episodios y momentos que si se acumulan pueden repercutir negativamente a nuestra salud.

Estas son algunas de las consecuencias de trabajar todos los días en algo que odias.

Estrés crónico o agudo

España es considerado como uno de los países europeos con mayor tasa de estrés laboral; casi el 60% de los trabajadores afirman haberlo experimentado. El estrés continuado puede provocar problemas como asma, depresión, dolencias estomacales o dolor de pecho, síntomas de enfermedades que a la larga pueden ser mucho más graves si no se ataja a tiempo.

El insomnio

Una de las primeras consecuencias del desequilibrio laboral es no poder conciliar el sueño. O despertarse en mitad de la noche con la preocupación de la reunión del día siguiente. Es normal que esto suceda en situaciones excepcionales, pero si se trata de un fenómeno que siempre va asociado al trabajo, es una señal clara de que nuestros niveles de estrés están disparados.

Dormir poco también provoca envejecimiento prematuro, problemas de huesos y de piel y caída del cabello. Y por si fuera poco, la falta de descanso ocasiona problemas de memoria a corto, medio y largo plazo, depresión, fatiga e irritabilidad.

Y al día siguiente, cansancio

Si no duermes y encima vives en estado de tensión, las preocupaciones pueden producir una fatiga que no desaparece ni durmiendo veinte horas el fin de semana. Si nuestro cerebro no desconecta por la noche, es imposible que rinda por el día.

¿Cuántos catarros tienes al año?

Todos hemos oído que ante ciertas enfermedades hay que mantener una actitud positiva y es que el estrés y los pensamientos negativos nos hacen más vulnerables a las enfermedades pues debilitan nuestro sistema inmunológico, y eso no hay yogures que lo arregle.

Si no te gusta tu trabajo somos más propensos a contraer enfermedades menores comunes que si no se controlan pueden derivar en otro tipo de enfermedades más graves. Las anginas de pecho y los infartos tienen ocupan la punta de esta nociva pirámide.

Las preocupaciones quitan el sueño
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No tener ganas de nada… de nada

La infelicidad laboral se extrapola a nuestro hogar. Cuando te llevas los problemas del trabajo a casa, ese aura negativa afecta a la relación con los seres queridos. Cuando no hay alegría por la vida, incluso en nuestras acciones cotidianas, la apatía inhibe el gusto de disfrutar de las pequeñas cosas, ya sea reunirse con amigos, salir a montar en bici o incluso practicar sexo. Y sí, el estrés relacionado con el trabajo reduce drásticamente la libido y la producción de testosterona.

Duele la cabeza

El estrés hace que nuestro cuerpo esté en permanente estado de alarma y nuestros músculos se tensan por si hubiera que huir; es nuestra condición animal heredada. Así, si nuestro cerebro recibe constantes señales de que el trabajo es un lugar de peligro, mantendrá la tensión en los músculos faciales, cuello y hombros y eso se traducirá en dolores de cabeza y agarrotamientos cervicales.

¿Y el resto del cuerpo?

Como si hubieras corrido una maratón el día antes: la adrenalina y las hormonas del estrés hacen que nuestro sistema muscular se endurezca y sintamos dolor generalizado. Muchos de los dolores de espalda que achacamos normalmente a la mala postura al sentarnos o al estar muchas horas delante del ordenador no son más que el reflejo de nuestra crispación mental.

Problemas de estómago

El estrés afecta el equilibrio bacteriano del estómago y altera su funcionamiento. Es normal tener problemas para ir al baño, sentir nauseas, gastritis, inflamación, indigestión y reflujo gástrico, pues el cortisol también puede hacer que aumente la acidez estomacal. Un malestar crónico puede derivar en hernias de hiato o incluso dolencias más severas.

Problemas mentales

Trabajar en un entorno tóxico empeora nuestra salud mental y puede aumentar dolencias como depresión, angustia o trastornos alimenticios como la bulimia o la anorexia. También mina la confianza y la autoestima. Hay estudios que vinculan la falta de estímulos laborales con una vida útil más corta. Muchas veces pensamos que la comida puede ser la solución a nuestros problemas y esos atracones, o la falta de apetito, pueden derivar en enfermedades muy peligrosas.

Cambios de peso

Precisamente esa alteración del apetito, unido al trabajo sedentario y a la falta de motivación para hacer ejercicio puede hacer que se engorde de manera descontrolada. La principal hormona del estrés, el cortisol, hace que sintamos la necesidad de aumentar la ingesta de alimentos y por otro lado, disminuye el gasto de energía.

Nunca es tarde para un nuevo comienzo. Es más fácil de decir que de hacer, pero no hay trabajo ni dinero que compense vivir infeliz y amargado.