Nueva York

La crisis lleva tacones

La crisis lleva tacones
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Caminas por la calle, y te paras a mirarlo. Ha llamado tu atención. Te gusta. Lo quieres. No puedes evitarlo, sientes una profunda atracción irracional. Pero sabes que será una relación difícil. Desconoces si será tuyo, y menos aún imaginas cuánto durarás con él, con ese tacón que te mira desde el escaparate y te susurra en silencio: «¡Hazme tuyo!». Una relación adictiva, a veces imposible. A menudo caprichosa. Hoy Louboutin, mañana Yves Saint Laurent, y no me importa que hayáis ido a juicio por una suela roja. Hay zapatos que se escapan del presupuesto de una. Aunque siempre nos quedará esa mítica frase de Carrie Bradshaw: «Me he gastado 40.000 dólares en zapatos, pero no tengo dónde vivir», afirmó la protagonista de «Sexo en Nueva York», quien representa el prototipo de la «víctima de los tacones». Y si todavía quedan románticos que especulan sobre el interior del bolso de una mujer para averiguar el «yo» más íntimo de ésta, el tacón es otro de los misterios femeninos.

Pero ocurre ahora, sin embargo, que el calzado en general –y el tacón en particular– es el que desplaza al bolso a un segundo plano. Y es que, según Bain&Co, si bien «le sac» había sido el accesorio más vendido desde el comienzo de la crisis, son los zapatos los que le han ido ganando terreno al facturar a nivel mundial un 5 por ciento más a finales de este año, tal como indica la consultora, lo cual supone una inversión de 14.000 millones de euros en este producto.

En esta pequeña guerra por el liderazgo entre todos los complementos de moda priman más las razones económicas que las psicológicas. Y es que los precios de los bolsos han subido un 130 por ciento desde 2008. Este aumento coincide con el auge de firmas de zapatos «low cost» que compiten en el mercado con otros de alta gama, como es el caso de la firma sevillana MaryPaz, que cuenta con 250 tiendas y para 2017 planea tener una red formada por 800 establecimientos. Un ejemplo de empresa que se ha visto beneficiado por la crisis económica. La tercera razón que explica el liderazgo del zapato versa sobre la tendencia de los «sneakers», zapatillas para vestir, propuestas por Chanel. Algunas zapatillas con tacón, otras con plataforma, de piel o terciopelo, con pedrería o con estampado, pero la realidad es que todas las firmas tienen sus «sneakers». Como cuarta razón encontramos el nacimiento de la personalización de los propios zapatos. En medio de la revolución del e-commerce, se idean herramientas que permiten customizar tu calzado a medida. «Made-to-measure» es un concepto que representa el casi imposible deseo de individualización alejado de los plagios. Grandes firmas lo proponen en su webs, como Louis Vuitton o Longchamp, pero se suman nuevas empresas españolas, como es el caso de Just Ene, que, partiendo de una base, te permite crear tus propios zapatos.

¿A la altura de los hombres?

El erotismo del tacón aflora en un momento en el que, psicológicamente, estamos empezando a salir de la crisis. El estado anímico de las españolas implica que nos atrevamos con colores más llamativos, diseños más ajustados y tacones más altos para romper con la austeridad generalizada que, inconscientemente, se ha aplicado durante los últimos años. Pero fue Freud el primero en teorizar sobre el asunto. Según el psicólogo, el tacón representa el sexo masculino. La evolución del tacón dice mucho sobre la sociedad occidental. En los años 40, el tacón –además de ser muy corto– era uno de los accesorios preferidos del ama de casa y tenía una finalidad muy clara: la seducción del marido que llegaba del trabajo a su casa. En la actualidad, el tacón ha crecido el triple, y no es más que una manifestación inconsciente del deseo de la mujer por alcanzar la altura del hombre, igualarse en suma, proporcionándole a la mujer el tacón, por tanto, seguridad, poder, autoridad. Sin embargo, paradójicamente, las feministas de los años 60, además de quemar sujetadores, lo que a muchos se les olvida es que también tiraban sus tacones por considerarlos incómodos y por incentivar la desigualdad. Y mientras tanto, no dejemos de consumir, porque por mis santos tacones que salimos de esta crisis.