Fallece la Duquesa de Alba
Alfonso Díez, el último gran amor de la duquesa
Incapaz de levantar la mirada del suelo, incapaz de contener tanta lágrima, incapaz de encontrar consuelo. Detrás del féretro, entre los aplausos de la gente, Alfonso Díez no ha podido articular palabra. En las últimas horas se ha visto a un hombre roto de dolor, un hombre muy cuestionado por su matrimonio con la Duquesa, y que al final, ha sabido ganarse el respeto de todos.
El viudo de Cayetana Fitz-James Stuart, Alfonso Díez, se ha visto apoyado durante el oficio religioso por los hijos de la duquesa y, especialmente al final del mismo, por Cayetana Rivera, hija de Eugenia Martínez de Irujo, quien se ha abrazado durante largo rato al ya viudo de su abuela.
Díez, tercer y actual marido de la Duquesa de Alba, es una de las personas más afectadas por su marcha. Tras la decisión del pasado martes de trasladar a Doña Cayetana al Palacio de las Dueñas, Díez abandonaba el hospital sevillano con un semblante desencajado y lágrimas en los ojos. Permaneció recluido acompañando a la Duquesa sin despegarse de ella ni un momento en sus últimas horas de vida. Don Alfonso no abandonó el Palacio de las Dueñas ni un instante ante la precipitada muerte de Doña Cayetana.
Tras el coche fúnebre que trasladaba el féretro de su esposa al Ayuntamiento de Sevilla, viajaba Díez en otro vehículo junto a Carlos Fitz-James y Eugenia Martínez de Irujo. El público allí apostado para despedirse de la aristócrata rompió con un largo aplauso a la salida del féretro y de los familiares. En ese momento, fue cuando el viudo rompió a llorar desconsoladamente. Muy afectado y con la timidez que le caracteriza, agradeció con la voz rota los mensajes de afecto.
Una vez que llegó a la capilla ardiente, se situó en la primera fila sin querer alejarse de los suyos y tras dos horas se retiró discreto, momento en el que aprovechó para intentar comer algo y tratar de descansar; regresó acompañado de uno de los nietos de la Duquesa. Al entrar en el ayuntamiento no quiso pararse para hacer declaraciones a la Prensa. Únicamente se limitó a decir: «Estoy destrozado. Qué va a ser de mí, qué va a ser de mí...». Su rostro compungido sólo dejó entrever una sonrisa cuando un grupo de personas que hacían cola para entrar a la capilla ardiente para despedirse de Doña Cayetana le gritaron: «¡Ánimo, te queremos!». Alfonso Díez agradeció este gesto del pueblo sevillano. En el interior le esperaba su hermana Begoña, que se trasladó desde Madrid para arropar a su hermano en estos duros momentos. En todo momento se mostró triste, desolado, con la mirada perdida y los ojos enrojecidos por el llanto y la larga noche vivida. Sentado junto al féretro, acompañado por los hijos de la Duquesa y sus nietos, recibió algunas muestras de condolencia de los más allegados, con los que se fundió en abrazos entre llantos.
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