Madrid

La revolución de la mantilla

Una modelo luce una creación de Teresa Helbig
Una modelo luce una creación de Teresa Helbiglarazon

En 1871 las mujeres españolas se pusieron de acuerdo para tramar una conspiración. Ante lo que era considerado una invasión extranjera, las aristócratas madrileñas, ricas en sutileza pero también en picaresca, sacaban cada tarde a pasear sus mantillas. Con ello querían reivindicar y apoyar a los Borbones, en ese momento desplazados por Amadeo de Saboya y Ana María dal Pozzo. Una perspicaz forma de reclamar las señas de identidad patrias que han inspirado a Hannibal Laguna para rescatar lo más «glam» del tópico español: «La colección se llama “Light of Spain”, y en ella incluyó elementos icónicos de nuestra cultura y de la propia indumentaria española, como son el mantón de Manila y la mantilla», explica a LA RAZÓN el diseñador venezolano. Una mantilla bordada en hilo de oro que se engarza en cuerpos fucsias y rojos que transportan de inmediato a los ruedos, a los capotes y a los trajes de luces. «Hay tres vestidos en “nude” que simbolizan el albero de la plaza, porque no huyo de las referencias taurinas». Hannibal retoma, renueva y reinventa los clásicos que han pasado, como si de joyas familiares se tratase, de generación en generación. «La mantilla, por ejemplo, aparece en vestidos joya inspirados por el plateresco y por los retablos de nuestras catedrales renacentistas, bordados con piedra luna y nácar», explica mientras muestra unos diseños que no tardaremos en ver en la alfombra roja. Al ritmo de «Tanguillos de la frontera» y «Nuits d’Espagne», desfilan ante los ojos de un fascinado Ifema opulentos vestidos con bustier modelados sobre el maniquí a base de pliegues y plisados asimétricos, cuerpos compuestos por finísimas redes bordadas con cristales y diseños enriquecidos con brocados y dibujos que transportan a La Alhambra o a las oscuras noches de Sevilla.

Y entre sedas barrocas y vestidos capote, el público piensa: ya no hay crisis en Cibeles. «Mis clientas nunca han mirado el euro, pero sí que se han desprendido de “la culpabilidad del rico’’: ya no siente ni vergüenza ni pudor por consumir. Se ha perdido el miedo, ha vuelto el lujo, porque hemos asimilado que el consumo genera riqueza», explicó Laguna

El debut de The 2nd Skin Co

Esta recuperación económica ha invadido el resto de desfiles en la segunda jornada de la Mercedes-Benz Fashion Week. En su primer desfile dentro del calendario oficial de Cibeles, The 2nd Skin Co deslumbró sin perder sus orígenes, y al caer la noche los tejidos más cálidos cedieron el protagonismo a delicados «fil coupé» y gasas bordadas con hilos de lúrex para brillar en las distintas fiestas de la estación invernal. Un canto al lujo bien entendido con sello españolísimo: Antonio Burillo y Juan Carlos Fernández presentaron una propuesta que, sin dejar de ser «prêt-a-couture», se fija en el estilo más urbano. Lo mismo que realiza Juan Duyos, que confiesa «respirar mejor» edición tras edición: «Me noto más tranquilo, mejor. Estamos percibiendo la desaparición de la crisis; aunque estamos habituados a trabajar con el agua al cuello, empezamos a ver la luz». La misma luz que desprendieron sus diseños «back to the eighties», con bolas disco y peinados afro conjugados en esmoquins de lentejuelas, vestidos largos de punto y «jumpsuits» acompañados por abrigos de pelo de cabra. Conclusión: un aire fresco que viene impulsado por la estabilidad en las ventas y el aumento de la inversión en moda.

Teresa Helbig trasladó al espectador a la «Sala 12» del Museo de El Prado, que es donde, en su opinión, ocurre toda la magia. La sonrisa de «La maja vestida», los vestidos de «Las meninas», los lujosos tejidos de Tiziano y Rafael, las alargadas siluetas de El Greco... Inspiración artística para una colección sobresaliente donde el blanco, el negro, el verde verona (seña de identidad de la diseñadora) y el amarillo más goyesco conviven en una colección «deluxe» con el cuero y la lana como protagonistas y el barroquismo español como punto de encuentro. «La moda es efímera, pero yo quería hacer algo que perdurara en el tiempo, que enamorara. Como un Goya o un Velázquez», cuenta Helbig. Para restarle solemnidad a una colección digna de museo que bien podría vestir a una monarquía moderna, la diseñadora sale de su zona de confort –el vestido corto, aunque lo revisita con un mono de cuero con gabardina larga a juego– y apuesta por el largo de «Las hilanderas»: midi y maxi alejados de la formalidad, «porque también se puede seducir tapando más la pierna». Lana combinada con napa, tiras de terciopelo sobre tul, «georgette» de seda, blusas de angora y bordados de azabache (todo realizado con una artesanía exquisita) dicen adiós a la austeridad de los últimos tiempos. Y Teresa, cómo no, apoya la tesis de la vuelta del lujo: «Se nota la proyección internacional. Yo apuesto por un producto de calidad: si quieres hacer algo diferente, que perdure, que deje huella, tienes que invertir. Nos estamos recuperando». Pues eso: dejando huella.